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Vino la Palabra de Dios en el desierto sobre Juan
La Palabra de Dios viene en el desierto, pero de ahí debe llegar a todas partes.


Por: Mons. José Trinidad Zapata Ortiz | Fuente: Semanario Alégrate



En el evangelio de este domingo y en el que sigue aparece la figura de Juan el Bautista. Hoy Juan nos recuerda las enseñanzas del profeta Isaías. El próximo domingo aparecerán las aplicaciones prácticas de esta enseñanza y la distinción entre su bautismo y el de Jesús.

San Lucas evoca datos históricos mencionando el año décimo quinto del reinado de Cesar Tiberio, así como a Poncio Pilato, los Tetrarcas vecinos a Judea y los sumos sacerdotes Anás y Caifás. Esto lo pone en primer lugar para decir enseguida que entonces: “Vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan”, lo cual indica, por un lado, la intervención de Dios en la historia y, por otro, muestra que nuestra fe y salvación son históricas.

La venida de la Palabra de Dios en el desierto sobre Juan es una evocación de todas aquellas veces que habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los profetas (cfr. Hb 1, 1) y una anticipación de la Palabra histórica del mismo Hijo de Dios que está a punto de iniciar el anuncio del Reino de Dios. Muchos se podían imaginar la posibilidad de encontrarse con Dios en el desierto, pero ¿quién se iba a imaginar que el Hijo de Dios se encarnaría de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo, y nos hablaría cara a cara del designio de Dios?

El desierto es un lugar donde aparentemente no sucede nada y, sin embargo, es aquí donde la Palabra de Dios puede ser oída, en forma más clara, por aquellos que buscan a Dios apartándose de las seducciones del mundo, como lo estaba haciendo Juan el Bautista, o como la Virgen, que buscaba a Dios en la humildad de su vida, y fue escogida por Dios para ser la Madre de su Hijo. Para ello, también el Hijo de Dios irá al desierto para definir su misión.

Ahora bien, la Palabra de Dios viene en el desierto, pero de ahí debe llegar a todas partes. Por eso Juan: “Comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados”. No es que el bautismo de Juan diera el perdón de los pecados, sino que disponía a los que preparaban su corazón para la venida del Señor.



Las palabras en las que se inspira Juan para su predicación son las del profeta Isaías cuando anunció a los exiliados en Babilonia el regreso a Jerusalén. En aquella ocasión el profeta decía: “Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios”.

Con estas palabras se podría uno imaginar el regreso a Jerusalén como una gran procesión de Dios con su pueblo a través de una autopista en la que las colinas serían rebajadas y los valles rellenados o cruzados a través de grandes puentes. Sin embargo, preparar el camino del Señor no era una cuestión meramente técnica para desplazarse como pueblo de Dios, se trataba de preparar el corazón para regresar a Jerusalén y vivir como pueblo de Dios.

Estas palabras del profeta Isaías, en este tiempo de adviento, son una invitación para que preparemos nuestro corazón a la venida del Señor. Para esto es necesario que rebajemos las colinas de nuestro orgullo y rellenemos los valles o vacíos de obras de caridad que sean necesarios, para salir al encuentro de nuestros hermanos y, a través de ellos, al encuentro de Dios que se acerca a nosotros en esta próxima Navidad. ¡Que así sea!







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