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Reflexión del evangelio de la misa del Jueves 23 de Marzo de 2017

El que no está conmigo, está contra mí.
Jesús se enfrenta a sus contemporáneos que han endurecido el corazón y no son capaces de descubrir la mano de Dios en las acciones de Jesús.


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo Coadjutor de la Diócesis de San Cristobal de las Casas |



Santo Toribio de Mogrovejo

Jeremías 7,23-28: “Éste es el pueblo que no escuchó la voz del Señor, su Dios”

Salmo 94: “Señor, que no seamos sordos a tu voz”

San Lucas 11,14-23: “El que no está conmigo, está contra mí”

 



¡Qué acusación tan tremenda nos lanza hoy  Jeremías! El pueblo de Dios, el que ha sido escogido sobre todos los pueblos, al que ha acompañado en su caminar, al que ha tomado de la mano, ahora no es capaz de escuchar su voz. Caminan dándole la espalda y se dejan llevar por su corazón obstinado. “Ya no existe fidelidad en Israel”, termina diciéndole Dios al profeta. Como si quisiera recoger estas mismas palabras hechas realidad, Jesús se enfrenta a sus contemporáneos que han endurecido el corazón y no son capaces de descubrir la mano de Dios en las acciones de Jesús. La expulsión de un espíritu mudo (es decir la sanación de un mudo) es la ocasión para que sus enemigos expresen sus resentimientos y endurezcan el corazón. Lo acusan precisamente de ser aliado del mal, cuando su ojos se cierran y no alcanzan a ver toda la liberación que está realizando.

 

¿Es posible tener el corazón tan aturdido que no se dan cuenta? Lo es. Al igual que el pueblo de Israel que no es capaz de corresponder al amor infinito de Dios, los contemporáneos de Jesús, también cierran el corazón y no son capaces de escuchar los sonidos del Reino. No valen ni las explicaciones ni las llamadas que continuamente hace el Maestro. Ellos se han cerrado en su egoísmo y no son capaces de escuchar. No pueden percibir que la curación es por el poder de Dios, ni son capaces de detectar la presencia del Reino. Se dicen seguidores del Señor, pero actúan bajo sus propios instintos y buscan  sólo su provecho. Así, en lugar de convertirse en constructores del Reino, se convierten en opositores de su acción salvífica. Se hacen enemigos porque están destruyendo la obra de Jesús. Muy al contrario de otros amantes de la paz y de la justicia, que sin siquiera conocer a Jesús, luchan por el bien y por la verdad. Ellos, junto con Jesús, están construyendo el Reino. Habría que revisarnos si nosotros que nos decimos sus discípulos no nos estamos oponiendo muchas veces con nuestras obras mezquinas a la construcción del Reino. Recordemos las palabras de Jesús: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.

 

 

 









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