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«Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos» (Jn 2,11).
Reflexión del domingo II del Tiempo Ordinario - Ciclo C


Por: Roque Pérez Ribero | Fuente: Catholic.net



«Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos» (Jn 2,11).

Después del tiempo de gracia que hemos vivido celebrando la Navidad de nuestro Señor Jesucristo, celebramos hoy el segundo domingo del Tiempo Ordinario, tiempo realmente Extraordinario, en el que vuelve a manifestarse el Señor pero esta vez a través del primero de sus milagros, el milagro de las Bodas de Caná, convirtiendo el agua en vino: «Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos» (Jn 2,11).

Me llama la atención cómo a lo largo del pasaje del Evangelio de hoy el Señor se manifiesta como Palabra poderosa del Padre. Jesucristo vive para hacer la voluntad del Padre (Jn 4,34), y realiza señales con absoluta humildad y carencia de vanagloria, con el único deseo de mostrar la Gloria de su Padre y de que los hombres crean en su Padre: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).

Así, mientras rezo con el versículo del pasaje del Evangelio de hoy que da título a la reflexión, me viene a la mente el pasaje del Evangelio del día de Navidad: «Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14). De la misma forma en que los pastores contemplan la Gloria de Dios en el nacimiento de Cristo, los discípulos de Cristo la contemplan al ver sus milagros.

El Señor hoy hace una seria invitación a creer en Él viviendo en humildad y sencillez, en profunda intimidad con Él, porque como dirá el mismo Jesucristo en otro pasaje del Evangelio: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito» (Mt 11,25-26). El Señor nos manifiesta su Gloria a través de Jesucristo, y nos invita a colaborar con Él en la manifestación de su Gloria: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?» (Jn 11,40).



El Señor pasa y actúa en nuestra vida y es importante estar vigilantes y en actitud de recogimiento para que no pase desapercibido. La idolatría y los espejismos del mundo pueden tener a uno distraído mientras pasa el Señor de la forma que mejor crea conveniente. Y sería una pena que el Señor pasase y uno no lo acogiese. Porque el Señor, tal y como sucedía en Navidad, nos invita hoy a acogerle para poder darle gloria a Dios. Porque el objetivo y la finalidad de nuestro nacimiento en esta vida no ha sido otro que el darle gloria a Dios. Tantas veces que rezamos «Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo» y puede que no tengamos conciencia de la impresionante realidad a la que hace referencia semejante afirmación, semejante llamada a dar gloria SÓLO A DIOS, porque es el ÚNICO DIOS (Is 43,11).

Por tanto, al mismo tiempo que el Señor nos llama hoy a avivar nuestra fe a través de la oración, nos llama a unirnos a Cristo para darle gloria al Padre, porque como dice Cristo: «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10,30), por lo que lo único importante es SER UNO CON CRISTO: «Para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,21). Porque tal y como dice el Señor por boca de Isaías en la primera lectura: «No se dirá de ti jamás «Abandonada», ni de tu tierra se dirá jamás «Desolada», sino que a ti se te llamará «Mi Complacencia», y a tu tierra, «Desposada». Porque el Señor se complacerá en ti, y tu tierra será desposada. Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios».

Así, como decía la Santa Madre Teresa de Calcuta con la oración del Santo Cardenal John Henry Newman: «Quien me vea a mí, que te vea a Ti.» Esa es la verdadera señal para dar gloria al Padre, que el Señor quiere hacer con cada uno de nosotros para el bien de los que convivan con nosotros, para gloria de Dios: SER ESPOSA DE CRISTO, UNO CON CRISTO. Feliz domingo.







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