¿En qué gastamos nosotros la vida? ¿Qué es lo que más nos preocupa? Si hacemos una escala de valores, seguramente pondremos muy en alto lo que más nos interesa: el amor, Dios, la familia, los demás, la educación…

Pero después nos descubrimos afanados y preocupados no por esos valores, sino por nuestras ambiciones de poder y de dinero; de placer y de bienestar personal individualista. Los valores se han quedado muy lejanos, como perdidos. Navegamos como una barquilla cuyo piloto  quiere conducir sin mirar las estrellas, sin ninguna brújula. Se ha perdido la ruta y no la reencontraremos si no miramos al cielo.

Se desprecian los valores como si fueran obstáculos que nos impidieran un recorrido veloz y seguro, pero al final nos encontramos vacíos y perdidos. Se oscurecen los referentes que pueden dar dirección a la vida y nos lanzamos sobre espejismos. Se navega a la deriva y se termina encallando en rocas que destruyen la barquilla.

Hoy Jesús nos invita a mirar hacia el horizonte y descubrir las luces seguras que pueden conducirnos. Nos cuestiona sobre qué es lo más importante para nosotros y qué esfuerzo dedicamos a conseguir ese tesoro. En días pasados se daba a conocer una noticia alarmante y escandalosa: unas adolescentes se prostituían en una de las plazas de la ciudad y cuando se les preguntó la razón respondieron que deseaban tener el celular último modelo. Muchos comentarios y críticas se suscitaron, pero es la realidad  de lo que pasa en nuestras vidas, nos prostituimos y vendemos nuestra persona por cosas que no valen la pena.

Hemos perdido la luz de los ojos y nos dejamos guiar en la oscuridad por quienes tienen negras ambiciones e intereses oscuros. “Donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón”, afirma Jesús y nos obliga a mirar dónde hemos puesto el corazón, qué descubrimos en su interior, en qué se ocupa ordinariamente. ¿Qué nos sugieren las palabras de Jesús en este día?