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Entrevista Fr. Manuel Uña Fernández, O.P.

Parte I. Una vida entre dos luces
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Mi misión como fraile predicador ha sido la de saber escuchar y acompañar a los cubanos


Por: Sor Indira González Shoda, S. de M. | Fuente: Catholic.net



El Padre Manuel Uña nació en 1935, en un pueblo de Castilla la Vieja, tomó los votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia en la Orden de los Predicadores (Dominicos) en 1953 en Granada, España, y fue ordenado sacerdote el 15 de marzo de 1959, con solo veintitrés años de edad. Sirvió como dominico en varios lugares de España: desde párroco en los suburbios obreros donde había gente que nunca había vivido en una casa, hasta superior provincial.

Visita a Cuba por primera vez en febrero de 1986, y se queda a trabajar permanentemente en octubre de 1993 “bajo un apagón” –recuerda–, “lo primero que me regalaron fue una linternita, que es todo un símbolo, porque sirve para iluminar, no para deslumbrar…”. En Cuba, el ha sido superior de la comunidad que fundara en 1995 el Aula Fray Bartolomé de Las Casas y, posteriormente, el Centro de Formación del mismo nombre, que funcionan en el convento San Juan de Letrán, en 19 y H en El Vedado.


1. Padre Manuel, usted ha acompañado al pueblo cubano en momentos muy significativos. Cuéntenos algo de esta experiencia como dominico en Cuba.

Vine a Cuba por primera vez en el año 1986, era provincial de los dominicos de la antigua provincia de Bética (Andalucía). Cada año a lo largo de los dos provincialatos visitaba la Isla para estar con los hermanos y colaborar en todo cuanto fuese posible. Recuerdo que cuando vine la primera vez Mons. Prego, obispo de Santa Clara, me habló de las correcciones que estaba haciendo al documento final del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC). En Sevilla mucho me había hablado Mons. Carlos Amigo de dicho evento, porque él había estado presente y regresaba eufórico. Al finalizar el almuerzo y despedirme, me dijo algo así: “Vas a un pueblo que habla aplaudiendo”.

Me hacía mucha ilusión leer ese documento, y tan pronto llegué lo busqué por todos los medios. La lectura, con el propósito de conocer, fue para mí una necesidad que se convirtió en pasión; y en Cuba, el primer paso. Recuerdo que comencé por la carta pastoral de los obispos católicos cubanos “El Amor todo lo espera”, los documentos del ENEC, algunas Obras de José Martí, así como de nuestros admirados poetas Dulce María Loynaz y Eliseo Diego, por demás queridos vecinos de Letrán.



Ya en Cuba hubo una expresión de uso popular que entonces me llamó mucho la atención, el “por si acaso”. A través de estos métodos aprendí a ver la realidad cubana, y mientras más la conocía me percataba de mi tránsito desde el querer aprender hasta el descubrir en mí la necesidad de dejarme enseñar por la realidad. Lo más importante en este tiempo ha sido dejarme enseñar.

En el discurso inaugural Mons. Adolfo, Presidente de la Conferencia Episcopal, escribió: “El ENEC no es un final sino un comienzo nuevo. Quiere ser profético, sugerente y programático, mirando a largo plazo…Nada en esta vida es hasta hoy y desde hoy: la vida se teje de pasos y el ENEC también…Lo único que el ENEC puede es cumplir lo que enseñó el Señor: “Caminar hoy el camino de hoy y mañana el de mañana, sin pretender ver el camino entero”.

2. Nos habla de unos años en que a Cuba era difícil acceder como Religioso y extranjero...

En mi última visita a la Isla, en febrero del 93, me entrevisté con el Dr. José Felipe Carneado, jefe en aquel momento de la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista Cubano. Había desarrollado una buena relación con él y conversando le comenté: “Acabo de hablar con Monseñor Faustino, al que he manifestado mi deseo de venir a Cuba al finalizar mi servicio como provincial”. Sonriendo, me comentó el mal momento por mí elegido, pues se iniciaba el período especial, con muchas carencias en todos los campos. Yo también le devolví una sonrisa, a la vez que le entregaba una carta con la petición y le comenté, “yo vengo, pero es Dios quien me trae, así se lo diré al nuevo Provincial que salga elegido”. Regresé en octubre de ese mismo año y lamentablemente Carneado ya había fallecido, pero en el despacho había quedado mi carta.



Todavía me siento profundamente agradecido a quienes hicieron posible que pudiese entrar el 15 de octubre del 1993. El viaje no se me hizo demasiado largo porque, como le comentaba, vine leyendo y tomando notas sobre el mensaje publicado por los Obispos de Cuba “El Amor todo lo espera” (8 de septiembre, 1993), puesto que me parecía un documento iluminado para el momento que Cuba estaba viviendo: “Es necesario que abiertos a la realidad busquemos sinceramente la verdad con un corazón dispuesto a la comprensión y al diálogo. Un diálogo franco, creativo, libre… Un diálogo que pase por la misericordia, la amnistía, la reconciliación, como lo que quiere el Señor…”.

