Los grandes desafios de la nueva evangelizacion en el siglo XXI
Por: P. Garcia, catedratico en la Pontificia Universidad Gregoriana y en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum en Roma, Italia | Fuente: Tiempos de Fe, Anio 2 No. 11, Julio - Agosto 2000
En el mes de octubre de 1999, el cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid, Relator generalis del Sínodo de Europa, presentó un amplio panorama sobre el cristianismo de la Europa de fines del siglo XX, cuya conclusión fue la siguiente: el perfil de la sociedad europea de fin de milenio es el de un humanisno inmanentista y el de un «achatamiento» cultural y político de doctrinas e ideologías, el de una resignación ante la imposibilidad práctica de ofrecer un proyecto de renovación para el futuro de Europa». «¿Sobre qué valores construir hoy la vida y el hombre?», se preguntaba. «¿Sobre qué verdades, sobre qué motivaciones vitales?» Y respondía: sobre ninguna verdad, pues ya no se cree en la verdad del hombre; sobre ningún valor estable, pues se piensa que ya no existan valores permanentes; sobre ningún ideal, fuera del goce inmediato que la vida pueda ofrecer». «El humanismo inmanente lleva a la crisis de la ideología del progreso indefinido y, por lo mismo, a la resignación dentro del horizonte efímero del placer cotidiano».
Es un diagnóstico duro, pero certero, de las sociedades desarrolladas de Europa. Todavía no es aplicable a México ni a América Latina, pero hay el riesgo real que en poco tiempo pueda llegar a serlo. Para prevenirlo, aquí estamos estudiando en estas Jornadas las exigencias de la nueva evangelización en México y en todo el continente americano.
Voy a hablar de los campos de la nueva evangelización, pero no en un sentido y con un planteamiento tradicional -que doy por supuesto y que considero válido -, sino en una aproximación a las nuevas realidades de la sociedad mexicana y americana con las que tiene que vérselas la Nueva Evangelización. Mi lectura de estas nuevas situaciones la organizo en torno a tres grandes desafíos que la comunidad eclesial ha de afrontar en este inicio de milenio.
Introducción
La Iglesia en América ha de hacer frente a un triple derrumbe: de una estructura sociocultural, de una estructura moral y de una estructura religioso-eclesial.
- Derrumbe de una estructura sociocultural.
El paso de una sociedad agrícola a una sociedad urbana está suponiendo el cambio de una mentalidad cristiana tradicional a una mentalidad laica y pragmática. En efecto, en la sociedad agrícola todo ayudaba al cristiano a vivir su propia fe religiosa: el ambiente familiar y social, las tradiciones, la religiosidad, los valores, todo llevaba el sello cristiano. En la sociedad urbana predomina la lucha por mejorar el propio nivel económico, el dinero y el tener se convierte en el primer valor, la sed de disfrute inmediato arrastra inconteniblemente. La ciudad, con sus ritmos de trabajo y de ocio, con su oferta de bienestar, con el bombardeo de los mass media va creando en el hombre una actitud pragmática, racionalista, hedonista y subjetivista.
2. Derrumbe de una estructura moral:
De una visión moral unitaria, inspirada en los valores evangélicos estamos pasando a una visión pluralista, subjetivista, relativista, inspirada en una nueva escala de «valores»: el dinero, el tener, la libertad desgajada de la verdad; y por nuevos modelos de vida: el éxito, el culto al cuerpo, el disfrute inmediato. Es decir, una moral guiada por «consensos mayoritarios» y hecha a la medida de cada cual.
3. Derrumbe de una estructura religiosa y eclesial:
El paso de un ambiente cristiano único y unitario a un «pluralismo religioso» con una miríada de ofertas religiosas. El hombre de hoy de México y de América se encuentra ante una suerte de «supermercado religioso», en el que aplica el expeditivo «método» del «sírvase Ud. mismo», terminando por construirse un credo religioso a su gusto y medida al estilo de la «New age». Causa y efecto a la vez es la crónica ignorancia religiosa de nuestro pueblo, el constante debilitamiento en su fe católica, los nuevos «mentores o maestros de su fe» ya no son el párroco, los padres de familia, los maestros de la escuela, la Iglesia, sino los mass media, los intelectuales del momento, la gente del espectáculo y del deporte, el partido, los políticos y los legisladores. Por otro lado, la escuela, el deporte, la TV, el trabajo, la discoteca ya no dejan espacio para ir a la parroquia y para profundizar en el conocimiento y vivencia de su fe cristiana.
Poco a poco nos encaminamos hacia un tipo de hombre cristiano que acepta pacíficamente el divorcio entre su vida real, privada, familiar y profesional, y su fe cristiana. El hombre actual, religiosamente hablando, está a la intemperie; ya no lo arropa un clima de cultura cristiana. Está expuesto al bombardeo cruzado de múltiples propuestas de confesiones religiosas, substitutos y lenitivos de su conciencia. Nunca como hoy proliferan y se multiplican las sectas o las religiones tradicionales no cristianas; nunca como hoy ha sido tan intenso el proselitismo de las confesiones cristianas no católicas.
