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Si amas a tus hijos, corrígelos
Educar con Disciplina formarán adultos responsables.


Por: Mónica Muñoz | Fuente: Catholic.Net



Hace pocos días me ocurrió algo sumamente extraño: iba conduciendo el auto aproximadamente a las 8 de la mañana, cuando de repente, por una calle transversal, salieron corriendo tres personas, una de ellas, un hombre joven en shorts y camiseta, parecería que estaba haciendo ejercicio si no hubiera sido porque iba descalzo.  Las otras, dos mujeres, gritaban: ¡allá va!  El espectáculo llamó poderosamente mi atención, pero mayor fue mi sorpresa cuando una de ellas indicó al joven que me pidiera que lo llevará, a lo que accedí sin pensar.  Se trataba de dar alcance a un ratero que minutos antes había entrado a su casa a robarles.  Inútilmente dimos varias vueltas en busca del ladrón, el cual desapareció tranquilamente por las calles.  Antes de dejar al hombre cerca de su casa, me comentó que no era la primera vez que lo despojaban de sus pertenencias, “ya me traen encargo”, me dijo.

¿Por qué será que estamos viviendo tanta inseguridad en nuestras colonias?, las ciudades de provincia se caracterizaban por su paz; cuando alguien hablaba de viajar al Distrito Federal, inevitablemente lo relacionaba con asaltos y violencia.  Ahora, en proporción, considero más insegura Celaya que la capital de nuestro país.

Los expertos hablan de una “descomposición del tejido social”, derivado de la pérdida de muchos valores morales y humanos, y yo creo, además, como diría el Beato Juan Pablo II, que se debe a la pérdida del sentido del pecado.

Ya nada nos parece mal, hemos caído en el relativismo, es decir, lo bueno o malo depende del cristal con que se mire: si algo me beneficia, es bueno, aunque a otros les resulte perjudicial.  Y lo contrario: si a mí me perjudica, es malo.  Hemos olvidado que hay valores absolutos que no dependen de gustos y conveniencias.  Puedo pensar un ejemplo: decir la verdad siempre será lo mejor, aunque con ello puedan acarrearse problemas. Pero para evitarme molestias y fricciones utilizó una mentira “piadosa”, aunque tarde o temprano salga a relucir la realidad.

Este olvido de los valores es lo que ha conducido a los seres humanos a comportarse de acuerdo a sus intereses, no obstante que de esta manera puedan lesionar a sus semejantes.  Y regresando a la historia que ha originado esta reflexión, pienso que al muchacho que se introdujo en casa ajena a robar le faltó que sus padres aplicaran mano dura en su educación.  



Recordemos cómo nuestros abuelos educaron a sus hijos con disciplina y respeto a los mayores, entre muchas otras reglas de comportamiento.  Es muy común escuchar que se dice: “mi mamá no necesitaba hablar, con la pura mirada nos controlaba”. Y si era necesario, utilizaban un correctivo más eficaz, una nalgada o un chanclazo que aplacaba a los chiquillos inmediatamente.  Esos métodos no eran mal vistos, pues la mayoría de los padres de familia tenía la posibilidad de hacer uso de ellos sin recibir una amenaza de demanda.  Ahora, en algunos países es impensable levantar la mano en contra de los niños por el temor de ser acusados de abuso a menores.

No quiero decir con esto que esté a favor de que se haga uso de la violencia con los pequeños, sólo creo que en muchas familias se da preferencia a cumplir caprichos y malcriar a los infantes, donde los padres y madres olvidan que son la autoridad y quienes saben mejor que sus hijos lo que les conviene, y que, para convertirlos en hombres y mujeres responsables y útiles a la sociedad deben corregirlos y estar pendientes de ellos.  

Tristemente, la realidad es otra, los chicos crecen sin reglas, haciendo lo que les place, por una parte porque los papás ya no desean esforzarse, se me figura que piensan “con que no me den lata, que hagan lo que quieran” y se desentienden por completo de la formación que todo niño y niña tiene derecho a recibir en el seno familiar.  Parece exagerado pero basta con echar un ojo a algunas calles de la ciudad, a altas horas de la noche puede observarse niños y adolescentes expuestos a muchos peligros porque no les exigen resguardarse temprano en sus domicilios.  

Y por otro lado, la falta de tiempo, cada vez es más común que ambos padres trabajen y dejen a otras personas a cargo de la educación de sus descendientes.  

Es de suma importancia rescatar y fortalecer las relaciones entre padres e hijos, platicar con ellos, por amor, reprenderlos con cariño sin pasar por alto el mal comportamiento, inculcarles valores con palabras, pero sobre todo, con buen ejemplo, recordando que no son el futuro de México, son el presente de nuestra nación.



Que tengan una excelente semana.







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