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Lección 30 y 31 La Constancia y la Perseverancia
La vida es amar y el amor exige fidelidad. La prueba más exigente de la fidelidad es la perseverancia.


Por: Marta Arrechea Harriet de Olivero | Fuente: Catholic.net



Curso: Las 54 virtudes atacadas
Autora y asesora del curso: Marta Arrechea Harriet de Olivero
Lección 30 y 31 La Constancia y la Perseverancia




LA CONSTANCIA


La constancia, hija de la fortaleza, es la virtud que “nos conduce a llevar a cabo lo necesario para alcanzar las metas que nos hemos propuesto, pese a las dificultades internas o externas o a la disminución de la motivación personal por el tiempo transcurrido, sustentando el trabajo a fuerza de voluntad sólida que nos lleva a un esfuerzo continuado, venciendo las dificultades y venciéndonos a nosotros mismos”.

Dicho en otras palabras, la constancia es lo que fortalece nuestra voluntad para continuar en una meta que nos hemos propuesto y nos ayuda a vencernos a nosotros mismos para no flaquear en lo cotidiano. Así como la tolerancia y la paciencia están dirigidas hacia las personas, la constancia está dirigida hacia un objetivo bueno, una meta o tarea a lograr.

Es una virtud íntimamente relacionada con la perseverancia. Las distinguen las distintas dificultades y el tiempo que conlleva el tratar de superar a cada una. Así como la perseverancia es más firme y se prolonga a través del tiempo, la constancia robustece al alma contra los impedimentos y dificultades menores y de todos los días que nos llegan del exterior, del medio en que nos movemos Necesitaremos ser constantes para lograr cualquier meta o hábito bueno que nos permitirá adelantar en la virtud. La constancia nos hará realizar todo lo que debemos hacer aunque nos resulte pequeño e insignificante el no hacerlo. Desde hacer todos los días los deberes y tareas ni bien llegamos del colegio, (y descansamos un rato mientras tomamos algo), guardar nuestros libros y cuadernos después de hacer los deberes en la mochila o continuar con el buen hábito de coser los botones que hacen falta cada vez que planchamos y vemos que se han caído. Si lo hacemos así, con constancia, un poco todos los días, poco tendremos que estudiar para los exámenes porque será un fuerte repaso. Nos lucirá el haber sido constantes durante el año y podremos disfrutar de las vacaciones. De la misma manera tendremos siempre la ropa con los botones al día.

Necesitaremos constancia para ordenar la pila de remeras del ropero cada vez que sacamos una de abajo o del fondo, sin dejarla toda caída sabiendo que sólo nos llevará medio minuto hacerlo pero preferimos irnos a jugar con nuestros amigos o tomar mate con la vecina. Para agradecer cada vez que recibimos un regalo, contestar una carta o un mail. Ser constantes para no interrumpir el tratamiento médico ni bien lo comenzamos porque nos parece que ese remedio que nos recetó no nos hace nada. Con las sesiones de rehabilitación que nos recomendó la kinesióloga porque creemos que esa gimnasia de una hora dos veces por semana no es significativa. Para visitar dos veces por año al dentista como el mismo nos lo aconsejó. Para practicar un deporte si lo queremos hacer bien o aprender un idioma si lo queremos hablar sin acento extranjero.