Ante este terremoto cultural, moral y religioso, nos preguntamos desde la responsabilidad del Evangelio de Jesucristo que hemos de anunciar: ¿qué debemos hacer? La respuestas la organizamos en tres grandes desafíos: frente al debilitamiento de la fe católica, el desafío de la nueva evangelización; frente a la persistente pobreza y a situaciones de injusticias en América, el desafío de la justicia y a solidaridad; frente a una cultura secularista y a un humanismo inmanentista, el desafío de una cultura cristiana.
I. Frente al debilitamiento de la fe católica, EL DESAFÍO DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN.
Hace unos años, a mitad de los años 80, Mons. Boaventura Kloppenburg, 0.M.F., teólogo de prestigio en América, al ser nombrado obispo de Novo Hamburgo, en Brasil, empezó por hacer una encuesta entre sus fieles para plantear su programa pastoral con realismo y eficacia. De 110.000 habitantes, se declararon bautizados católicos el 80%. De estos 98.000 católicos, solamente el 10% se declaraba practicante - es decir, iba a misa los domingos, se acercaba a los sacramentos de modo regular, vivía según los valores del Evangelio -. El resto, es decir, el 90% de los bautizados, no practicaba su religión católica. Concluía, pues, Mons. Kloppenburg, que se las tenía que ver con una diócesis prácticamente pagana.
1. Hacia un neopaganismo
La primera constatación a que nos lleva el realismo pastoral evangélico es que también México, como el resto de América, va hacia un neopaganismo. Para respaldar esta afirmación, no sería difícil hacer en México una encuesta análoga a la hecha en la diócesis de Novo Hamburgo. Yo he tomado un botón de muestra en las situaciones y ambientes reales que he conocido. Veamos el proceso que se da en tres generaciones de familias de emigrados de Estados de la República de fuerte tradición católica a la Ciudad de México, en un arco que va de los años 40 al año 2000.
1915-1940: los padres, de profunda vida cristiana: práctica dominical y festiva, sacramentos participados con regularidad, rosario en familia. Valores familiares impregnados de sentido evangélico: fidelidad, trabajo, frugalidad de vida, honestidad, apertura a la vida, con 10 hijos, de los que sobrevivieron 7; cuidadosa educación cristiana a los hijos.
1945-1970: los 7 hijos sobrevivientes, nacidos parte en los Estados del interior, parte en la ciudad de México, educados en principios cristianos, con una buena base de catequesis y práctica cristiana, conservaron su vida de fe y su práctica religiosa mientras vivieron con sus padres. Cuando llegó el momento de formar la propia familia, su vida cristiana empezó a debilitarse. Uno de ellos siguió cercano a la Iglesia, manteniendo una vida cristiana intensa; los demás, conservando los valores cristianos, empezaron a debilitarse en su vida cristiana; sólo esporádicamente acuden a misa y a los sacramentos, con motivo del bautismo de un recién nacido, de la primera comunión o del matrimonio; o de una gran festividad religiosa, como Navidad o Pascua.
Su actitud ante el don de la «vida» está hecha de cálculo y de pragmatismo: razones económicas, de salud y de bienestar les llevan a espaciar los nacimientos de sus hijos y a no tener más de tres o cuatro. En el campo de moral conyugal, actúan de modo independiente de las enseñanzas de la Iglesia. La educación de sus hijos es floja en cuanto a vida cristiana.
1970-2000: los nietos o tercera generación, viven sin apenas práctica cristiana; la catequesis que recibieron es la de primera comunión, cada día más borrosa y fragmentaria. Conservan la fe cristiana, pero sin profundidad. El primer valor es el dinero y el pasarlo bien, sin preocuparse de leyes y preceptos morales del Evangelio. Son fáciles a las relaciones prematrimoniales, no por «liberalismo moral», sino por contagio ambiental; son fáciles a la convivencia antes del matrimonio sacramental, aunque todavía sientan el peso de la autoridad moral de los padres, que no aprueban el hecho acuden normalmente a prácticas anticonceptivas. Su mundo es la diversión, la discoteca, el alcohol y gozar de la vida.
Ante el pluralismo de las «ofertas religiosas» a través de la TV, de amigos, de misioneros ambulantes, uno de ellos simpatiza con los testigos de Jehová, otro, se ha adherido a una confesión evangélica, en los Estados Unidos. El resto, conserva todavía la fe católica, pero sin una raigambre profunda.
