Pueblos y Estados aislados
Por: P. Fernando Pascual, L.C. | Fuente: Catholic.net
En algunos lugares del planeta habitan pueblos aislados. ¿Aislados de qué? De emigrantes no deseados, de una técnica no apreciada, de ideas rechazadas porque podrían alterar el modo de vivir, de virus o bacterias que podrían traer los forasteros.
Entre esos pueblos aislados se encuentran grupos indígenas que mantienen su distancia de la "civilización tecnológica" en algunas zonas amazónicas. Otro pueblo aislado, menos famoso, vive en Sentinel del Norte, una isla del océano Pacífico en la que fue asesinado un misionero estadounidense que allí había llegado en noviembre de 2018.
En otros lugares, existen niveles mayores o menores de aislamiento. Por ejemplo, en algunos valles de difícil acceso, o en lo alto de mesetas o montañas. No han faltado, a lo largo de la historia, pueblos o Estados que han optado por cerrar sus fronteras y promover sistemas más o menos eficaces de aislamiento.
Incluso entre los que son vistos como Estados modernos, caracterizados por un alto uso de tecnología y numerosas relaciones con otros Estados, hay grupos que promueven y estimulan medidas a favor del aislamiento: levantar muros, controlar fronteras, disminuir las importaciones, poner obstáculos a la inmigración.
¿Por qué un grupo humano, sea cual sea su organización interna, busca aislarse? Cada pueblo podrá dar sus respuestas, pero en ellas siempre se hará presente el deseo de preservar el propio modo de vivir más o menos inalterado, al mismo tiempo que se percibe la llegada de inmigrantes como un peligro o amenaza a tal modo de vivir en sus costumbres, creencias religiosas, etc.
Lo anterior supone dos ideas muy sencillas: aceptar que es bueno (o al menos no es malo) vivir como ya se vive; y sospechar que la introducción de cambios dañaría ese modo de vivir, incluso hasta provocar luchas, enfermedades u otros perjuicios más o menos graves.
Esas ideas, desde luego, necesitan ser justificadas. Primero, porque no siempre resulta claro que vivir aisladamente sea beneficioso. Segundo, porque en ocasiones un influjo externo puede provocar mejoras incluso en sistemas que tienen muchos elementos buenos.
Bastaría con recordar cómo algunos pueblos han sido presionados desde el exterior para suprimir la esclavitud, para dejar de hacer sacrificios humanos, o para promover un auténtico respeto hacia la mujer.
Algunos pueblos y Estados han buscado y buscan niveles mayores o menos de aislamiento. Esta búsqueda merece ser analizada en profundidad, para descubrir si se trata de algo bueno, que defiende y conserva modos sanos de vivir, o si llevaría a perpetuar costumbres y tradiciones que pueden ser dañinas, sobre todo para los miembros más débiles de un grupo social concreto.