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Una carta sobre la unidad de los cristianos
C. S. Lewis es sumamente conocido hoy en día principalmente por su serie de Las crónicas de Narnia y por las producciones cinematográficas de tres de los libros de esta serie.


Por: C.S. LEWIS | Fuente: http://www.regnumchristi.org/ Revista In-formarse No. 48



C. S. Lewis (1898-1963) es sumamente conocido hoy en día principalmente  por su serie de  Las crónicas de  Narnia y por las producciones cinematográficas de tres de los libros de esta serie. En esta ocasión queremos que el lector se sorprenda: Lewis también escribió en latín.

 

La causa de que C. S. Lewis escribiera en latín fue una carta del ahora santo don Giovanni Calabria (1873-1954), fundador de los Pobres Siervos y de las Pobres siervas de la Divina Providencia. Don Calabria le escribió después de haber leído  Las cartas del diablo a su sobrino de Lewis (el título original es The Screwtape Letters). Tras la lectura se decidió a escribirle en una lengua que creía común a ambos, dado que ni Lewis sabía suficiente ita-liano ni Calabria suficiente inglés.

 

Desde entonces se estableció una correspondencia epistolar entre ambos, de la que conservamos 20 cartas de Lewis y 6 de don Calabria.



 

Aquí ponemos la primera carta de Lewis en respuesta a la carta del 1 de septiembre de 1947 de don Giovanni Calabria. El tema de la carta es muy claro. La carta es muy  breve. Así que dejamos al lector que la disfrute.

 

C. S. Lewis al señor Giovanni Calabria

 



Magdalen College, Oxford, 6 de septiembre de 1947

 

Reverendo Padre

He recibido de buen grado tu carta llena de caridad y benevolencia. Ten por cierto que también para mí es causa de dolor y materia de oración este cisma en el cuerpo del Señor, que es un gravísimo escándalo para los que inician y que también debilita a los fieles en [la tarea de] alejar al enemigo común. Yo que soy laico, es más, muy laico, y no soy para nada perito en las cuestiones más  profundas de la sagrada teología, me he esforzado por hacer lo que me parece que solamente puedo hacer; es decir, dejar a un lado las cuestiones más sutiles (que han de ser tratadas por los obispos y los hombres eruditos) en las que di-sienten entre sí la Iglesia de Roma y los Protestantes, y me he esforzado más  bien por exponer en mis libros por las cosas que, por gracia de Dios, después de tan grandes pecados y errores todavía son comunes [a ambos]. Y no es un trabajo sin fruto: veo que la gente ignora las muchas cosas en las que todavía estamos de acuerdo; ¡tanto es así que me encontré con un hombre que creía que vosotros negabais la Trinidad Divina!

 

Además de ese trabajo, siempre he considerado que debo comportarme lo más  posible fraternalmente con todos los que se llaman a sí mismos cristianos; si todos hicieran esto con denuedo, ¿no cabría esperar que aquella unidad de amor y obras adelantaría muchos años y que se fomentaría una reintegración más seria en cuanto a las doctrinas? En tercer lugar están (y que es de sumo valor) las oraciones.

¡Ay, la práctica de escribir en latín tan poco frecuentada durante tantos años! Si cometo algún error, te pido comprensión. 

Oremos unos por otros. Me encomiendo cordialmente a tu paterna caridad, en nuestro Señor,

C. S. Lewis.







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