Es decir, en el año 2000 estamos ante una tercera generación de cristianos que, aceptando en principio la fe cristiana de sus padres y de sus abuelos, en la práctica ha abrazado el indiferentismo y va hacia el neopaganismo.
2. Necesidad de una Nueva Evangelización:
He aquí el ambiente en el que tiene que vivir el nuevo ciudadano de la ciudad secularista de inicios del siglo XXI. He aquí por qué se requiere una Nueva Evangelización: porque el clima social en que actualmente vive el pueblo de América es un clima de creciente secularismo y neopaganismo, o, con una imagen ecológica, cada día avanza más la «descertificación» de la cultura cristiana. Se hace, pues, indispensable y urgente una Nueva Evangelización para afrontar el reto gigantesco de volver a dar un alma cristiana a la sociedad postmoderna.
¿En qué consiste la nueva evangelización? La respuesta se ha venido dando en estas Jornadas. Yo sólo me fijaré en algunos campos y realidades nuevas a las que tiene que llegar el mensaje de Cristo. Entre los campos de nueva evangelización que señalaron los padres sinodales, están:
* La religiosidad popular renovada: el retorno a la oración y a la contemplación, el retorno a las peregrinaciones masivas, emotivas o motivaciones, a nivel juvenil, familia o de diversas categorías eclesiales y sociales, al modo como lo ha venido haciendo Juan Pablo II. Me ha tocado participar en Roma, en fechas relativamente recientes, en encuentros de movimientos eclesiales y familiares, en encuentros de jóvenes, en el jubileo de los niños, de 6,600 sacerdotes con motivo de los 80 años del Papa, al jubileo de científicos, de universitarios, de religiosos y consagrados. Han tenido su jubileo los dentistas, los caballeros de Colón, los banqueros, los militares, con participación de miles de personas.
* Nuevos modos de compromiso cristiano, como movimientos, ministerios, carismas laicales, voluntarios, juventud misionera, familia misionera, catequistas de tiempo completo, servidores de la palabra, etc. En este campo asistimos a la inagotable riqueza del Espíritu Santo que suscita nuevos carismas en correspondencia a las nuevas situaciones de la Iglesia y del mundo.
* Nuevos modos de compromiso social con los drogadictos, los enfermos de SIDA, los discapacitados, los refugiados, los extranjeros, los migrantes, los dañados por terremotos y ciclones; o al modo de los jóvenes profesionistas que promueven el apoyo económico y ético a la microempresa. Aquí también asistimos a la prodigiosa creatividad de los laicos cuando toman en serio su compromiso bautismal.
* y sobre todo, los «modernos areópagos» donde está naciendo una nueva humanidad y donde se deciden los nuevos rumbos de la sociedad. Me refiero a los medios de comunicación social, a la economía, a la ciencia, al arte y a la cultura; a la lucha por los derechos humanos, por la promoción del niño y de la mujer, por la ecología; a la promoción de la paz, el desarrollo y la liberación integral de los diversos grupos humanos. De estos areópagos modernos hablaremos más adelante.
* y está el vasto campo de la nueva evangelización frente al empuje de las sectas. Llama la atención su proselitismo compulsivo, que no siempre respeta la libertad de juicio y de conciencia de las personas y que no sigue un «fair play» en relación al pueblo católico sencillo: aprovechándose de su ignorancia religiosa, le pone «trampas» a su fe, o aprovecha de su pobreza y miseria extrema para hacer un trato innoble de ayuda material a cambio del abandono de su fe católica y de su adhesión al nuevo credo.
Esto no nos oculta el hecho de que las sectas vienen a cubrir ciertos vacíos pastorales por parte nuestra, como la atención religiosa en parroquias a veces masiva y despersonalizada, las débiles estructuras de comunión y misión, la religiosidad popular no suficientemente evangelizada, la pastoral orientada en las últimas dos décadas casi exclusivamente, en algunos casos, hacia logros materiales y sociales a costa del anuncio pascual de conversión y resurrección, la falta de un anuncio kerigmático de la fe gozoso y de un testimonio que haga creíble la evangelización. De aquí la necesidad de pasar de una fe consuetudinaria y de tradición a una fe consciente, acogida y vivida personalmente.
II. Frente a la persistencia de la pobreza y de situaciones de injusticia en América, el RETO DE LA JUSTICIA Y LA SOLIDARIDAD
Cuando el Papa anunció el Sínodo de América, en Santo Domingo (12 de octubre de 1992) y en la Carta apostólica Tedio Millennio Adveniente (TMA) (10 de noviembre de 1994, n.38), daba como motivo de la convocación, además de la nueva evangelización, el «hacer frente a los problemas que se refieren a la justicia y a la solidaridad entre las naciones de América» (Discurso inaugural de Santo Domingo, 17), considerando las tremendas desigualdades entre el Norte y el Sur del Continente» (TMA, n.38).