Para esto hace falta generar desde la infancia un clima de orden, de trabajo y de esfuerzo (tan erosionado hoy en día), donde cada uno sea responsable de sus cosas y ejercitar la voluntad con pequeños hechos. No basta con tener buen corazón, habremos de formarlos en la constancia y la fuerza de voluntad con actos simples como: levantarse siempre con el despertador, bañarse todos los días aunque no tengamos ganas, peinarnos varias veces al día para no andar desaliñados y desprolijos (pensando principalmente en agradar a los demás) y especialmente antes de sentarse a la mesa, dejar la mochila en el lugar que corresponde, todos los días, cuando volvemos del colegio, (y no tirada sobre la mesa de entrada), llevar las zapatillas embarradas hasta el lavadero cada vez que volvemos de jugar al rugby. Obligar a los hijos pequeños y adolescentes a estos pequeños actos que ordenan y fortalecen la voluntad, aunque estemos cansadas de hacerlo y de repetirlo todos los días. Porque esa es la parte que nos toca a los padres, y a todos los adultos en general, la constancia en la formación y educación diaria de los más jóvenes, sin claudicar. Más adelante, ya adultos, la constancia será la virtud clave de lo que llamamos el mantenimiento de las cosas Ya sea el auto nos llevará a revisar periódicamente el aceite para que no se estropee el motor, a lavarlo tal vez semanalmente para mantenerlo limpio. Al buen mantenimiento de la casa, ya sea podando las enredaderas en el invierno, limpiando las canaletas varias veces en el otoño, cambiando los cueritos de las canillas cada vez que haga falta o en llamar el plomero cada vez que sea necesario y no dejar que las pérdidas de agua se agraven, pintando las persianas o llamando al carpintero o al herrero para que nos arregle las que se vencieron con el uso. Para mantener nuestra salud nos llevará a privarnos de comer chocolate ni frituras porque sufrimos del hígado y nos hace mal etc. Todo buen mantenimiento necesita imperiosamente de la virtud de la constancia, de lo diario, de lo cotidiano, de lo que aparenta ser poco importante pero no lo es.

La constancia suprimirá el “me gustaría” o el “podría” por el “puedo y lo lograré” y su premio será constatar el premio, la satisfacción y el orgullo que brinda el deber cumplido, aún en las pequeñas cosas.

Los vicios opuestos a la constancia son: la inconstancia (por defecto), que Santo Tomás llama molicie o blandura, debido a la pereza, a la mediocridad, al desaliento y a la ausencia de metas claras. El otro es la terquedad (por exceso) que se obstina en no ceder o cambiar la decisión cuando lo razonable es hacerlo. Empecinarnos en querer pintar el cuarto, (lo que está bien), pero un día húmedo de lluvia, cuando todos nos dicen (apoyados en el sentido común y la experiencia) que la humedad impedirá que la pintura se seque y retrasará el trabajo durante días complicando a todos los de la casa.



LA PERSEVERANCIA


La perseverancia es “una virtud que inclina a persistir en el ejercicio del bien a pesar de la molestia que su prolongación nos ocasione” (1)

Dicho en otras palabras, es la firmeza y constancia en los propósitos y en las resoluciones de ánimo. La perseverancia es la firmeza que nos hace resistir y continuar en nuestras metas, nuestros objetivos o nuestros trabajos, que generalmente estarán plagados de obstáculos en el camino de nuestras vidas y de nuestra salvación. “Se distingue de la longanimidad (que es la grandeza y constancia de ánimo en las adversidades) en que ésta se refiere más bien al comienzo de una obra virtuosa que no se consumará del todo hasta pasado largo tiempo; mientras que la perseverancia se refiere a la continuación del camino ya emprendido, a pesar de los obstáculos y molestias que vayan surgiendo en él. Lanzarse a una empresa virtuosa de larga y difícil ejecución es propio de la longanimidad; permanecer inquebrantablemente en el camino emprendido un día y otro día, sin desfallecer jamás, es propio de la perseverancia. Todas las virtudes necesitan de la ayuda y complemento de la perseverancia, sin la cual ninguna podría ser perfecta ni siquiera mantenerse mucho tiempo.” (2) Porque toda virtud, para ser incorporada a una vida virtuosa, necesita de la perseverancia. Es por eso que la Iglesia siempre enseñó el catecismo de la perseverancia.

Dios es inmutable y siempre igual a sí mismo. Nosotros somos los variables y mudables de principios, metas y opiniones. Nuestra naturaleza se cansa, es inconstante. Ya San Pablo decía: “No hago el bien que quiero sino el mal que no quiero”. De ahí que el combate nos fortalezca. La perseverancia, indispensable para cumplir cualquier meta que nos propongamos, nos ayudará a pelear contra nuestra propia naturaleza. Como quien bien nos conoce, el diablo viejo, le aconseja en las “Cartas del diablo a su sobrino” el arte de hacer caer a las almas: “Es tan difícil para estas criaturas el perseverar (3).

