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Reflexión del evangelio de la misa del Lunes 7 de Agosto de 2017

Aclamemos a Dios, nuestra fortaleza
¿Cuál ha sido el momento más feliz de tu vida?


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |



Sixto II y compañeros mártires, San Cayetano

Números 11, 4-15: “Yo solo no puedo cargar con este pueblo”

Salmo 80: “Aclamemos a Dios, nuestra fortaleza”

San Mateo 14, 13-21: “Mirando al cielo, pronunció una bendición y le dio los panes a los discípulos para que los distribuyeran a la gente”

 



Hay quienes al tener un momento de alegría y paz, ya están temerosos porque después, afirman, vienen los momentos de tempestad y difíciles. Así, no disfrutan esos momentos o bien, quisieran quedarse estancados en esos instantes. ¡Qué difícil aceptar la propia situación! Es difícil vivir a plenitud el día y el momento actual. O bien, estamos añorando los tiempos pasados o estamos imaginándonos los días que vendrán, pero no aceptamos y recibimos como un regalo el momento actual.

¿Cuál ha sido el momento más feliz de tu vida? Casi nunca contestamos que el momento presente… añoramos y vivimos de recuerdos que en su momento también tuvieron sus preocupaciones y problemas pero que mirados a través de la niebla del tiempo o nos parecen maravillosos o nos parecen más difíciles de lo que fueron. Al pueblo de Israel así le pasa. En la primera lectura lo encontramos caminando por el desierto, con todas las penalidades, con el hambre y la sed, con la necesidad de reposo y seguridad, sí, con muchas dificultades pero en libertad. Pero ellos suspiran y recuerdan con nostalgia las cebollas y los ajos de Egipto, aunque los comían en la esclavitud. La libertad tiene su precio y la valoramos cuando no la tenemos, pero a veces preferimos vivir en el conformismo y la indiferencia antes que arriesgarnos por los caminos inciertos de la libertad.

También encontramos a Moisés, refunfuñando y reclamando al Señor, recordándole que es padre- madre de aquel pueblo, haciéndose el mártir, (¡Todo yo!), asumiendo responsabilidades y tareas que solamente le corresponden a Dios y cargando con todo el peso de una misión de la que sólo es instrumento. Todo esto me hace pensar en el momento actual, vivirlo a plenitud como un regalo de Dios, asumir mis responsabilidades con entereza pero recordar que solamente soy instrumento de Dios, que Él es quien dirige, cuida y protege, que estoy en sus manos y que a cada momento me recuerda: “No tengas miedo, yo estoy contigo”. Esto se hace patente el texto evangélico donde Jesús se hace cargo del hambre de las multitudes, siempre con la aportación de los pequeños y de los pobres.

 

 









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