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La heroica aventura de la maternidad
Estas son las enormes y peligrosas diferencias de vivir el embarazo y el parto en distintos países del mundo.


Por: Blanca Ruiz Antón | Fuente: Revista Misión



Los meses de embarazo son un tiempo de esperanza, cuidados y mimos que ayudan a la madre a sobrellevar las incomodidades de su estado. Pero esto no es así en todos los países. En algunos, dar a luz es una hazaña a la que las mujeres se enfrentan solas y con un mínimo acceso a la sanidad.


Cada año se producen en el mundo más de 135 millones de partos. De ellos, 20 millones presentan complicaciones posteriores como fiebre, anemia, fístu­las, incontinencia… En los países de­sarrollados se trata de una mera anécdota que no contrarresta la alegría por la llegada del nuevo bebé, pero para las mujeres del África Subsahariana y de Asia Meridional –zonas con la mayor tasa de mortalidad materna– suponen, casi siempre, la muerte. En regiones como la India, o en los campos de refugiados repartidos por todo el mundo, el índice de madres que fallecen tras el parto es, igualmente, muy elevado.


Según datos de septiembre de 2016 de la Organización Mundial de la Salud, 850 mujeres mueren a diario en el mundo por complicaciones derivadas del embarazo y el parto. 550 de ellas en el África Negra, 180 en el sur de Asia y 8 en países desarrollados. Hemorragias, infecciones, hipertensión gestacional o preeclampsia son las principales causas de muerte entre las gestantes. Y eso sin contar los 16 millones de partos de niñas entre 16 y 19 años cuya edad las sitúa como grupo de alto riesgo.


Tan solo en 2015, 303.000 mujeres murieron durante el embarazo o el parto, 2,7 mi­llones de niños recién nacidos fallecieron y otros 2,6 millones nacieron muertos. Cifras dramáticas que reflejan la realidad de los millones de mujeres que se ven obligadas a dar a luz en sus casas, sin atención sanitaria, bajo los cuidados de familiares o curanderos, e incluso a solas; en unas pésimas condiciones higiénicas para la madre y el bebé antes, durante y tras el parto, y que no pueden acudir ni a una de las cuatro visitas al ginecólogo que se recomiendan durante las 40 semanas del embarazo. Una realidad tristísima, a pesar de que el cuidado de la maternidad ha mejorado muy sustancialmente en los últimos 25 años, en los que se ha conseguido reducir a la mitad el índice de mortalidad materna en zonas como el sur de África.  


Misión ha hablado con responsables de proyectos que trabajan para que madres e hijos tengan acceso real a cuidados durante ese tiempo tan especial y único como es la llegada al mundo. Porque ser madre siempre ha sido una aventura, pero en algunos países es una aventura demasiado arriesgada.



 

Etiopía y Senegal: El “coste” de acudir a una atención especializada.
Según Christina Maasdam, directora del centro de salud católico San Gabriel, en Addis Abeba (Etiopía), el principal reto que afrontan no es solo que las mujeres etíopes tengan acceso a cuidados y seguimiento médico durante el embarazo y el parto, sino los fuertes prejuicios que las llevan a evitar a los profesionales sanitarios. “Las madres y las suegras les hacen creer que si el embarazo les ha ido bien, el parto también será así, y las convencen para que den a luz en casa”, explica. En muchas ocasiones, especialmente en las áreas rurales, “los líderes espirituales se niegan a bendecir a los niños que han nacido en centros de salud. Es muy importante hacerles entender que el parto implica un riesgo, que un hospital es más seguro y que no tiene por qué contravenir sus convicciones religiosas”.


A pesar de las mejoras conseguidas en toda África en lo que se refiere al cuidado de las madres y sus hijos, aún hay, tristemente, un país que encabeza la lista de la tasa de mortalidad durante el parto: Senegal, donde cada día mueren cinco mujeres al dar a luz y dejan –en un momento o en otro– al 85 por ciento de los menores huérfanos de madre. La franciscana misionera Justina Miguel lleva 44 años ocupándose de esta difícil situación desde La Pouponnière, un orfanato para niños abandonados que su congregación tiene en Senegal y que acoge también a niños prematuros. En él consiguen que en su primer año de vida los bebés lleguen a pesar 3,5 kg. “En muchas ocasiones, las madres mueren tras el parto y los pequeños son abandonados. También es frecuente que los bebés nazcan con un peso muy bajo o que sus madres estén enfermas”, explica.


Actualmente acogen a 80 niños de hasta un año. Una vez cumplen el año, las Franciscanas misioneras hablan con la familia de los pequeños, si la tienen, para que se hagan cargo de ellos y facilitar así la integración familiar. En La Pouponnière les proporcionan medicamentos y leche durante el año siguiente a su salida del centro médico. “La leche es muy escasa y cara en Dakar, así que los familiares vienen a buscarla con una tarjeta, y de ese modo podemos hacer un seguimiento a distancia”, afirma.


 “Me impacta ver que los huérfanos buscan instintivamente el seno materno. Por mucho que se hagan cargo el padre o las tías, la madre es insustituible. Esto te ayuda a darte más al niño, porque algunos son muy frágiles afectiva y físicamente. A las chicas que nos ayudan las formamos en el cuidado e higiene del bebé, y en el trato con afecto, para que el niño sienta menos la ausencia de su madre”, añade.



