Querida www, tienes un e-mail
Por: Remedios Falaguera | Fuente: Catholic.net
Desde que hace años me sumergí en tus redes, nuestra historia en común me ha resultado fascinante.
Es verdad que tu mundo virtual no es fácil de entender y que tiene implicaciones preocupantes, obscenas y peligrosas, pero no me parece justo que te satanicen por ello.
Sé que puedes ser una fantástica herramienta para la educación y el entretenimiento de nuestros pequeños, e incluso no tan pequeños, aunque deberás andarte con cuidado con los intrusos malévolos que te quieren perjudicar. No los dejes entrar. No les permitas que pongan al alcance de nuestros niños, y no tan niños, contenidos nocivos para su salud física y moral, ni que algún depravado les haga daño. Y si lo hacen, busquemos los medios oportunos para sacarlos de tu casa inmediatamente. Nosotros te ayudaremos. No te preocupes.
Sin embargo, no te debe molestar que muchos padres se informen sobre ti para encauzar a sus hijos en una correcta y prudente utilización de la red. Debes entender que tu fácil accesibilidad y el anonimato o disfraz que muchos utilizan para navegar por tus redes nos preocupa a os que tenemos la responsabilidad de educar a nuestros hijos. Aunque eso no nos impedirá dar la voz de alarma para cerrar, modificar o filtrar contenidos que nos perjudiquen o nos aíslen.
Recuerda: No eres ni buena ni mala. Todo depende del uso que se haga de ti. Como se dice por tus redes: “el problema no es la máquina sino el hombre que la usa”. Aunque asumo que es difícil de comprender para los que te ven como algo desconocido, complicado, agresivo e incluso peligroso. Muchos de ellos se ven “obligados” a adaptarse a ti como meros usuarios. Tu nuevo lenguaje, tus pautas de comportamiento y tu cultura son desconocidas para ellos. Dales tiempo.
Pero hoy no me gustaría hablar de esto. Escucha. Llevo varios años editando la sección de “Cartas al director” de un medio digital que tu albergas. Esta tarea es uno de los mayores regalos que me han ofrecido en mi vida, te lo aseguro.
Conocer las opiniones de gente humilde, sin pretensiones, pero maravillosa, que abren su corazón sin pudor para ofrecernos su sabiduría popular, tan necesaria en estos tiempos que corren, porque saben que lo que ofrecen es algo bueno para el que lo lee, es un privilegio inmerecido, te lo aseguro.
Es más, no tengo palabras para definir a todas esas mujeres y hombres que trasladan sus preocupaciones, denuncias y sentimientos a todo aquel que quiera escucharles, con la única pretensión de dignificar nuestro mundo y, por qué no, cambiarlo.
Sólo sé me ocurren palabras de agradecimiento. Sí. Tal vez ellos no son conscientes pero, con cada una de sus cartas, me transmiten una información que me resulta gratificante y me enriquece como persona.
Considero que , editar y comentar cartas en los diarios digitales, participar en foros o bitácoras, e incluso, lanzarse a regalar tus opiniones a todo aquel que quiera escucharlas, no sólo es una nueva manera de comunicarte con otros internautas, sino que es un modo de comprender la vida, de conocer y tratar a gente buena, de recibir calor en momentos de dificultades, de acortar las distancias con los que tenemos lejos y de intercambiar opiniones con personas con las que de otro modo no hubiéramos tenido oportunidad de contactar.
Sumergida en tus redes he conocido a gente muy valiosa. Hombres y mujeres valientes, comprometidos, alegres. Personas buenas, muy buenas, que escondidas tras una página web cualquiera, y sin querer protagonismo ni reconocimiento alguno, te utilizan con sabiduría para compartir “riquezas intelectuales y culturales”, orientar, ayudar y crear opinión que ayude a “Buscar la Verdad para compartirla”, como nos recordó Benedicto XVI a los periodistas hace unos meses.
Querida amiga, siento haberme extendido demasiado. Sí, ya lo sé, el tiempo es oro. Pero, ¿me dejas que termine contándote una historia que albergas en algún rinconcito de tu casa?
Te gustará.
"En una iglesia de una aldea alemana tenían un Cristo muy bonito y valioso. Estaba crucificado y la gente le tenía mucha devoción. Durante la Segunda Guerra Mundial cayó una bomba y, al explotar, le arrancó los dos brazos. Al final de la contienda, los del pueblo se planteaban restaurarlo. Pero alguien sugirió dejarlo como estaba, sin brazos. Se aceptó la propuesta e incluyeron una leyenda explicativa que decía así: “Vosotros sois mis brazos”. Así nos recuerda a todos que Jesucristo tiene necesidad de nosotros para seguir su misión en la tierra."
Muchas gracias y hasta pronto.
Comentarios al autor: rfalaguera@gmail.com