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Todos somos intercesores
Las almas de los que están a la esperan de la resurrección, están vivas, activas y unidas a la intercesión de Cristo y nuestra.


Por: Javier Ordovàs | Fuente: Catholic.net




Jesucristo nos ensenó y nos permitió acceder a  la maravillosa realidad que la Iglesia llama ¨Comunión de los santos¨.


Cuando nos ensenó y aconsejó cómo orar, no nos dijo ¨Padre mío que estás en los cielos…¨, sino ¨Padre nuestro¨ y, con ese modelo de oración, nos ensenó  a pedir unos por otros.
Además nos dijo en Mat 18,15-20: ¨También os aseguro que si dos de vosotros se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá¨.


El ser humano, no tiene valía suficiente para conseguir el perdón de Dios, ni para alcanzar y, mucho menos merecer, su misericordia; pero Jesucristo, nos ha ganado esa valía y su Redención ha sido amada ante los ojos de Dios Padre para que podamos interceder, unidos a Cristo; incluso para que nuestra vida, avalada por la de Jesucristo, sea corredentora.


La Redención perfecta y completa de Cristo ha cambiado radicalmente nuestra existencia y el valor de nuestra vida, antes miserable. Nos ha abierto la puerta a participar de una vida espiritual plena individual,  y unidos a los demás.     
 

Los santos son modelo
La humanidad va aprendiendo de su propia historia, aunque menos de lo que debería. En la Biblia aprendemos de la historia del pueblo de Israel, adquirimos la experiencia de sus personajes y, a lo largo de los 20 siglos de la era cristiana  hemos aprendido de nuestros propios errores colectivos, así como de la experiencia y vida ejemplar de muchos cristianos, algunos de ellos canonizados, la gran mayoría no, pero indudablemente ejemplares.




Cada uno de los santos es un modelo de las muy distintas maneras de imitar a Jesucristo, que es a quien definitivamente imitamos.


Nos dice, además, Jesucristo en Mc 12,26: ¨ Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis  leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? 27.  Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Estáis en un grave error».


Las almas de los que están a la esperan de la resurrección, están vivas,  activas y unidas a la intercesión de Cristo y nuestra.   


Por eso, San Pablo nos dice en 1Cor12, 12-27: ¨Si un miembro sufre, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es glorificado, todos los otros se congratulan por él. Ahora, vosotros sois el cuerpo de Cristo y cada uno, de su parte, es uno de sus miembros".


Esa inconmensurable Comunión de los Santos, los hijos de Dios en la tierra y los que nos precedieron, encabezados por Cristo, forma un inmenso clamor de intercesión, que nos hace disfrutar de la fuerza de nuestra oración.  



 

 

 

 







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