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La familia, especie en peligro de extinción
Pocos son los que siguiendo el plan de Dios, quieren seguir sus enseñanzas, malentendidas por muchos, ya que se toman como imposiciones o dogmatismos, cuando en realidad son proposiciones para una vida mejor.


Fuente: Tiempos de Fe, año 1, No. 5,



La familia, especie en peligro de extinción

De Dios, que es el amor mismo, le viene al hombre su destino. El ser humano que en su vida personal no enfrenta la experiencia del amor, si no participa en él vivamente, permanece para sí mismo en ser incomprensible, y podríamos decir que está incompleto, ya que no estamos hablando solamente de una experiencia de vida marital, sino de cualquiera que nos lleve a amar a nuestro prójimo en las diversas, circunstancias.

Desde luego sabemos que hay personas que aun viviendo insertadas en una comunidad, sin embargo su modo de actuar es totalmente egoísta; esa despreocupación por los demás se hace ostensible en esta época en donde aceleramiento  que traslucen las grandes ciudades se manifiesta importantemente  cuando la violencia o la injusticia se hacen presentes a nuestro derredor  sin que alguien mueva un dedo para ayudar.

Ésa deshumanización, pues no se puede nombrar de otra manera, está alcanzando todos los niveles y todos los ámbitos, desgraciadamente, y hoy se vive o se sobrevive a base de buscar la propia conveniencia y para eso se cae en el uso y el abuso de los demás, según se convenga.

Pocos son los que siguiendo el plan de Dios, quieren seguir sus enseñanzas, malentendidas por muchos, ya que se toman como imposiciones o dogmatismos, cuando en realidad son proposiciones para una vida mejor.



Quizás  hemos errado en el método de transmisión que conduzca a que nuestros hijos acepten esa jerarquía de valores para su propia vida. Desgraciadamente esto se vuelve una cadena interminable, pues si no estamos plenamente convencidos de lo atrayente del modelo que vivimos, ¿Cómo  podremos influir en los demás?

Por el contrario, las personas que vienen de un ambiente en donde se vive el amor, la paz, la justicia, la verdad, la gracia y la santidad, como frutos manifiestos  del Reino de Dios que ya ha comenzado desde la venida de Nuestro Señor Jesucristo, podrán  ayudarle con Él nos pide, a extenderlo.

Dios llama especialmente a los que por vocación al amor conyugal quieran vivir estrechamente unidos a él por su sacramento, para ser los depositarios e instrumentos para la formación de nuevos cristianos que den verdadero testimonio de su fe, con la alegría y la seguridad mediata e inmediata, de que quien vive con la Paz de Cristo, tiene ya en esta vida, su propia recompensa, además de la eterna.

Fiel reflejo del amor de Dios en su vocación y una forma de actividad misionera, pues con su ejemplo motivarán a otros a vivir como el signo y lugar de la alianza entre Dios y los hombres, entre Jesucristo y la Iglesia, esposa suya, este tipo de familias darán lugar a hombres y mujeres que encuentren en ella la primera escuela de esas virtudes sociales que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma. Por eso ojalá que los que se sienten llamados a formar una familia se dieran cuenta de la grandeza de su misión: no solamente habrá en su unión la realización de su amor recíproco a un grado tal de generosidad que hasta  llegue a la fecundidad, y la procreación de unos hijos a quienes Dios a través de ellos quiera darles la vida, sino también serán responsables y depositarios de sus conciencias, para formarlas.

Dios pide nuestra ayuda cuando decidimos contraer matrimonio para desarrollar la semilla que él pone en el corazón de todos sus hijos, por eso, como parte de nuestro sacramento nos encomienda que hagamos todos los esfuerzos necesarios para ayudar a la salvación de nuestro cónyuge y de los hijos que te tengan, misión en la que siempre contaremos con su ayuda. 



Con la modernidad, estos conceptos parece que se olvidan, para dar paso a una mentalidad contraria al verdadero amor, y solamente se podrá recuperar si verdaderamente nos empeñamos.

Por tanto no desperdiciemos la ayuda pastoral de la iglesia para que nos ilumine en la tarea de extender ese Reino de Dios, a través de nuestra vocación, ya que los que hemos recibido el don del verdadero amor, que aunque florezca en diversos carismas, es en el seno de la familia, iglesia doméstica, donde especialmente se característica como cuna y origen, así como por ser, al unirse ante Cristo y junto con él, la piedra angular de una sociedad mejor, ya que cuando los cristianos se deciden hacer luz y sal de este mundo, son muestra resplandeciente de quien nos ha dado todo, incluyendo la fe, y que como escribía S. S. Pablo VI, "a ellos ha confiado el Señor  la misión de hacer visible ante los hombres la santidad y la suavidad de la ley que une el amor mutuo de los esposos con su cooperación al amor de Dios, auto de la vida humana.

El futuro de la humanidad se fragua en la familia. Es necesario que las familias de nuestro tiempo vuelvan a  remontarse más alto... Que sigan a Cristo.... Que no se extingan....







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