Ese rever constante con el espejo retrovisor genera angustia y desazón. Si he decidido dar la vida para defender la Patria o contraer matrimonio, no es bueno para la paz de mi alma revisar mi decisión a cada paso y cada instante, sino centrar mis fuerzas en mantener mi objetivo según lo haya valorado en su momento como lo mejor y más importante. De ahí que la perseverancia deba estar asistida de la virtud cardinal de la fortaleza, para no desmayar en el objetivo emprendido a través del tiempo. Muchas veces la duda se instalará en nuestro camino como una elección más pero, salvo que tengamos una verdadera opción mejor con sólidos argumentos, (y aunque seamos autónomos y nos auto abastezcamos), el terminar lo que hemos empezado (desde lijar y pintar todas las puertas de la casa como nos habíamos comprometido a hacer que tal vez nos llevará el año entero, el rehacer todos los planos que hemos perdido o el terminar una carrera), es un problema de principios que nos ordenará y nos fortalecerá. No quiere decir que no habremos de pedir ayuda en el camino. Es más. Vacilaremos, dudaremos, nos sentiremos cansados y nos preguntaremos si vale la pena continuar con el esfuerzo... La prudencia, (indispensable en todas las decisiones humanas), nos hará pedir consejo en más de una oportunidad achicando el margen de error. Para esto, nos hará falta además humildad, para reconocer que los seres humanos solos no podemos, que necesitamos ayuda. Con estas ayudas naturales, (consejos de padres, familiares y buenos amigos), y sobre todo, las sobrenaturales, (consejos y apoyo de sacerdotes y Sacramentos) nos mantendremos en nuestros buenos propósitos hasta alcanzar la meta. La persona perseverante no es la rutinaria que hace las cosas de una manera metódica, casi sin pensarlas ni razonarlas, que encuentra una huella y la sigue sin plantearse nada. La persona perseverante a elegido un camino bueno se ha decidido a alcanzar una meta que primero ha visto y analizado como buena. La abrazará, enfrentara los obstáculos y no mermará su esfuerzo por alcanzarla. Volverá a empezar a pesar de la contrariedad. Su meta es el logro del objetivo a alcanzar. “Persevera y triunfarás” dice el sabio refrán popular. Y la persona perseverante mira siempre su objetivo con luces largas, no con las cortas.

Para ser perseverantes
como padres, deberemos insistir en educar hasta la fatiga en un clima totalmente adverso no sólo a la educación cristiana, sino a todo orden natural como personas. Imposible educar sin perseverancia. Como cónyuges deberemos ser perseverantes en llevar adelante nuestros matrimonios hasta que la muerte nos separe, como habremos jurado un día ante Dios a Quien sólo le habrá bastado nuestra palabra. Ser perseverantes en mantenernos fieles durante años aunque nuestro cónyuge no lo merezca o no nos lo inspire. Porque ser fiel es un acto de la voluntad, pero serlo durante años (con motivos en contra y con oportunidades de no serlo) requiere muchas veces de una dosis heroica de fortaleza y perseverancia en los principios. Hoy más que nunca ya que nada nos ayuda.

Para ser perseverantes como estudiantes, deberemos luchar contra la pereza, las diversiones que nos alejarán de los estudios, los pseudo amigos que nos llamarán por teléfono incitándonos a dejar de estudiar y sobre ponernos a nuestros fracasos en los exámenes.

Para ser perseverantes como pacientes tendremos que mantener un tratamiento médico o de rehabilitación cuando y durante todo el tiempo que el médico nos lo pida. Hay accidentados en sillas de ruedas que trabajan años para volver a caminar. Para terminar de pagar un crédito (para lo cual habremos de privarnos de otros placeres y gratificaciones tal vez durante años). Para cumplir con una meta espiritual, laboral, intelectual, deportiva o económica. Aún detrás de cualquier campeón en el mundo del deporte que nos lo presentan rodeado de gloria habrá horas de entrenamiento perseverante en soledad.

