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La realidad no peca, pero como incomoda.

Tener valor para ver la realidad
La verdad, en el fondo, es siempre una aliada y permite pensar y actuar correctamente.


Por: P.Fernando Pascual, L.C. | Fuente: Catholic.net



Dicen que la realidad no peca, pero incomoda. Por eso algunos no desean ver las cosas como son cuando ello implica reconocer errores, cambiar programas, replantear grandes temas en la vida personal y en la vida social.

 

Cuesta, por ejemplo, reconocer que un diagnóstico médico es ya irrefutable: la enfermedad está allí, aunque uno empiece a girar de médico en médico para que al menos uno diga que los datos podrían estar equivocados.

Cuesta, también, aceptar que la llegada de algunos grupos humanos crean problemas sociales. Solo cuando la sangre llega a las calles, cuando hay víctimas inocentes de violencias de grupo, algunos dejan su ceguera y reconocen ciertos peligros entre parte de los recién llegados.

 



Cuesta, igualmente, pensar en la vida tras la muerte. Es más fácil abandonarse al presente y dejar como algo primitivo las discusiones sobre si el alma sea o no sea eterna, cuando afrontar el tema no solo es clave para encontrar esperanza ante tanta injusticia, sino para reconocer el mayor o menor peso de mis decisiones diarias de cara a una posible existencia de Dios y de algo más allá de la tumba.

 

La lista podría alargarse, para incluir argumentos que afectan a personas particulares, o para abordar decisiones económicas y políticas que tienen repercusiones en el presente y en el futuro, en el hogar, en el propio Estado y en otros rincones del planeta.

 

En un mundo donde resulta fácil vivir con la actitud de la avestruz, si es que de verdad ese animal actúa como se le atribuye, y donde las frases hechas o las denuncias de grupos de poder impiden tocar ciertos temas, se agradece mucho la valentía de quienes estudian a fondo asuntos humanos relevantes, sin miedos ni parálisis.



 

Porque la verdad, en el fondo, es siempre una aliada y permite pensar y actuar correctamente. No siempre la alcanzaremos, y existe el peligro de equivocarnos en un análisis político o en la comprensión de un fenómeno cultural. Pero al menos tomaremos conciencia de cuántos beneficios surgen cuando dejamos prejuicios y miedos, para así poder caminar, con valor, hacia una mejor comprensión de la realidad.







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