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Reflexión del evangelio de la misa del Domingo 11 de febrero 2018

¿Quiénes son los leprosos de hoy? VI Domingo Ordinario
Necesitamos quitar las barreras de nuestra mente y de nuestro corazón para abrirnos y hacernos sensibles y misericordiosos como Jesús.


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net



Lecturas:

Levítico 13, 1-2. 44-46: “El leproso vivirá solo, fuera del campamento”

Salmo 31: “Perdona, Señor, nuestros pecados”

I Corintios 10, 31-11,1: “Sean imitadores míos como yo lo soy de Cristo”

Marcos 1, 40-45: “Se le quitó la lepra y quedó limpio”



 

La pobre casita se pierde entre la miseria de una populosa colonia de la ciudad. Margarita, tensa y preocupada, entre el dolor y la rabia, expresa sus sentimientos al contemplar a su esposo tirado en el camastro: “Ya se está muriendo. Hace muchos años se fue a Estado Unidos y casi nos tenía olvidados. Ahora regresó enfermo, no más para morirse y llenarnos de vergüenza. Los vecinos no nos quieren hablar y nos cierran sus puertas. Nosotros no queríamos que nadie supiera pero no sé cómo salen las cosas y ya toda la colonia sabe que está enfermo de sida. Yo tengo resentimiento porque siempre nos tuvo en el abandono. Sabrá Dios dónde agarró su enfermedad pero no ha de ver sido por andar de buena gente…” Así, abandonado, sin medicinas, sin atención y sin los cuidados mínimos, Alberto muere la siguiente semana. El sida aísla, provoca rechazo y grave discriminación.

Hoy celebramos EL DÍA DEL ENFERMO y desfilan ante nuestros ojos y nuestra imaginación miles de enfermos olvidados, separados, descartados, pero amados muy especialmente  por el Señor Jesús.

El panorama de la marginación entre nuestros pueblos es impresionante. En nuestra sociedad se multiplican las formas de discriminación: emigrantes que son vistos no sólo como forasteros sino como verdaderos delincuentes; los enfermos de sida, los indígenas, las víctimas de la droga, las mujeres, los que son de otra organización, los que no tienen trabajo, los que piensan diferente a nosotros, los que son de otros partidos… ¡como si no fuéramos todos hijos de Dios! Por desgracia las fronteras territoriales, de partidos o de pensamiento, vienen a destruir y a cuestionar la fraternidad humana. Y, después, también se dan los casos de los ciudadanos que están clasificados como en especie de categorías, de primera, segunda, tercera… y hay quien no alcanza ya a entrar en ninguna categoría, no es considerado ciudadano y no se le reconoce ningún derecho. Tenemos un miedo terrible al que es diferente y nos ponemos, de entrada, en una actitud defensiva frente a ellos, pero con frecuencia se pasa a una actitud agresiva y beligerante.

La misión de Jesús más que una misión religiosa es una misión de dignificación, de humanización, de curación. La escena del leproso nos sirve para hacer visible esta espiritualidad de Jesús que rompe barreras y prejuicios. La lepra en Israel era una enfermedad que acababa con todas los distintivos de la persona. La enfermedad en sí misma ya trae pena y dolor. Además el leproso era excluido del pueblo para que no contaminara a la comunidad y se le prohibía la relación con los demás. La soledad, el rechazo y el oprobio, al ser marcado como amenaza para la vida del pueblo, acentuaba su sufrimiento. Era considerado como un muerto, impuro, contaminado, y se formaba una barrera entre él y la comunidad. Para colmo, él mismo tenía que ir proclamando su impureza y su separación. Tocar a un leproso implicaba quedar impuro uno mismo y separarse de la comunidad. Igual que en nuestra sociedad, con muchos nuevos leprosos, se prefería tenerlos aislados y en el olvido. Nos escandalizan estas actitudes del aquel tiempo y tenemos actitudes muy parecidas o peores.



¿Qué hace Jesús? Rompe todo este proceso discriminativo y humillante, su mano rompe barreras. Primeramente permite que “se le acerque” y crea sintonía con el marginado, porque su acción no es meramente una obra caritativa que aleja, sino una participación del mismo sufrimiento. Se pone junto a él, con la consecuencia de quedar también Jesús marginado. La curación de la lepra es una señal mesiánica, signo claro de la llegada del Reino, al romper la raíz de la peor de las marginaciones. Es un signo preñado de humanidad: Jesús se mancha las manos con el dolor de la persona que sufre a pesar de las consecuencias religiosas y sociales que debe asumir. Sólo acercándose físicamente le puede mostrar la cercanía de Dios y la invalidez de las leyes rituales. Para Él, el amor está por encima de las leyes religiosas, sociales o morales. La indignación de Jesús es porque esas leyes atan, marginan y deshumanizan. Crean barreras y estorbos, a veces insuperables, que separan a las personas entre sí y también de Dios. ¿Cómo sentir el amor de Dios cuando los hombres no te quieren reconocer como persona?

La mano extendida de Jesús que toca, que cura y que rompe barreras, es para nosotros un signo que nos llama a compromisos y reflexiones. Por una parte no teme entrar en contacto con cada uno de nosotros, con la suciedad y podredumbre, con la miseria humana que vamos cargando. Esto nos alienta para acercarnos a Él a pesar de nuestro pecado e indignidad. Él nunca nos rechaza, Él siempre quiere sanarnos. Pero por otra parte, nos lanza también a nosotros a romper todas las barreras que hemos ido construyendo en torno a los modernos leprosos: ancianos, migrantes, enfermos, etc.,  y nos pide que caminemos junto a Él. Que en su compañía nos acerquemos a los leprosos de hoy que Él “quiere” seguir tocando, bendiciendo, curando y devolviendo la dignidad. Necesitamos quitar las barreras de nuestra mente y de nuestro corazón para abrirnos  y hacernos sensibles y misericordiosos como Jesús. Que a través de nuestras manos siga tocando y acariciando; a través de nuestros ojos mirando con alegría y ternura; y a través de nuestro corazón uniendo, restaurando y humanizando. En este día, dedicado de un modo especial al enfermo, tendremos que aprender mucho del corazón misericordioso de Jesús.

¿A qué nos compromete hoy el Señor? ¿Qué podemos hacer para borrar las barreras de la discriminación y las fronteras que destruyen la hermandad?

Señor nuestro Jesucristo, mano amorosa del Padre, que cura y vivifica, concédenos que nunca cerremos nuestra mano frente al hermano desamparado sino  que siempre  tendamos  lazos de unión y de amor. Amén.

 







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