De aquí deducimos un dato chocante: la tremenda desigualdad económica entre el Norte rico y el Sur pobre en un continente de mayoría cristiana. Y un juicio ético: esta desigualdad es contra el designio de Dios. Entre los temas que al respecto tocaron los padres sinodales, están la pobreza y el amor preferencial por los pobres, la globalización, la deuda externa, la anticultura de la muerte, la corrupción pública, el narcotráfico y los migrantes, la Doctrina Social de la Iglesia como fuente de inspiración para responder a estos problemas. Aludimos brevemente a cada problema, y sobre todo, nos fijamos en cómo actuar la nueva evangelización a cada uno de estos campos.
1. Pecados que claman al cielo:
Están ante todo los pecados que claman al cielo: a los «clásicos» y conocidos del Antiguo Testamento, como oprimir a los pobres, viudas y huérfanos, los padres sinodales añaden otros: el comercio de drogas, el lavado de las ganancias ilícitas, la corrupción en cualquier ambiente, el terror de la violencia, el armamentismo, la discriminación racial, las desigualdades entre los grupos sociales, la irrazonable destrucción de la naturaleza» (Ecclesia in America no. 56). Son pecados que «manifiestan una profunda crisis debida a la pérdida del sentido de Dios y la ausencia de los principios morales que deben guiar la vida de todo hombre» (ibid.).
Aquí la Nueva Evangelización tendría que ir en la línea de promover la solidaridad y la paz con miras a la realización de la justicia, de animar a cuantos ofrecen ejemplo de honestidad en la administración de las finanzas públicas y de la justicia; de apoyar el proceso de democratización puesto que en un sistema democrático hay mayores posibilidades de control que permiten evitar los abusos; de formar las conciencias y preparar los dirigentes sociales para la vida pública a todos los niveles, promover la educación cívica, formar la conciencia ética de la clase política.
Creo que es superflua cualquier alusión a la vida pública de nuestro México actual, pues cae de su peso.
2. La pobreza y el amor preferencial por los pobres:
Dada la persistente realidad de pobreza y desigualdad social entre el Norte rico y el Sur pobre, y, dentro de cada país, entre regiones y regiones, clase y clase, la Ecclesia in America confirma el amor preferencial por los pobres y por los más débiles y marginados.
Aquí el anuncio nuevo del evangelio tendría que partir del ejemplo de Cristo, «que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza» (2Cor 8,9) y que en su vida terrena salió al encuentro de las necesidades materiales y espirituales de las personas. Y tendría que traducirse en favorecer la asistencia, la promoción, la liberación y la acogida fraterna de los más necesitados.
3. La globalización:
«Homo sum et humani nihil a me alienum puto», « vivo entre los seres humanos y nada de cuanto es humano me es ajeno», podría decir la Iglesia parafraseando la sentencia del romano Terencio. Por ello, no le es extraña la globalización ni puede permanecer indiferente ante ella. Hay globalización de la economía y globalización de la comunicación y la información, globalización de la ecología y de la tecnología, globalización del turismo y de las culturas.
Las causas de la globalización son varias y complejas: una es la interdependencia económica y política que se vive a nivel de naciones; otra, la información instantánea a nivel planetario. Vivimos de hecho ya en la «aldea global».
El juicio ético sobre la globalización no puede ser un simplista estar a favor o en contra; hace falta un discernimiento previo para analizar aspectos y casos, pues la globalización contiene valores y antivalores. Valores, como la amplia oportunidad de crecimiento y desarrollo, de instrucción, de formación e información para muchos pueblos, de crecimiento y comunicación de las culturas, el impulso a un mayor conocimiento e integración de regiones, de naciones, de continentes. Antivalores: la idolatría y absolutización de la economía y el mercado, los costos sociales altos para los más débiles, la desocupación creciente, la destrucción del ambiente y de la naturaleza, el creciente foso entre naciones ricas y naciones pobres, la homogeneización de la cultura, etc.
La nueva evangelización aplicada a la «aldea global» tendría que valorar la grandiosa oportunidad de hacer resonar el Evangelio literalmente en todo el mundo en tiempo real - ya es un hecho, aunque solo en momentos aislados, vgr. la transmisión televisiva de la apertura de la puerta santa, el Via Crucis del Viernes Santo presidido por el Papa, el viaje del Papa a Israel: pensemos en la realidad de Internet, con su libre acceso para los usuarios de todo el mundo.
Otra línea de aplicación del Evangelio a la globalización va por la vertiente social: aquí el papa Juan Pablo II invita a «la globalización de la solidaridad» (EA 55), a apoyar la regulación ética del mercado para que actúe al servicio del hombre; y a «colaborar con los medios legítimos en la reducción de los efectos negativos de la globalización, como son el dominio de los más fuertes sobre los más débiles, especialmente en el campo económico, y la pérdida de los valores de las culturas locales en favor de una mal entendida homogeneización» (EA 55).
