Reflexión del evangelio de la misa del Viernes 20 de Octubre de 2017
Perdona, Señor, nuestros pecados
Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |
Romanos 4, 1-8: “Abraham le creyó a Dios y eso le valió la justificación”
Salmo 31: “Perdona, Señor, nuestros pecados”
San Lucas 12, 1-7: “Todos los cabellos de su cabeza están contados”
El miedo se ha ido adueñando de muchos espacios de nuestra sociedad. Tenemos miedo al futuro, tenemos miedo a las enfermedades, tenemos miedo a la violencia… Y no es que sea malo tener un sano temor pues está basado en ese instinto de sobrevivencia que nos protege de los peligros. Lo grave se presenta cuando este miedo nos paraliza, nos coloca en una situación de pánico y nos impide actuar con la debida prudencia. Jesús habla muy claro de evitar la hipocresía.
El miedo a descubrir nuestro interior ante los demás; el aparentar una cosa y vivir otra; el desprestigio brotado de nuestras incoherencias… no deberían impedirnos actuar. Y no es que Jesús nos invite a andar pregonando nuestras intimidades por todos lados, lo que Jesús exige es una coherencia entre la vida y la palabra; somos humanos, cometemos errores, pero no es cristiano llevar una doble vida. Pero además, Jesús nos invita a una vida llena de esperanza y de confianza. No podemos vivir en el temor. Muchos de nuestros temores se basan en complejos que no nos permiten desarrollar nuestras capacidades. Otros temores están basados en creernos superiores y descubrir que somos débiles.
Jesús nos invita a que nuestra confianza la pongamos en Dios Padre que cuida de nosotros. El gran ejemplo se nos presenta en el mismo Jesús: Él es la palabra, pero la palabra hecha carne. Es la palabra que se hace verdad, que se puede tocar. Así deberíamos ser nosotros, consecuentes con lo que hablamos. Pero además Jesús, se reconoce perseguido, en peligro y acosado, sin embargo se mantiene firme en la búsqueda de su Reino y se descubre siempre en manos de su Padre Dios. Creo que es el mejor ejemplo para cada uno de nosotros.
No podemos encerrarnos en casa, no podemos callar ante las injusticias y los desenfrenos, no podemos ser cómplices, con nuestro silencio, del mal que nos está cercando. Tenemos que ser, como en otra ocasión lo dirá, sencillos como palomas, pero astutos como serpientes. Sabernos pequeños y frágiles, pero estar dispuestos a afrontar los más grandes riesgos porque estamos en manos del Señor. Si el Señor está con nosotros ¿quién estará contra nosotros?