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A imagen de Dios
Santo Evangelio según San Marcos 10, 1-12. Viernes VII de Tiempo Ordinario.


Por: H. Jorge Alberto Leaños García, L.C. | Fuente: missionkits.org



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, vengo a encontrarme contigo al inicio del día, para escuchar lo que quieres de mí. Enséñame a creerte y a seguirte para experimentar tu Palabra que salva.

Ya sea que este alegre o cansado, ilusionado o sin proyectos, con planes destruidos o con frutos evidentes... estén como estén las cosas, ayúdame a nunca olvidar lo importante para que, recordando que no importa los sentimientos, pueda llegar a experimentar la realidad de tu cercanía. Quiero estar consciente de que Tú siempre estás a mi lado.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 10, 1-12

En aquel tiempo, se fue Jesús al territorio de Judea y Transjordania, y de nuevo se le fue acercando la gente; él los estuvo enseñando, como era su costumbre. Se acercaron también unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: "¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?".

El les respondió: "¿Qué les prescribió Moisés?" Ellos contestaron: "Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa". Jesús les dijo: "Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne.De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre".

Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: "Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio",



Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La unión que pueden formar el hombre y la mujer ante el matrimonio y la familia, se logra hacer a imagen de la unidad del Padre que ama incondicionalmente al Hijo, y del Hijo que se da sin medidas al Padre.

Somos imagen de Dios por la unión que somos capaces de alcanzar. Para eso Dios nos ha creado. Ante tal belleza, Él no quiso permitir la desunión. En cada hombre y mujer capaz de donarse se ve la imagen y semejanza de este intercambio de amor.

Todos estamos llamados a darnos y donarnos, pues es el núcleo de toda vocación.

Ahora bien, podremos ser una imagen de Dios oscurecida, arrugada e incluso rota… Esto no era el plan original de Dios, pero, sin importar las circunstancias, "toda persona" podrá seguir siendo reflejo de Dios mientras pueda seguir donando sus fuerzas, entregando su persona y amando sin medidas, porque el amor que cuesta es el reflejo más perfecto de Dios.

Sólo debemos aprender a amar desde nuestra realidad personal. Es difícil, pero basta ver el crucifijo para entender la locura del amor, pues no hay resurrección sin muerte; no hay entrega sin renuncia.

Dios no ha creado al ser humano para vivir en la tristeza o para estar solo, sino para la felicidad, para compartir su camino con otra persona que le sea complementaria; para vivir la extraordinaria experiencia del amor: es decir de amar y ser amado; y para ver su amor fecundo en los hijos. Este es el sueño de Dios para su criatura predilecta: verla realizada en la unión de amor entre hombre y mujer; feliz en el camino común, fecunda en la donación recíproca.
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de octubre de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hacer un examen para saber cómo estoy amando y hacer una oración especial por los matrimonios que tienen dificultades.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 







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