4. La deuda externa:
Sobre este tema, complejo en sus orígenes y en su solución, los padres sinodales dan un juicio sombrío: «la deuda es frecuentemente fruto de la corrupción y de la mala administración» (EA 22 y Prop 75); a esto se añaden los elevados intereses, la irresponsabilidad administrativa de ciertos políticos.
La evangelización tendrá que ir en la línea del libro del Levítico 25,8-12. Por otro lado, «los cristianos tendrán que hacerse voz de todos los pobres del mundo, proponiendo el jubileo como un tiempo oportuno para pensar entre otras cosas, en una considerable reducción, si no en una total condonación de la deuda internacional que grava sobre el destino de muchas naciones» (TMA 51, citada en EA 59).
Y en promover la intervención de expertos en economía y en cuestiones financieras que procedan a un análisis crítico del orden económico mundial para que se corrija el orden actual, y propongan un sistema y mecanismos capaces de promover el desarrollo integral solidario de las personas y los pueblos» (EA 59 y Prop.75).
5. Anticultura de la muerte y sociedad dominada por los poderosos (EA 63).
Existe en nuestras sociedades de México y de América una anticultura de la muerte y una sociedad frecuentemente dominada por los poderosos, que margina a los más débiles, como los niños aún no nacidos, los ancianos, los enfermos terminales - allí está el aborto, la eutanasia, los secuestros de personas, la pedofilia y la violencia contra los niños de la calles, etc.-.
Aquí la nueva evangelización tiene que proclamar el evangelio de la vida y del amor, el evangelio de la familia en ámbito doméstico, social y legislativo, la solicitud y ayuda a las madres solteras, a los ancianos, a los enfermos incurables y discapacitados, la formación de la conciencia moral, no sólo de los laicos en general, sino específicamente de los políticos, legisladores, médicos, enfermeras, maestros y educadores.
6. Corrupción:
El fenómeno de la corrupción contamina a personas, estructuras públicas y privadas de poder, a clases dirigentes; influye negativamente en la deuda externa, favorece la impunidad y la acumulación ilícita de dinero, la pérdida de confianza hacia las instituciones públicas justicia, legislaturas, inversiones públicas no siempre claras e iguales para todos -.
La nueva evangelización nos tiene que llevar, desde luego, a una denuncia profética como lo hacía Cristo, recordando que no se puede servir a dos señores, a Dios y a la riquezas, pero también a una propuesta del Evangelio de la pobreza, o mejor, del Hijo de Dios que siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza y que declara dichosos a los pobres y a quienes venden todo lo que tienen y van en seguimiento de aquel Cristo que no tenía dónde reclinar la cabeza.
Nueva evangelización que ha de traducirse en la formación de la conciencia moral, social y profesional de los laicos, y en procurar una mayor presencia social de esos mismos laicos cualificados para que promuevan la práctica de valores como la verdad y la transparencia, la honestidad, la laboriosidad y el servicio al bien común.
Es también un campo en el que el evangelio, en el momento en que se hace criterio de acción y estilo de vida, se transforma en Doctrina y en praxis Social.
7. El narcotráfico:
El, narcotráfico es calificado por la Ecciesia in America como «uno de los desafíos más urgentes con los que debe enfrentarse muchas naciones del mundo» (EA 24). Para algunas naciones se ha convertido en verdadero cáncer social que ya ha hecho metástasis, invadiendo los ganglios de todo el tejido social: individuos, familias, regiones, categorías sociales como políticos, militares, jueces, empresarios. Favorece la corrupción, la violencia e incluso destruye gobiernos y mina el clima de confianza de enteras sociedades.
Aquí el nuevo anuncio de Cristo ha de proclamar una vez más el evangelio de la vida y de la dignidad de la persona humana inviolable por ser imagen del Dios vivo. Los evangelizadores han de denunciar con valentía y vigor el hedonismo, el materialismo y los estilos de vida que fácilmente inducen al consumo de la droga. Ya proponer a las nuevas generaciones el «justo sentido de la vida», ideales de trabajo, de sobriedad, de servicio y valores cristianos. Una razón por qué vivir, por qué luchar, por qué esperar. Y apoyar a cuantos trabajan por recuperar a las víctimas de la toxicodependencia. «Este trabajo de recuperación y rehabilitación social puede ser también una verdadera y propia tarea de evangelización]» (EA 61 y Propositio 38).
Al mismo tiempo, los evangelizadores han de estimular a los laicos a colaborar con los responsables de las naciones, dirigentes de empresas privadas y organizaciones no gubernamentales que desarrollen proyectos encaminados a abolir el comercio de las drogas; a colaborar asimismo con los órganos legislativos, apoyando iniciativas que impidan el «blanqueo de dinero sucio» y favorezcan el control de los bienes de quienes están implicados en tal tráfico.
