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13 de agosto de 2019

La importancia de saber ser pequeños
Santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10.12-14. Martes XIX del Tiempo Ordinario


Por: H. José Alberto Rincón Cárdenas, LC | Fuente: www.somosrc.mx



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, que esté dispuesto a correr el riesgo de volver a ser como un niño.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10.12-14

En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: "¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?".

Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: "Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos". Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo.

¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella, que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños".

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Solamente quien tiene un corazón endurecido puede no conmoverse ante la inocencia de un niño. Y es que la ternura y espontaneidad de un infante nos recuerda de una época en nuestra propia vida en que todo parecía más simple, en que -en toda sinceridad- nos hacíamos menos complicaciones.

Sin embargo, más allá de este elemento nostálgico, hay una razón más profunda por la que Jesús nos llama a ser nuevamente como niños. Dicho motivo está relacionado con nuestra pequeñez, es decir, nuestra debilidad. Un niño no teme ser incapaz de hacer algo, porque sabe que alguien más le ayudará a conseguirlo; un niño no tiene miedo de ser débil y dejar que otros vean que lo es.

¡Qué diferente es la visión del adulto, que aparenta ser perfecto e irreprochable en todo! Ahí es donde se equivoca. No se da cuenta, pero detrás de esa máscara esconde una actitud verdaderamente torcida: decir ‘no’ a ser como niños es rehusarse también a dejar que Cristo sea el salvador de nuestra vida. Quien actúa así ciertamente no podrá jamás entrar en el Reino de los Cielos.

Cuando Jesús se acerque a ti, existe la posibilidad de que sea recibido por un letrero que diga: ‘Se busca salvador, interesados tocar a la puerta’; o bien por otro letrero que además indique: ‘El puesto ya fue ocupado por mí mismo, no molestar.’ De ti depende si quieres abrir tu corazón a Él o pedirle que siga su camino en busca de alguien que sí esté dispuesto a correr el riesgo.

«Usted dijo una expresión que es conmovedora: la “cultura del niño”. Hoy tenemos que retomarla. La cultura de los niños. Hay una cultura de sorpresa al ver crecer, ver cómo se sorprenden con la vida, cómo entran en contacto con la vida. Y debemos aprender a hacer lo mismo. Esa senda, ese camino que todos hemos hecho como niños, debemos reanudarlo. Usted citó el Evangelio de Marcos: “Dejad que los niños...”; pero también hay otros pasajes del Evangelio en los que Jesús va aún más lejos: no dice solamente que se acoja a los niños y que quien les acoge le recibe a Él, sino que va más allá: “Si no os volvéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos”. Y esto es lo que la cultura del niño debe enseñarnos. De alguna manera debemos volver a la sencillez de un niño y sobre todo a la capacidad de sorprendernos. ¡Las sorpresas! Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas, y debemos aprender esto».
(Saludo improvisado de S.S. Francisco en el Encuentro con los miembros del Instituto de los Inocentes, 24 de mayo de 2019).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy viviré de cara a Dios con sencillez, no buscando dar una impresión de ser alguien que no soy.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.



Reflexión de Mons. Enrique Díaz en audio:





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