Recuerdo que al llegar estábamos en apagón, en pleno “período especial”, y los jóvenes me regalaron una linternita que conservo como un sacramental al tiempo que me dijeron: “Padre, esto no alumbra mucho pero sirve para iluminar”.  En estos 25 años de estancia en Cuba he visto a un pueblo caminar con la ilusión de ser formado, parafraseando a Martí, en “una república con todos y para el bien de todos”.

En efecto, varios han sido los momentos que me ha tocado vivir junto a los cubanos y que han abierto las puertas hacia un futuro mejor; momentos que han servido para la expresión de ese cariño y afecto natural de los cubanos.

3- Y en medio de estos años la visita del Papa San Juan Pablo II...

La visita del Papa Juan Pablo II a la Isla y al Aula Magna de la Universidad de La Habana en el año 1998, como “mensajero de la verdad y la esperanza”, fue un hecho trascendental que dinamizó el sentir de los cubanos. Esto había sido precedido por tres años de preparación en los que la Iglesia realizó una ingente labor evangelizadora alrededor de tres preguntas fundamentales: ¿Quién es María? ¿Quién es Jesús? ¿Quién es el Papa? Las respuestas permitían el encuentro del pueblo con la Iglesia, que se había lanzado a las calles tocando puerta por puerta para que no quedase ningún cubano sin ser convocado al encuentro con Jesús y con el Papa.

Ochenta y seis fueron los laicos de nuestra comunidad que colaboraron en esta labor. Fue un momento nuevo, impensado, sorprendente…

El mensaje de Su Santidad en cada sitio donde estuvo fue, ciertamente, un estímulo para toda la nación. Su visita a la Universidad de La Habana tocó muy de cerca a los dominicos en Cuba; yo estaba allí, contemplando el escudo de la Universidad y de nuestra Orden, que se ha mantenido hasta hoy. En su discurso el Papa nos dijo: "Recuerden que la antorcha que aparece en el escudo de esta casa de estudios no es solo memoria de un pasado sino también proyecto”. Cuando llegué, me colocaron en primera fila, y  al pedir que me pusiesen más atrás, el jefe de protocolo puso la mano sobre mi hombro y me dijo: “Padre Manuel ¿no fueron los dominicos los fundadores de la Universidad? Usted se queda ahí, es el sitio que le corresponde por la historia, a su izquierda estará la Conferencia Episcopal y a la derecha el Presidente del gobierno”. Al final del encuentro el Papa se paró a saludarme.

El mensaje del Sumo Pontífice a los cubanos abría las puertas hacia el diálogo y la reconciliación, la paz y la concordia. “Cuba, cuida a tu familia para que conserves sano tu corazón”, tal era el llamado del Papa. Por otra parte “que el mundo se abra a Cuba y que Cuba se abra el mundo” apuntaba hacia el inicio de un camino nuevo. Se trataba de la apertura de mente y corazón para que Dios entre en nuestras vidas y nos haga más humanos y mejores cristianos.

Otro acontecimiento importante en este tiempo ha sido la preparación y recorrido de la Virgen  de la Caridad (Mambisa) por toda la Isla: “A Jesús por María. La Caridad nos une”. Es decir, el camino para llegar a Jesús es a través de su madre. La Virgen de la Caridad no solo es símbolo de religiosidad en esta nación, es también signo de unión, de encuentro y de diálogo; los cubanos, ante la Virgen de la Caridad, se sienten hijos de una misma madre, creyentes y no creyentes se unieron en comunión para recibir a la Virgen en cada rincón del país. El recorrido de la imagen puso las bases para la llegada a La Habana del Papa Benedicto XVI, quien arribaba a Cuba como “peregrino de la Caridad”.

Cuba es de los poco países que ha tenido la dicha de ser visitado por los últimos tres pontífices. Han sido visitas significativas para la nación, algo nuevo está naciendo en esta patria que los Papas han querido acompañarnos. La visita del Papa Francisco, como “misionero de la misericordia”, en misa celebrada en la Plaza de la Revolución, recordó a todos los cubanos “que quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

El camino iniciado en Cuba ha sido el diálogo, por eso quisiera destacar como trascendental el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU. El diálogo hace posible iniciar el camino de encuentro, paz y concordia; se ha dado un primer paso para ambas naciones. La visita del presidente Barack Obama a La Habana junto a este proceso de conversaciones y restablecimiento de relaciones ha despertado en los cubanos otra sensibilidad e ilusión por el futuro. Mi misión como fraile predicador ha sido la de saber escuchar y acompañar a los cubanos a que mantengan viva la esperanza y proporcionar espacios de diálogo que permitan la reflexión para juntos tender puentes que acerquen.



Artículo patrocinado.

Gracias a nuestro bienhechor Carlos Vaquero Bazan por su donativo, que hizo posible la publicación de este artículo

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