8. Migrantes:
La emigración es un fenómeno americano del Sur al Norte, de fuera hacia dentro del Continente, de dentro del mismo Continente y de dentro de cada país. En la emigración, junto con el equipaje, se lleva el propio patrimonio religioso y cultural.
Las causas son muchas, históricas, sociales, económicas, culturales o coyunturales. Entre otras está la violencia y la guerrilla, la pobreza, la esperanza de un futuro mejor, la globalización, etc. Emigraciones internas del campo a la ciudad, de zonas deprimidas a otras más desarrolladas, de nación a nación - piénsese en la emigración de Centroamérica a México, del de México y Sudamérica a USA y Canadá -.
La nueva evangelización tiene aquí un «campo abonado»: ante todo, ve a los emigrantes como imagen del pueblo de Dios en marcha hacia la patria definitiva y afirma la primera verdad del cristianismo de que todo hombre es mi hermano al que debo amar, y que en Cristo ya no hay judío ni gentil, griego ni bárbaro, hombre ni mujer, libre ni esclavo, pues todos somos uno en Cristo Jesús. De aquí que el comportamiento cristiano sea de acogida cordial y hospitalaria del migrante, ayudándolo a insertarse en la nueva comunidad eclesial y social. Defiende la «libertad de movimiento y de residencia» como uno de los derechos del hombre» (Pacem in terris 10, EA 65). Y a promover una justa legislación nacional e internacional.
Para salvaguardar el patrimonio cultural y religioso de los emigrantes católicos, la nueva evangelización está llevando a los pastores a promover una cooperación solidaria entre el Norte y el Sur del Continente, entre la diócesis de origen y la de destino, a cooperar pastoral y misionalmente, pero también en campo asistencial, educativo y de promoción humana.
He aquí nuevos y variados campos que hoy se abren a la nueva evangelización en el terreno de la justicia y la solidaridad.
III. Frente a un humanismo inmanente y una cultura secularista, el DESAFÍO DE UNA CULTURA CRISTIANA.
Dos paradojas de América:
Cuando de cultura cristiana se habla, saltan a la vista dos paradojas: una, la realidad de un continente mayoritariamente cristiano, que vive de hecho inmerso o camina hacia una cultura secularista no cristiana. Pablo VI decía que «la ruptura entre Evangelio y cultura era sin duda el drama de nuestra época» (EN 20). Hoy podríamos decir que «el indiferentismo y el secularismo es el drama de nuestra época que corre el riesgo de llegar a ser tragedia».
Otra gran paradoja de América es el hecho de que. sociedades mayoritariamente católicas estén gobernadas y dirigidas por élites políticas e intelectuales, laicistas y anticatólicas. Las causas son complejas, varias de ellas históricas, como el poder de la masonería borbónica en las nuevas repúblicas hispanoamericanas después de su independencia; el positivismo iluminista y jacobino en las universidades a partir de la segunda mitad del siglo XIX, que durante el siglo XX se ha venido aliando con ideologías de cuño anticatólico, como el liberalismo racionalista y radical, el marxismo; otras, políticas, como el predominio político y económico norteamericano, de cuño protestante anglosajón que ha venido minando la unidad cultural católica de los pueblos hispanoamericanos; otras, coyunturales, como el advenimiento de la sociedad postmoderna, hedonista, pragmática y relativista.
El caso de México es emblemático: un pueblo de absoluta mayoría católica, dirigido desde hace siglo y medio por una minoría de políticos e intelectuales anticatólicos, bombardeado por unos medios de información secularistas que proponen valores y modelos de vida no evangélicos.
Ante esta situación solo cabe una alternativa: la capitulación o el compromiso por una cultura que se inspire en los valores del Evangelio. He aquí el gran desafío.
Los signos de esa cultura no cristiana y no evangélica en América son la sociedad urbana a expensas de la agrícola, que está llevando a cabo una profunda revolución cultural, cuyos frutos, entre otros, son: el advenimiento de la postmodernidad, el secularismo y el predominio de un humanismo inmanentista y ateo; el antropocentrismo absoluto; el subjetivismo y el racionalismo; el rechazo de la ontología con su constelación de escepticismo gnoseológico - incapacidad de la mente humana de conocer la verdad -, el relativismo ético y religioso; el' hedonismo, el materialismo y el pragmatismo como estilo de vida.
No me detengo sobre la definición y exigencias de una cultura cristiana. Sólo aludo a cómo la Nueva Evangelización podría abordar los amplios campos de la cultura.