La perseverancia no es terquedad que es cuando nos obstinamos o nos mantenemos inflexibles en cambiar de opinión o en reconocer que nos hemos equivocado sin siquiera analizarlo, cuando todo nos indica que estamos en el error. A la perseverancia se opone la inconstancia, que es la superficialidad con que cambiamos de opinión, de amigos, de trabajo o de objetivos, y demuestra, entre otras cosas, una gran superficialidad e inestabilidad en nuestras vidas. Lo grave de este vicio es que generalmente tampoco lo aceptamos, y nos vivimos disculpando ante los demás y ante nosotros mismos de todos nuestros vaivenes, tratando de dar explicaciones que justifiquen nuestra actitud. Si no conocemos a nuestros defectos interiores no podremos combatirlos. Hay empresas inmersas en condiciones tan desfavorables que necesitan de individuos con temple de acero para contrarrestarlas y salir adelante. Para ello hará falta la virtud de la tenacidad superior aún a la perseverancia, por ser más aguda y la meta a lograr más ardua y difícil.

La tenacidad es la capacidad para superar esfuerzos psicológicos superiores, sin que ellos nos venzan o nos fracturen. Es la resistencia relacionada con las tensiones del alma y de la voluntad, que conlleva una lucha espiritual, la que se opone a que nuestro objetivo sea roto, partido o pulverizado. Podremos ser perseverantes en aprender bien y sin acento extranjero un idioma, o en ganar una carrera de natación. Ahora, si queremos recibirnos de abogados siendo ciegos de nacimiento, pintar cuadros con los dedos de los pies, (porque nos faltan las manos), lograr méritos deportivos siendo paralíticos o volver a caminar (cuando aún los médicos han perdido las esperanzas) necesitaremos enormes dosis de tenacidad. Siempre nos generarán enorme respeto las personas que, aún con grandes limitaciones, se imponen a sí mismas un objetivo y nada las detiene.

¿Qué forja la tenacidad? La disciplina, la constancia practicada como estilo de vida, la perseverancia, el optimismo, la esperanza, pero en dosis superiores a lo normal y prolongadas en el tiempo. La tenacidad florece sobre todas estas virtudes. La tenacidad no es obstinación, porfía, terquedad, mantenerse enceguecido sin escuchar argumentos que nos persuaden de una postura que no es razonable. Esta no es una actitud cristiana, sino necia. La persona tenaz tiene ideales y objetivos elevados que la sostienen (naturales y sobrenaturales) pero ideales, metas buenas y positivas como dijimos anteriormente.

Nando Parrado tenía tan sólo veinte años cuando el 13 de Octubre de 1972 el avión en el que viajaba con su equipo de rugby se estrelló en la Cordillera de los Andes. Protagonizó una de las tragedias aéreas más dramáticas de la historia. Cuarenta personas iban a bordo, entre ellas, su madre y su hermana menor. Sólo dieciséis sobrevivieron al frío de los 6.000 metros de altura y al hambre extrema. La carne congelada de sus compañeros muertos, les salvaron la vida. Después de setenta y dos días en la cordillera, Parrado y Canessa decidieron caminar para tratar de salvar al resto de sus compañeros de morir de hambre. Después de una tenaz travesía de varios días, y ante la inminencia de llegar a una cima de una montañas en donde pensaron que se encontrarían finalmente con verdes valles que los llevarían a la salvación, se encontraron nuevamente con una enorme cadena de montañas.

Ante la dramática situación Nando Parrado relata a los medios:” Tomar decisiones; aunque suene extraño, eso fue lo más importante. Siempre digo que allá arriba tomé la decisión más importante de mi vida en veinte segundos. Estábamos en la expedición con Roberto Canessa; desde hacía días caminábamos para tratar de llegar a algún lado, pero lo único que veíamos era nieve y montañas. En una de las escaladas llegamos hasta una cumbre convencidos de que del otro lado veríamos algo que nos diera una mínima esperanza. Subimos hasta lo más alto, levantamos la cabeza y, en lugar de ver un valle verde, nos dimos cuenta de que seguíamos en medio de la cordillera. En ese momento yo elegí cómo morir, me paré frente a Roberto y le dije: “O nos morimos mirándonos a los ojos o nos morimos caminando. Yo quiero morir luchando”. Fue la decisión más importante que tomé en mi vida: cómo morir. Decisiones, de eso se trata la vida. De tomar decisiones. La gente tiene miedo de decidir, miedo de hacer. Yo las decisiones más difíciles de mi vida las tomé allí.” (4) Después de diez días de una maratónica y tenaz caminata a través de inmensas montañas, y de una odisea que parecía imposible de lograr, Nando Parrado y Roberto Canessa vieron a un hombre, al campesino que los ayudaría y que finalmente permitiría la salvación de todos los sobrevivientes.

