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Perdónanos, Señor, y viviremos
Señor, perdón por tanta sangre inocente y por tanta apatía e indiferencia.


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |



San Juan Brébeuf, Isaac, Jogues, pbros y compañeros mártires.
San Pablo de la Cruz
Romanos 3, 21-30: “El hombre es justificado por la fe y no por cumplir la ley de Moisés”
Salmo 129: “Perdónanos, Señor, y viviremos”
San Lucas 11, 47-54: “Les pedirán cuentas de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías”

 

Nunca lo había pensado así. Siempre había reflexionado en este pasaje como en continuación del pasaje que escuchábamos ayer: continuar con la hipocresía y las maldiciones en contra de los que juzgan a los demás, de los que dicen una cosa y hacen otra… y ahora de repente me quedo pensando en la sangre de los inocentes de todos los tiempos. Marchas, manifestaciones, protestas, recuerdos marcados con insistencia… y se sigue derramando la sangre de inocentes. Como si Acteal no hubiera existido, como si nunca hubiera habido la horrible masacre del dos de octubre, como si los genocidios nacionales e internacionales nunca hubieran existido… Se sigue derramando sangre inocente y se les siguen construyendo sepulcros… y seguimos en la indiferencia ante el martirio de tantos inocentes.

“Con eso dan a entender que están de acuerdo con los que sus padres hicieron, pues ellos los mataron y ustedes les construyen el sepulcro”. Nuestra nación se cimbra con la violencia. Los asesinatos de los famosos y de los ricos aparecen  en las noticias, los otros asesinatos, los de los pequeños, los de los inocentes, los de los desconocidos… quedan en el anonimato.

Pero el Señor ha de pedir cuentas de la sangre derramada… desde la de Abel que quiere ser callada con justificaciones que rompen la fraternidad “¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?”, hasta la de Zacarías asesinado en los espacios sagrados. ¿Dónde queda la sangre inocente derramada en medio de las confrontaciones de los poderosos? ¿Dónde las vidas de los pueblos que son sacrificados en aras del progreso y la riqueza de unos cuantos? Es muy duro el evangelio de este día y nos cuestiona profundamente, pues no podemos permanecer indiferentes mientras nuestros hermanos son masacrados públicamente o en la oscuridad y el silencio.



Sangre inocente de niños que no alcanzan a nacer, sangre inocente de migrantes que quedan colgados en las barreras del odio y de la discriminación, sangre inocente de brazos caídos que por no tener trabajo no pueden conseguir lo necesario para la subsistencia, sangre inocente de campesinos que miran languidecer sus campos porque nadie quiere sus productos… Señor, perdón por tanta sangre inocente y por tanta apatía e indiferencia.

 







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