1. Principios que fundan y legitiman la evangelización de las culturas:
Enuncio solamente los principios que legitiman la proclamación del Evangelio a las culturas - frente a ciertas tesis que a veces se oyen de que el respeto de las culturas debería llevarnos a renunciar a la presentación del Evangelio de Jesucristo o de que el Evangelio destruye las culturas -:
* La encarnación del Hijo de Dios en nuestra condición humana, con unas coordinadas históricas y culturales, asumiendo todo lo humano, pero trascendiéndolo a la vez.
* El don de la salvación destinado a todos los hombres, a todos los pueblos y a todas sus culturas.
* La acción misteriosa y constante del Espíritu Santo en todos los pueblos y en todos los pueblos y en todas las culturas. «Cuando hay de bueno, de recto y de honesto, venga de donde viniere, es obra del Espíritu Santo» (Santo Tomás de Aquino).
* La comunión trinitaria como meta de todos los pueblos y de todas las culturas.
La tarea principal de la evangelización en relación a la cultura es establecer adecuadamente el diálogo entre Evangelio y culturas. Es lo que hoy llamamos inculturación, la gran tarea de la Iglesia en el siglo XXI.
2. Inculturación:
La inculturación es un proceso circular entre el Evangelio anunciado a las culturas y la expresión del mismo en la «lengua» de cada cultura evangelizada. La primera fase se llama evangelización de la cultura, la segunda, inculturación del Evangelio. En la inculturación se aplican tres misterios cristológicos: la encarnación: Verbum caro factum est (Jn 1,14), «el Verbo se hizo carne», es decir, humanidad verdadera, hombre auténtico; y al encarnarse, se identifica de alguna manera con todo hombre, como dice el Vaticano II (GS 22). La Pascua: el pecado que pueda haber en las culturas ha de ser purificado para que florezca mejor, es la muerte y resurrección de Cristo que irradia también en las culturas, obra del hombre; y Pentecostés, donde Cristo dona su Espíritu para que pueda ser comprendido el mensaje por todos los pueblos y pueda ser expresado en todas las lenguas de las culturas. Unidad en la pluralidad, comunión de muchos hacia la Trinidad.
No podemos tocar ahora todos los campos de la cultura a los que tendría que llegar la nueva evangelización. Comentamos brevemente algunos de los que la Redemptoris missio llama «los modernos areópagos»: medios de comunicación social, ciencia, economía, universidad, política, deporte, espectáculo, arte, foros de derechos humanos, de la ecología, de la paz, etc. Areópagos donde se decide la vida de la sociedad y las nuevas orientaciones culturales (Cfr. Lineamenta del Sínodo de América, n.12).
3. Areópagos modernos:
En los areópagos modernos «está naciendo una humanidad nueva» y donde se están gestando las ideas, los criterios de juicio, los estilos y modos de comportamiento de las sociedades modernas.
3.1 Medios de comunicación:
Hace unos años Marshall McLuhan, el gran teórico de los media, predijo el paso de la 'galaxia Gutemberg' a 'la galaxia electrónica'. En ese momento se refería a las ondas hertzianas de la radio y a las imágenes transmitidas por los tubos catódicos; actualmente ya estamos en la 'galaxia de la telemática', sobre todo de Internet y de telefonía celular que están transformando ritmos y modos de vida. Al horno sapiens siguió el homo faber, a éste le ha seguido el homo mediaticus, que se supondría es el homo comunicator, con una nueva «gramática» compuesta ya no de conceptos y términos abstractos, sino de imágenes, sonidos, ritmos y símbolos.
Fue el mismo McLuhan que habló de la familia humana como de «aldea global» por la comunicación. Asistimos cada día al desarrollo de la historia contemporánea en tiempo real. Por ejemplo, vemos en directo la guerra entre Etiopía y Eritrea, la pugna por la presidencia en Perú entre Fujimori y Toledo; la baja de la bolsa en Tokio que repercute instantáneamente en las bolsas de México y Sao Paulo. Hace poco más de ocho días, el 21 de mayo, comentaba yo la canonización de los mártires mexicanos en la Plaza de San Pedro y una hora después me telefoneaban desde México diversas personas declarándose de acuerdo o mostrando su desacuerdo. Es la magia y el poder de los medios de comunicación, que circulan cada día por las venas y ganglios de nuestro organismo social vivo, para bien o para mal.
Nosotros vemos estos medios como campos y, a la vez, como instrumentos preciosos para la nueva evangelización. El evento de Cristo salvador del hombre es una perenne «alegre noticia» y su ámbito está justamente en el mundo de la comunicación o transmisión de noticias. A los hombres postmodernos, que viven de fe y de boletines informativos, hay que decirles que entre tantas noticias, el evento de Cristo es LA NOTICIA que ellos, sin saberlo, anhelan conocer. Pablo dijo a los griegos en el areópago de Atenas: «lo que vosotros adoráis sin conocer -ignoto Deo - yo os lo vengo a anunciar». Nosotros hemos de decir al hombre del areópago de los mass media: «lo que tú anhelas escuchar, yo te lo vengo a anunciar: te traigo la «alegre noticia de que el Reino de Dios ya llegó en Jesucristo».
