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Crudo Cristianismo
Con cierto gozo el cristianismo anuncia verdades difíciles de abrazar


Por: Lazaro García | Fuente: Catholic.net



No hay por qué negarlo, es un excelente título, quizá es la idea principal de un proyecto literario, igual que en muchas ocasiones sólo es una pequeña probadita que abre el gusto de quien se atreva a pasar la vista por estas delgadas líneas.

Si somos observadores podremos pensar que esta sociedad no está hecha para las cosas crudas, para lo que parece severo por ser auténtico, no está hecha para cosas crudas, mucho menos para cristianismos y en consecuencia quien así razone merece el título de buen observador. En nuestra sociedad se necesitan siempre matices que aligeren, esos " filtros" que nos diluyan los rasgos propios y naturales del rostro y aparenten otro; tememos a lo real, a la desnudez de la veracidad, a lo crudo de la sinceridad.

En nuestro tiempo muchas palabras llegan a un sentido negativo; autenticidad se mira como un exceso, casi un radicalismo, perseverancia se mira como necedad, energía parece ser una especie de fanatismo. Pareciera que la solución de esta sociedad ficticia compuesta de personas “tolerantes” se asemeja a esa aurea mediocritas del poeta latino. Quizá nuestra sociedad se diga equilibrada pero en el juego de adjetivos que ya comenzamos yo podría decir que su equilibrio me parece hipocresía y a la vez conformismo.

Nadie puede juzgar al hombre íntegro por el resultado de sus acciones; de hecho podría resultar ejemplar en cuanto a su conducta, una conducta modelo incluso para los que no creen. La crítica viene a esa base doctrinal o dogmática que facilita esta práctica de quien abraza una religión porque según piensa la mayoría te volverá fanático de esos que degüellan pagaanos porque "sólo eso puede resultar de una religión".

Pero no nos equivoquemos, una fe pobre aunada a un ignorancia profunda nos otorga un monumental fanatismo; por el contrario, la razón que entiende y permite amar lo que se comprende es uno de los logros y proyectos más buscados por el cristianismo desde sus orígenes, base doctrinal del mismo Orígenes.

De ahí que con un genial filósofo italiano (Pandolfi) puede decir que no es verdad porque lo crea un cristiano sino que el cristiano lo cree porque es verdad y si algo diferente a lo que creemos es lo verdadero lo abrazaríamos como verdad. Esta pasión por lo más verdadero, este amor por el Logos que lleva al extremo la caridad y llena de ascetismo y renuncia la vida, esta búsqueda de un cielo muy distinto al que la tierra ofrece trata de mejorar todo cuanto sea posible en esta tierra para que se parezca más a ese cielo, toda esa armonía y radicalidad que al cristiano exige tal nombre Chesterton lo llama Ortodoxia.

Podríamos hablar de un cristianismo desnudo que sabe hacer frente a las épocas, a las propuestas sociales, a los sistemas inhumanos que atentan contra la razón aún en nombre de la misma razón. Quizá esta desnudez del dogma, esta exigencia tan patente para quien decide llevar el nombre de cristiano es lo que nos hace renunciar a la idea de contemplar una faz seductora del mundo como un artista frente al modelo del Renacimiento. Con cierto gozo el cristianismo anuncia verdades difíciles de abrazar, desafíos tan contundentes que podrían acabar con la comodidad de cualquier hombre, con esa aparente "felicidad". Es por tanto que abordar el cristianismo tiene cierto grado de belleza pero también de terrible realidad, de parca desnudez, una singular crudeza.



Este crudo cristianismo puede parecer intolerante, cerrado, abusivo, "dogmático", arrogante, y retrógrado para los ojos de una sociedad diezmada por el relativismo o educada por el mercantilismo para ser utilitaria. Sin quererlo las críticas nos demuestran que algo anda bien, que este crudo cristianismo no es más que auténtico, simple y crudo Cristianismo.







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