A los 46 años, y luego de perder paulatinamente la audición, el compositor alemán Ludwig van Beethoven quedó completamente sordo. Aún así, y a pesar de sus preocupaciones financieras, disgustos familiares y enfermedades, gracias a su tenacidad compuso gran parte de su obra. Nos legó así la maravillosa música que Dios quiso que tuviera adentro para elevar de manera prodigiosa nuestros espíritus hacia Él.

Luis Pasteur, químico francés, fue quien dió un golpe mortal a la teoría de la generación espontánea de los microbios, demostrando que tenían progenitores. Fue quien sentó el principio de la técnica aséptica que desarrollaría después el Dr. Lister, y descubrió la vacuna contra la rabia. Con una vida laboriosa y fecunda y una existencia austera y monacal, como acompaña en general a los hombres de ciencia, trabajando en un edificio que no era apto ni siquiera para alojar a conejillos de la India, Pasteur emprendió su maravillosa aventura para demostrar que los microbios debían tener progenitores. Vivía entre los sabios escépticos, botánicos incrédulos y evolucionistas, de la margen izquierda del Sena. Hombres sin Dios, partidarios de la generación espontánea y evolucionistas quienes, sentados cómodamente en sus despachos, vociferaban, pero no hacían un solo experimento. No obstante, Pasteur como buen cristiano decía “Mi convicción viene del corazón y no de la inteligencia. Me entrego a aquellos sentimientos acerca de la eternidad que surgen naturalmente en mí. Hay algo en lo profundo de nuestra alma que nos dice que el mundo debe ser algo más que una combinación de hechos”.

En el año 1892 Pasteur cumplió 70 años y se celebró en la Sorbona un gran homenaje en su honor. Cuando Pasteur cruzaba la sala cojeando, apoyado en el brazo del Presidente de la República, Lister, el más famoso de los cirujanos de Francia, se levantó de su asiento y lo abrazó, y tanto los preclaros hombres de barbas grises como los estudiantes en las altas graderías gritaron e hicieron retemblar las paredes con sus vítores. Por fin llegó el momento en que el anciano cazador de microbios tenía que pronunciar su discurso, pero estaba tan emocionado que su hijo tuvo que leerlo en su lugar. Sus últimas palabras fueron una llamada religiosa a favor de una nueva forma de vida para los hombres. Era a los estudiantes a quienes se dirigía cuando dijo: “No os dejéis corromper por el escepticismo desaprobador y estéril, no os dejéis desalentar por la tristeza de ciertas horas que pasan sobre las naciones. Vivid en la quieta paz de las bibliotecas y los laboratorios. Preguntaos primero: ¿Qué he hecho para formarme?...y, a medida que vayáis avanzando en vuestra formación: Qué he hecho por mi país? Hasta que llegue el momento en que podáis sentir la alegría inmensa de pensar que habéis contribuida de algún modo al progreso y al bien de la humanidad”. (5)

Tomas Edison, expulsado 3 veces de la escuela porque debido a su sordera parcial, (producida por la escarlatina), la maestra lo consideraba un retrasado, hizo 2000 experiencias hasta inventar la lamparita. Un periodista le preguntó el porqué de tantos fracasos. Y Edison respondió: “¡No fracasé!.... ¡Inventé la lamparita!!!. Ocurre que fue un proceso de 2000 pasos”...

Nosotros hoy disfrutamos en todos los órdenes de los logros de estos hombres de ciencia que han tomado, como tantos otros en la vida, estas posturas de esfuerzo, sacrificio, perseverancia y tenacidad.


