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Una vida vivida en plenitud
Santo Evangelio según San Mateo 5, 43-48. Martes XI de Tiempo Ordinario.


Por: H. Adrián Olvera, L.C. | Fuente: missionkits.org



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor…, definitivamente sin Ti no puedo nada. Sin embargo, contigo…, todo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)



Del santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Han oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.

Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Uno de los pensamientos que pueden surgir al escuchar o al leer la enseñanza que nos muestra Jesús en este Evangelio podría ser: "esto es demasiado", pues son de las enseñanzas que es muy bonito escucharlas, pero no así ponerlas en práctica.

Dicho primer pensamiento es comprensible ya que nuestra tendencia natural suele llevarnos a amar a los que nos aman, a ser buenos con los que han sido buenos con nosotros… Sin embargo, Jesús nos muestra el corazón de Dios que es Padre…, un Padre que siempre quiere lo mejor para sus hijos y que, por lo tanto, no quiere que éstos vivan una vida a medias, muy al contrario… quiere que vivan, es decir -que vivamos- una vida llevada al máximo, una vida vivida en plenitud.

Dios Padre nos lleva por un camino al cual puede que, a primera instancia, no queramos ir pues implica salir de uno mismo, negarse a uno mismo; y esto siempre es difícil. Sin embargo, Dios tiene una visión más amplia del camino y sabe que si perseveramos y nos confiamos a Él, llegaremos a un lugar donde la vida se ve distinta, es decir, veremos desde una perspectiva que sólo ven aquellos que no se quedan en lo que es cómodo y fácil de hacer. Veremos la vida como aquellos que han sabido que este camino es imposible recorrerlo por sí solos y se han abandonado en las manos de Dios. Es decir, veremos la vida, no como algo que "es demasiado" sino que la veremos como los santos la ven: no hay nada imposible para Dios (Lc 1,37).

Por tanto -dice Jesús- sed perfectos como su padre es perfecto. Es decir, Jesús nos invita a la santidad, a ser santos y para ello sólo necesitamos confiar en Dios y decidirnos a querer serlo.

Y tú, ¿quieres ser santo?

Ojalá todos fuéramos profetas. Ojalá cada uno de nosotros se abriera a los milagros del amor para el bien de su propia familia todas las familias del mundo, y estoy hablando de milagro de amor y poder así superar el escándalo de un amor mezquino y desconfiado, encerrado en sí mismo e impaciente con los demás. Les dejo como pregunta para que cada uno responda, porque dije la palabra impaciente. En mi casa ¿se grita? ¿o se habla con amor y ternura? Es una buena manera de medir nuestro amor. Qué bonito sería si en todas partes, y también más allá de nuestras fronteras, pudiéramos alentar y valorar esta profecía y este milagro.
(Homilía de S.S. Francisco, 27 de septiembre de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hacer un acto de caridad con la actitud de no recibir nada a cambio.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 







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