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En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu
Jesús propone una adhesión más seria a su persona, no solamente para comer.


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |



 

Hechos 7, 51-8,1: ”Señor Jesús, recibe mi espíritu”
Salmo 30: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”
San Juan 6, 30-35: “No fue Moisés, sino mi Padre, quien les da el verdadero pan del cielo”

 

¿Cómo vivir hoy en día la enseñanza de Jesús? Las narraciones que en estos días nos ofrece el libro de los Hechos de los Apóstoles nos retan a ser también nosotros testigos de Jesús. Esteban en todo, sigue a Jesús: en sus discusiones contra los judíos, en su firmeza en la fe, en su perdón y en la forma de buscar llegar al Padre. Sus opositores se niegan a escuchar sus palabras, cierran el corazón y rechinan los dientes, a tal punto se llenan de ira que sacándolo de la ciudad, lo apedrean. Son como dos sistemas frente a la vida, frente a Jesús.

Hay quien lo sigue y busca con firmeza buscar y dar la vida; hay quien se opone con todas sus fuerzas a esta vida. El evangelio nos muestra a las multitudes que buscan a Jesús pero sólo por el pan. Él propone una adhesión más seria a su persona, no solamente para comer. Cuando piden señales y recuerdan el maná dado a sus padres en el desierto, Jesús devela su verdadera identidad al presentarse como el pan de vida. El pan nutre, el pan une, el pan sostiene. Nosotros tenemos hambre, nuestro mundo tiene hambre, pero nos saciamos de migajas que nos ofrece el mundo.



Pero esto no nos sacia, siempre seguimos con deseos de más. Este día reflexionemos cómo es nuestro seguimiento de Jesús. ¿Nos alimentamos de Él? ¿Nos asemejamos a Él? Dicen que somos lo que comemos. Ojalá que hoy nuestro alimento sea el Cuerpo de Jesús, la Palabra de Jesús y la cercanía a cada uno de los hermanos donde Jesús se hace presente.

Los opositores tanto de Esteban como de Jesús, se refugian en estructuras y privilegios que parecerían protegerlos y darles seguridad, pero  ser pan lleva la riqueza de ser unión pero el riesgo de ser tragado, destruido e incluso pisoteado.

¿Cómo ser pan en la familia, en el trabajo, en la sociedad? ¿Cómo alimentarse ahora en nuestros tiempos de Jesús? Guardemos sus palabras en nuestro corazón: “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed”.

 









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