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20 de octubre de 2019

El camino humano y el camino divino
Santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8. Domingo mundial de las misiones


Por: H. David Sánchez L.C. | Fuente: www.somosrc.mx



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Dame la gracia, Señor, de sentirte en mi oración como Tú quieres para que, así, pueda comunicar tus maravillas a otros.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola:

"En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: 'Hazme justicia contra mi adversario'.

Por mucho tiempo el juez no le hizo caso, pero después se dijo: 'Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no siga molestando'".

Dicho esto, Jesús comentó: "Si así pensaba el juez injusto, ¿creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen que encontrará fe sobre la tierra?".

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Uno de los medios para crecer en santidad es la oración que nos ayuda a tener una relación con Cristo, y, por esto, es algo que se recomienda hacer por lo menos una vez al día, ya que Dios quiere estar presente en nuestras vidas, y la oración es el mejor canal para tenerlo presente por lo menos en mente.

Cuando estamos en necesidad queremos que Dios actúe rápidamente, pero muchas veces no sucede así –sin olvidar la posibilidad de que Dios lo puede hacer-; ante este problema no debemos dejarnos vencer por las dificultades, tenemos que seguir pidiendo hasta que Dios, en su sabiduría infinita, nos responda y haga su voluntad. Jesús quiere demostrar el valor de la constancia en la oración porque, quien desfallece en ella, pueda ser que ni siquiera quería de verdad lo que pedía o que no confía en la misericordia de Dios.

La parábola muestra un caso extremo en el que un juez, quien ya por oficio debe ser justo, no responde a una mujer que sufre y está indefensa. El papel de Dios es totalmente diverso al del juez de la parábola. Dios es justo juez, misericordioso, que se compadece ante la necesidad del prójimo y quiere siempre ayudarle.

«Es necesaria paciencia: nosotros no podemos prometer a alguien rezar por él y después terminar la cosa con un Padre Nuestro y un Ave María e irnos. No. Si tú dices que vas a rezar por otro, debes ir por este camino. Y es necesaria paciencia. La misma paciencia de la cananea: la mujer puede sentirse insultada por Jesús, pero va adelante, ella quiere llegar a aquello y va adelante. La misma paciencia insistente de la mujer que iba al juez injusto y un día el juez se cansó y dijo: “Pero a mí no me importa nada de Dios ni de los hombres, pero por quitarme a esta, sí, lo haré” y ganó, ganó la viuda. Es necesaria la constancia. La paciencia de ir adelante. La paciencia de aquel ciego a la salida de Jericó: gritaba y gritaba y gritaba y querían silenciarlo... ¡Pero gritaba! Y finalmente, el Señor lo escuchó y le hizo venir».
(Homilía de S.S. Francisco, 15 de marzo de 2018, en santa Marta).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pedir con constancia una gracia que me transforme en una persona justa y haré una oración especial por todos los misioneros, para que sean fieles a su vocación.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.



Reflexión de Mons. Enrique Díaz en audio:





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