Notas
(1) “Teología de la perfección cristiana”. Rvdo P. Royo Marín. Editorial BAC. Pág 593
(2) “Teología de la perfección cristiana”. Rvdo. P. Royo Marín. Editorial BAC. Pág 593.
(3) “Cartas del diablo a su sobrino”. C.S.Lewis. Editorial Andrés Bello. Pág 133
(4) Revista del diario “La Nación” (8/ 10/ 06). Pág 27.
(5) “Los cazadores de microbios”. Paul de Kowif





Ejercicio y tarea (para publicar en los foros del curso)

En relación a La Constancia


1. ¿Qué es la virtud de la constancia? ¿De qué virtudes se ayuda?
2. ¿Cuáles son los frutos de la vivencia de esta virtud?
3. ¿Cuáles son los “ambientes” o “actitudes” que refuerzan la virtud de la constancia?
4. ¿Cuáles son los vicios contrarios a esta virtud?
5. ¿Algún comentario o sugerencia?

En relación a La Perseverancia


1. ¿Qué es la virtud de la perseverancia?
2. ¿Cuál es la diferencia entre la constancia y la perseverancia?
3. ¿Cuáles son las características de una persona que vive esta virtud?
4. ¿Qué es lo que forja esta virtud?
5. La tenacidad nada tiene que ver con: “me gusta, encantaría, me muero de ganas”. Es una cosa muy distinta. A la hora de analizar el éxito de los grandes hombres, en la mayoría de los casos, se debió a la persistencia y a la concentración de esfuerzo, a la exactitud de propósitos. “A quien pone estos medios Dios le concede llegar al éxito”. ¿Eres perseverante? ¿Cuáles son los medios que más te ayudan? ¿Cuáles son las dificultades que no te dejan avanzar?
6. ¿Algún comentario o sugerencia?


Para reflexión personal

1. ¿Cómo va mi constancia en vivir mi vocación (padre, madre, laico, consagrado)?¿admite dudas?¿Se fija demasiado en las dificultades?¿Busco modos de eludirla?¿Tengo claro y decidió lo que soy y lo que espero?
2. ¿Convencido que en el camino hay caídas, soy pronto en levantarme, siempre después del fracaso renuevo mi esfuerzo?
3. ¿Sueño en santidades mágicas de consecución instantánea? ¿tengo la ilusión de ser sabio, formado, mejor persona, sin trabajo duro, obscuro y constante? ¿por deseo de terminar nunca hago perfectamente lo que debo hacer abandono el esfuerzo y trabajo logrado?
4. ¿Acostumbro hacer las cosas después de pensarlas bien? ¿Me suelo contentar con planes de trabajo amplios pero si bajar jamás a su realización?
5. ¿Tengo muchos fracasos en los que al examinarme puedo descubrir como su causa la falta de constancia? ¿Suelo desistir ante la primera dificultad? ¿Si es muy grande o molesta me rindo ante ella? ¿O se me enardece el alma ante ella? ¿me gusta comenzar todos los días como si iniciase mi camino hacia la santidad, vivido como si fuera el último?
6. ¿Me sostiene la seguridad de que Cristo me acompaña?¿esta certeza me sirve para ser constante en la fe, en la esperanza?
7. ¿Manda en mí mi razón y voluntad? ¿O mis potencias inferiores?
8. ¿Mi primer ejercicio de perseverancia consiste en obedecer a Dios? ¿Puedo decir que por ello que tengo la fuerza de voluntad suficiente para evitar el pecado, el dominio necesario para prevenir y modelar los movimientos violentos de mis pasiones, mis afectos y sentimientos?
9. ¿Soy perseverante al poner por obra mis propósitos? ¿O son fruto del sentimentalismo? ¿Me excuso constantemente ante el incumplimiento pero en el fondo es porque no tengo la decisión ni la voluntad para hacerlo?
10. ¿Cuáles son los medios que me ayudan a perseverar?



Si tienes alguna duda sobre el tema puedes consultar a Marta Arrechea Harriet de Olivero en su consultorio virtual

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