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Al menos tú ámame
Señor, has hecho todo esto por mí… ¡Gracias! ¿Qué voy a hacer yo por tu amor?


Por: H. Luis Eduardo Rodríguez Alger L,C. | Fuente: http://lcblog.catholic.net



“En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».” (Mt 11,25-30/ Sagrado Corazón de Jesús)

Hoy, Jesucristo, Nuestro Señor, te descubre su Corazón y te dice: “He aquí este Corazón, que ha amado tanto a los hombres, que no se ha reservado nada hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor, y en respuesta no recibo de la mayor parte sino ingratitud, ya por sus irreverencias y sus sacrilegios, ya por su frialdad y desprecio con que, me tratan en este Sacramento de Amor. Pero lo que me es aún mucho más sensible es que son corazones que me están consagrados los que así me tratan. Por esto te pido que se dedique el primer viernes después de la octava del santísimo Sacramento a una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando este día y reparando su honor para expiar las injurias que ha recibido durante el tiempo que ha estado expuesto en los altares. Te prometo también que mi Corazón se dilatará para derramar con abundancia su divino amor sobre los que le rindan este honor, y los que procuren que le sea tributado… Al menos tu ámame.”

Hace 342 años, santa Margarita María de Alacoque escuchaba estas palabras de la boca de su Señor. Pero Jesús no se limitaba a los oídos de la santa… Él quería que todos los hombres escucháramos su mensaje de amor y misericordia. Hoy me está diciendo estas palabras a mí; hoy, te las está susurrando al oído. Él está llamándote por tu nombre, te está intentando enamorar para llevarte al desierto y hablarte al corazón (cf. Os 2,14). Para que al final, podás decir con Jeremías: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; has sido más fuerte que yo y me has podido” (Jer 20,7).

Hoy es un día excelente para hacer una oración sencilla pero llena de vida y de amor, de corazón a Corazón. Basta que recordemos las palabras de san Juan: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.” (1Jn 4,10). Luego, fijemos nuestra mirada en sus ojos llenos de amor y abrámosle nuestro corazón: “Señor, has hecho todo esto por mí… ¡Gracias! ¿Qué voy a hacer yo por tu amor?







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