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Homilia del 10 de Diciembre 2018

Hoy hemos visto maravillas
Ahí está mi camino del Adviento: colocarme delante de Jesús y recibir su amor.


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net



Isaías 35, 1-10: “Dios mismo viene a salvarnos”

Salmo 84: “Nuestro Dios viene a salvarnos”

San Lucas 5, 17-26: “Hoy hemos visto maravillas”

 

¿Qué es el Adviento? Hoy, al escuchar eltexto evangélico, me pregunté si para mí el Adviento no debería ser colocarme delante de Jesús. San Lucas no nos dice mucho del paralítico, nos habla de lo que hacían sus amigos, de la fe con que lo trasladaban, del entusiasmo con enfrentaban las dificultades, de su ingenio para colocarlo exactamente delante de Jesús.



¿Qué pensaría el paralítico? ¿Cómo miraría a Jesús? Si me pongo en su lugar, llevado paralizado y desalentado, colocado frente a Jesús, me siento contemplado por su mirada, amorosa, es cierto, pero también penetrante. Lo más grave de mi vida no es la parálisis física, lo más grave es la parálisis en el amor que me ha invadido. Mis manos están toscas y endurecidas porque no están dispuestas a extenderse hacia el hermano que está en desgracia; mis pies no se atreven a dar pasos en la aventura de seguir a Jesús, se quedan tiesos, anclados en mi egoísmo y en mi soberbia.

No estoy dispuesto a ponerme de pie, prefiero ignorar mis posibilidades, es mejor echar culpas a los demás… tengo resentimientos que me atan, tengo miedos que no me permiten caminar, tengo pecados que nublan mi vista y oscurecen mi camino. Y estoy en este Adviento frente a Jesús. Todos esperan que me haga caminar, que solucione mis problemas, que me ponga en pie… Él me contempla, me mira en profundidad y exclama nuevamente: “Amigo mío, se te perdonan tus pecados”. Me llama amigo, a pesar de mis negaciones y mis infidelidades, me habla dulcemente aunque no he estado a su lado, me devuelve el título que yo le he quitado: “Amigo mío” Y no le importan mis resequedades ni mis torpezas, me dice las palabras más valiosas que puede haber: “Se te perdonan tus pecados…” Sin pecado, sin maldad, sin egoísmo, nuevamente podré caminar, podrán mis manos construir, podré acariciar… Sin pecado otra vez seré verdaderamente hombre, verdaderamente hijo de Dios. Ahí está mi camino del Adviento: colocarme delante de Jesús y recibir su amor.
 







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