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Reflexión del evangelio de la misa del Miércoles 31 de Mayo de 2017

¿Quién soy yo para que la Madre de mi Señor venga a verme?
La visitación es un encuentro gozoso entre dos personas que se quieren y que se ofrecen alegría y servicio mutuo.


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |



Visitación de la Virgen María

 

Romanos 12, 9-16: “Ayuden a los hermanos en sus necesidades y esmérense en la hospitalidad”
Isaías 12: “El Señor ha hecho maravillas con nosotros. Aleluya”
San Lucas 1, 39-56: “¿Quién soy yo para que la Madre de mi Señor venga a verme?”

 

Hay visitas que no dejan ninguna huella. Hay otras visitas que, como decían los abuelos, proporcionan mucha alegría cuando  llegan, pero dan más alegría cuando se van. Entendido esto como la visita de aquel que viene y que ciertamente nos produce gozo, pero también nos implica los servicios y atenciones que cansan a la larga. En cambio hoy celebramos una visita muy especial: la visita de la Virgen María a su prima Santa Isabel.



 

Y con ella el modelo de lo que debería ser toda visita: un encuentro gozoso entre dos personas que se quieren y que se ofrecen alegría y servicio mutuo.  Es una serie de exclamaciones de alegría sincera y de alabanzas, no tanto por  los méritos personales sino por la presencia de Dios en sus vidas. Y el recuerdo de esta visita es precisamente eso: que hace experimentar la visita de Dios a su pueblo, que lo perciben tan cercano y tan solidario que trastoca el desorden que ha impuesto la injusticia y la ambición.  El cántico del Magnificat puesto en los  labios de María por san Lucas expresa esta visita tan especial de Dios a su pueblo. No una visita pasajera o efímera, sino la visita que trae su misericordia de generación en generación; no la visita egoísta que busca ser servida, sino la visita del que llega hasta lo profundo del alma y que hace que salte el espíritu; no la visita que nada modifica, sino la visita que trastoca todos los planes inicuos y perversos.

 

Que hoy al recordar y celebrar esta visita, también seamos conscientes nosotros de que este Dios de brazo fuerte nos visita y acompaña, camina con nosotros, invade todo nuestro interior y pone su mirada en nuestra pequeñez y humildad. Hoy tendremos encuentros, que sean encuentros en este mismo espíritu: liberadores, generadores de alegría y paz. Que cada persona que veamos se reconozca como bendecida y amada por Dios. Hay visitas que hacen crecer y llenan de júbilo, como la de María, como la de Dios a su pueblo, como la de la Encarnación. ¿Cómo son nuestras visitas?
 

 









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