De estas reflexiones sólo se deduce la necesidad, la urgencia que nosotros, responsables de la nueva evangelización, llevemos a Cristo a los medios de comunicación. No entramos en el cómo, que es indudablemente complejo, tanto desde el punto de vista técnico (cada medio es un lenguaje diverso, tiene su propia gramática y la primera exigencia para la nueva evangelización es conocerla, para no confundir el micrófono de la radio o de la pequeña pantalla con el púlpito), como desde el punto de vista económico o moral.
He aquí un reto para el evangelizador: conocer y aprender esta nueva «lengua» para traducir a ella el mensaje de Cristo. Cristo había dicho a sus discípulos. «lo que habéis oído en privado, anunciadlo sobre los tejados», que nosotros asociamos al bosque de antenas de TV sobre las casas de nuestras ciudades. «Quizá se ha descuidado un poco éste areópago, nos dice el Papa en la Redemptoris missio, «generalmente se privilegian otros instrumentos para el anuncio evangélico y para la formación cristianas, mientras los medios de comunicación social se dejan a la iniciativa de los individuos o de pequeños grupos, y entra en la programación pastoral solo a nivel secundario» (n. 37). Los cristianos del siglo XX están aprendiendo a dar sus primeros pasos en el anuncio de Cristo a través de los media. Aquí está un reto formidable pará los evangelizadores del siglo XXI.
3.2 La ciencia y la investigación:
Está aludiendo el Papa a los científicos y profesores, a la escuela y la universidad: «evangelizar los centros educativos, el mundo de la educación es un campo privilegiado para promover la inculturación del Evangelio» (EA 71 ibid.). Las condiciones para realizarla, según la Ecclesia in America, son, entre otras, las siguientes:
* En la universidad: mantener explícitamente la identidad confesional católica; no basta ya la sola «inspiración cristiana», es necesario conservar con claridad su orientación católica a todos los niveles, incluso el universitario. Los contenidos del proyecto educativo han de hacer referencia constante a Jesucristo y a su mensaje, como lo presenta la Iglesia en su enseñanza (EA 71).
«Es esencial que la universidad católica sea, a la vez, verdadera y realmente ambas cosas: universidad y católica. La índole católica es un elemento constitutivo de la universidad en cuanto institución y no una mera decisión de los individuos que dirigen la universidad en un tiempo concreto» (EA 71 y Prop.23).
Ha de haber una pastoral universitaria adecuada para estudiantes y profesores. Se ha de favorecer la solidaridad, el intercambio, la cooperación entre las universidades católicas de América.
* En las escuelas secundarias católicas: se ha de reforzar la identidad católica. Para ello, el proyecto educativo se ha de fundar en la persona de Cristo y su raíz se ha de nutrir de la doctrina del Evangelio. Se ha de buscar una formación integral de la persona, no sólo una enseñanza cualificada desde el punto de vista técnico y profesional (EA 71, Propositio 24). Y se ha de procurar que la educación llegue a todos, también a los más pobres y desheredados.
3.3 Evangelizar también el mundo del arte favorece el diálogo con los intelectuales y artistas. Allí está el espléndido libro abierto del arte latinoamericano, de excelsa calidad artística y de rico contenido cristiano como mensaje evangélico: en pintura y escultura novohispana, quiteña o cuzqueña; en arquitectura conventual, plateresca o barroca; en teatro, poesía y literatura, en música barroca virreina]. La primera evangelización de América fue una evangelización integral. Promover la creación de obras de arte en que se vuelva a dar la síntesis entre religiosidad popular, Evangelio cristiano y obras que irradien inteligencia y belleza.
He aquí tres grandes desafíos de la iglesia en América. El siglo XX ha señalado el fin de la cultura moderna. Los resultados inciertos de la postmodernidad se caracterizan por el indiferentismo, el escepticismo y el subjetivismo religioso, por la ambigua globalización económica que produce desigualdades sociales cada día más profundas. Expresión de la postmodernidad es la cultura laicista y neopagana hacia la que caminamos.
Juan Pablo II y los padres del Sínodo de América han entrevisto los gérmenes de una nueva civilización del amor, de la justicia y de la solidaridad, que florecerá en una nueva primavera de cultura cristiana. He aquí los tres grandes desafíos para la Iglesia y para todo cristiano de América en el siglo XXI: nueva evangelización, justicia y solidaridad, cultura cristiana. Queremos concluir con unas palabras de Juan Pablo II:
«el mensaje de Jesucristo abre un horizonte infinito y proporciona una energía incomparable, luz para la inteligencia, fuerza para la voluntad, amor para el corazón» (Discurso sobre la nueva cultura cristiana, 14 de enero de 1999).