 

Suiza: El contraste de contar con una sanidad excelente
El país helvético es uno de los referentes del estado de bienestar. Según su legislación, cada persona debe contar con un seguro médico básico obligatorio para formar parte del sistema sanitario, lo que incluye un pago anual que varía entre 300 y 2.500 francos suizos (279-2327 €) y unos 180-300 (167-279 €) mensuales por persona. La ecuatoriana Karina Alarcón, residente en Winterthur, cerca de Zúrich, ha dado a luz allí a dos hijos de 4 y 2 años y, según precisa, recibió una atención “cinco estrellas”. Karina explica que el seguro básico obligatorio ofrece tres posibilidades: “Dar a luz en casa, con atención de una matrona especializada; elegir un hospital, de manera convencional, y permanecer ingresada cuatro días tras el parto; o un ‘parto ambulatorio’, en el que vuelves a casa a las pocas horas de nacer tu bebé y una matrona te visita entre ocho y diez veces. En este caso, solo hay que pagar un plus de 100 francos suizos si es un desplazamiento largo”. “A mí –explica– me ayudaron con la recuperación, pues en las semanas después del parto tuve fuertes dolores. La matrona detectó que era algo serio y me envió al hospital para solucionarlo”. ¿Y si una persona no puede hacer frente a este gasto? El Estado subvenciona los gastos médicos.


Líbano: Ser madre en un campo de refugiados
Líbano es uno de los países de Oriente Medio con más población refugiada. Según explica la hermana Antoinette Assaf, directora del centro médico que las Hermanas del Buen Pastor gestionan en los suburbios de Beirut, “hay zonas en las que los refugiados sirios son más numerosos que los propios libaneses”. Actualmente, del total de los recién nacidos en el país, un tercio son libaneses y dos tercios son hijos de refugiados sirios.


La hermana Antoinette precisa que casi el 90 por ciento de las mujeres dan a luz en hospitales, ya que son muy accesibles para toda la población, incluso para quienes viven en campos de refugiados, que cuentan con la ayuda de Médicos Sin Fronteras. Pero en Líbano, la gran lucha está en la formación de las mujeres ya que, según explica, “gran parte de los refugiados provienen de zonas rurales en las que la mujer es valorada solo por tener hijos”.


La tasa de mortalidad infantil y materna no es alta, por lo que las religiosas se centran en ayudar a las madres a cuidar lo mejor posible de sus hijos. “Aunque no es común, este año falleció un pequeño por deshidratación, porque su madre no sabía cuánto líquido tenía que darle”, apunta. Y precisa que esa ignorancia se extiende a aspectos básicos de higiene, cómo dar el pecho o el seguimiento médico del pequeño. Por eso, en el centro que gestionan en Beirut, las religiosas luchan para que cada paciente sea atendido por un médico durante al menos 20 minutos, porque “es necesario que tenga tiempo para explicarse, que el doctor le entienda y que pueda hablar para resolver de verdad sus problemas”.

 

India: Una muy alta mortalidad durante el parto
“En la India, la mayoría de la población es rural, y la mujer es un ciudadano de segunda, más aún durante la maternidad. De hecho, se casan a los 15 o 16 años, a veces antes, sin conocer los síntomas de un embarazo ni los cuidados que hay que mantener durante ese tiempo”, explica Ana Luna, coordinadora de proyectos de Manos Unidas en la costa este de India. Luna señala que en el momento en que contrae matrimonio, la mujer pasa a ser propiedad del marido o de la familia de este, y para ellos “no vale nada”. Se enfrenta al momento de dar a luz sola o con la ayuda, en el mejor de los casos, de la partera del pueblo, que cuenta con una formación insuficiente. “Además, durante un tiempo después de dar a luz es considerada como indigna y no puede aparecer en reuniones sociales; no saben cómo cuidar o alimentar al niño, ni las medidas de higiene”, precisa Luna.


Theresa Lakra, presidenta de Odisha Catholic Health Association (OCHA), socio local de Manos Unidas en el estado de Odisha (antes llamado Orissa), comenta que “ciertos clanes tienen la creencia tribal de que cuando la embarazada tiene el estómago lleno y toma alimentos nutritivos, el peso del feto aumenta, lo que hace que los familiares priven a la embarazada de una adecuada alimentación”.


En Odisha, según datos de 2013, mueren 51 niños por cada 1.000 nacimientos, mientras que en la India la cifra ronda las 40 muertes por cada 1.000, en contraste con España donde mueren 9 por cada 1.000. Además, en esa región mueren 235 madres por cada 100.000 partos; en la India, 178 por cada cien mil; y en España, 5 por cada 100.000. Por eso, Manos Unidas y la OCHA han desarrollado un programa en el que, a través de dispensarios médicos en zonas rurales, se realiza un seguimiento de las embarazadas y de los menores de cinco años, y se imparte formación para mejorar la situación de la maternidad en Odisha.

Trabajamos con personas de aldeas cercanas que conozcan la realidad, respetando sus tradiciones y su cultura. Nos reunimos con líderes locales y con grupos de mujeres, empezando por las adolescentes, y las formamos en cuidado materno-infantil, alimentación e higiene”.

 







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