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19 de octubre de 2019

Proclamar el nombre del Señor
Santo Evangelio según san Lucas 12, 8-12. Sábado XXVIII del Tiempo Ordinario


Por: H. Alexis Montiel, LC | Fuente: www.somosrc.mx



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, dame el valor de reconocerme cristiano ante mis propios temores.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 8-12

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que a todo aquel que me reconozca abiertamente ante los hombres, lo reconocerá abiertamente el Hijo del hombre ante los ángeles de Dios; pero a aquel que me niegue ante los hombres, yo lo negaré ante los ángeles de Dios.

A todo aquel que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero a aquel que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.

Cuando los lleven a las sinagogas y ante los jueces y autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que convenga decir”.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En las vísperas de la jornada mundial de las misiones recuerdo los tiernos momentos de mi infancia donde mis papás me llevaban a compartir los juguetes que ya no ocupaba y darlo a los demás niños. Recuerdo que una vez intenté remendar un peluche que tenía un pequeño agujero; sinceramente, quedó peor y me decidí a darlo a un niño orgulloso de mi gran proeza. De todos los juguetes fue lo último que quedó, nadie lo quería, quién quiere un oso de peluche con una oreja fea. Triste porque nadie aceptaba mi osito, me quise ir, de pronto se acerca un niño corriendo, preguntando donde habían dado este osito tan «lindo», se lo di con cierta desgana, pues era lo único que quedaba.

Lo que le más le había gustado a este chico era la cruz que tenía el osito en la oreja, una cruz roja. El niño pensó en un osito católico, y pensó en el niño que le había dado ese osito que llevaba una cruz al pecho. Años después ese chico era uno de los que más quería ayudar en la iglesia del pueblo.

Lo que menos nos damos cuenta es lo que mejor comunicamos. Somos ese niño con la cruz al pecho en una sonrisa, en una mirada de atención, en un momento de escucha… Llevemos esa cruz en nuestras vidas y anunciemos con nuestras obras, aunque estemos cansados, fatigados o fastidiados, que Jesús está en la cruz por amor a nosotros.

«El camino de Jesús hacia el Calvario es un camino de sufrimiento y soledad que continúa en nuestros días. Él camina, padece en tantos rostros que sufren la indiferencia satisfecha y anestesiante de nuestra sociedad, sociedad que consume y que se consume, que ignora y se ignora en el dolor de sus hermanos. También nosotros, tus amigos Señor, nos dejamos llevar por la apatía, la inmovilidad. No son pocas las veces que el conformismo nos ha ganado y paralizado. Ha sido difícil reconocerte en el hermano sufriente: hemos desviado la mirada, para no ver; nos hemos refugiado en el ruido, para no oír; nos hemos tapado la boca, para no gritar. Siempre la misma tentación. Es más fácil y «pagador» ser amigos en las victorias y en la gloria, en el éxito y en el aplauso; es más fácil estar cerca del que es considerado popular y ganador».
(Discurso de S.S. Francisco, 25 de enero de 2019).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Señor, que el amor que Tú me tienes lo pueda transmitir a cuantos me rodean y sea capaz de ser una cruz de salvación, anunciando orgulloso Tu nombre.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy iré a una Iglesia, buscaré lo que más me cuesta vivir del Evangelio y pediré la gracia a Dios para poder hacerlo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.



Reflexión de Mons. Enrique Díaz en audio:





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