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El sentido superior de las Comunidades cristianas
"Una sociedad es un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de ellas"


Por: Sofía Aguilar | Fuente: Catholic.net



De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), todos los hombres tenemos un mismo llamado o el mismo fin que es Dios. Adicionalmente, el CIC establece la necesidad imperante del hombre de una vida social, ya que existe una relación entre Dios y la fraternidad que debe de existir entre los hombres. Entre más profundizamos en nuestra relación con nuestros hermanos de la forma correcta, más gracias Dios derrama sobre nosotros. De hecho, el CIC determina claramente que la vida social no es un elemento añadido a nuestra persona sino una exigencia misma de nuestra naturaleza, ya que a través del ejercicio fraterno con nuestros hermanos podemos desarrollar nuestras capacidades y ejercer nuestra vocación.

 “Una sociedad es un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de ellas” (CIC,1262). En esta sociedad cada uno desempeña un rol en específico, de acuerdo con los talentos que Dios le ha brindado y, por lo tanto, como cualquier talento debe ser utilizado para obtener frutos, mediante la entrega de estos. Derivadas de esa descripción de sociedad se puede hablar de distintas comunidades, las cuales van desde la familia, los amigos y la parroquia. En las primeras comunidades cristianas no existía una distinción tan clara debido a la forma de vida que poseían. Para ellos, la familia, los parientes y amigos formaban parte de esta gran comunidad en donde el centro era Dios.

Actualmente, en nuestras parroquias podemos encontrar distintas comunidades juveniles, de matrimonios, adultos mayores, etc. en relacióna las necesidades que cada una de estas comunidades posea, asimismo, se establecen, las reglas de convivencia y el orden jerárquico que seguirán. Más allá de entender la estructura de estas comunidades, es muy importante, comprender el principio y objetivo de las mismas, que debe remontarse al de las primeras comunidades cristianas, y que es tener a Dios en el centro. En Hechos de los apóstoles encontramos muchos ejemplos de cómo los primeros cristianos compartían en comunidad, brindándose, seguridad material y emocional, motivándose continuamente para poder llegar a una meta compartida: la salvación. Ese debe de ser el principio fundamental de cualquier tipo de comunidad cristiana. “Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.  Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar” (Hechos 2, 44:47).

Todos los bautizados pertenecemos al cuerpo místico de Dios, que es la Iglesia, como Iglesia pertenecemos a la comunidad cristiana y, por lo tanto, como bien lo establece el CIC debemos de cumplir con nuestras obligaciones en esta sociedad. Ese papel que desempeñamos dentro de esta sociedad cristiana es la entrega de los dones que Dios nos ha regalado para los demás, precisamente en eso constituye nuestra vocación, en como ejercemos el llamado de Dios para entregar nuestros dones y talentos y que rindan los frutos necesarios para su gloria. Lo más grandioso de vivir en comunidad radica precisamente en esto, en el amor y en la entrega, en la fraternidad y en la convivencia. No solo nos permiten cumplir con nuestras obligaciones dentro de la sociedad, si no que, sobre todo nos acercan más a Dios. El vivir en comunidad nos brinda grandes momentos de felicidad, simpatía, paz y amor. El ejercicio de nuestra vocación en estas comunidades cristianas nos da las gracias suficientes para seguir en el camino hacia la santidad, hacia el encuentro diario con el Señor. Recordando como seres sociales, que siempre estamos acompañados por nuestros hermanos. De ahí, la frase de grandes Santos que han pisado esta tierra y han afirmado: ¡Nadie se salva solo!

El mismo Papa Francisco, nos ha recordado esta frase, al referirse precisamente a la importancia de caminar codo a codo con nuestros hermanos, de apoyarnos como lo hacían los primeros cristianos, considerando desde una escala evolutiva; compartiendo los bienes materiales, apoyándose en momentos difíciles, acompañándose en las visitas al templo, corrigiéndose de manera fraterna,  respetando los principios de la comunidad, luchar contra el enemigo a través de la oración, para lograr así el fin último de los hombres: Dios. En esto radica la razón de ser de las comunidades cristianas, el ayudar a nuestros hermanos a obtener juntos nuestra salvación para poder regresar con nuestro Padre celestial.

Para terminar, me gustaría citar textualmente lo que el CIC (1262) establece al respecto de lo mencionado anteriormente. “La sociedad humana [...] tiene que ser considerada, ante todo, como una realidad de orden principalmente espiritual: que impulse a los hombres, iluminados por la verdad, a comunicarse entre sí los más diversos conocimientos; a defender sus derechos y cumplir sus deberes; a desear los bienes del espíritu; a disfrutar en común del justo placer de la belleza en todas sus manifestaciones; a sentirse inclinados continuamente a compartir con los demás lo mejor de sí mismos; a asimilar con afán, en provecho propio, los bienes espirituales del prójimo”.

Bibliografía:
Iglesia Católica. (2012). El apostolado. En 2ª ed., Catecismo de la Iglesia Católica (1262). Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.







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