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Combatir la violencia con las armas del amor
Es muy fácil ver los defectos y acciones de las personas en nuestro entorno y juzgar con ligereza


Por: Dra. Claudia Jaquelina González Trujillo | Fuente: es.catholic.net



“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Lucas 6, 41-42).

Los seres humanos tendemos a criticar a los otros. Es muy fácil ver los defectos y acciones de las personas en nuestro entorno y juzgar con ligereza. No pensamos que nosotros mismos tenemos muchos defectos y nuestras acciones pueden ser peores que las de los demás.

En 1982 el psicólogo Heinz Leymann  nombra mobbing al acoso laboral. Este causa graves secuelas emocionales e inclusive físicas.

Se trata de acciones de parte de una o varias personas  sobre una víctima. Produce una sensación de inestabilidad, miedo, ansiedad e incluso ataques de pánico y somatización como gastritis, colitis, migraña, hasta llegar a otros trastornos de mayor gravedad como la depresión, que en casos extremos puede llevar al suicidio. Es un  tipo de violencia psicológica, a través de insultos sutiles, rumores, calumnias y difamación. Atenta contra la dignidad y la integridad de la persona. La finalidad es hacer sentir miserable a la otra persona y orillarlo a que abandone el trabajo.

El mobbing puede darse cuando se considera a la víctima como una amenaza para los intereses personales de los acosadores.



El acoso ocurre sutilmente y cuando no hay testigos.  La violencia psicológica no deja evidencia física, pero se puede observar el deterioro de la víctima, bajando su autoestima, llegando a creer que no vale, que no es merecedor del trabajo, aislándose y cayendo en una espiral de dolor e indefensión.  A veces llega a creer que soportar estas humillaciones, desprecios y malos tratos, forman parte de su trabajo. Ante el miedo de quedar desempleado, permite esto en detrimento de su estabilidad emocional y física, lo que redundará en sus relaciones familiares y sociales en general.

Es importante informar sobre este fenómeno laboral para tomar consciencia, esforzarse en corregir estas prácticas y denunciar ante las autoridades competentes.

Cualquier persona puede ser víctima de mobbing. Es un fenómeno más  frecuente de lo que se puede imaginar. Se podría pensar que la persona acosada presenta deficiencias en su trabajo, pero no es así.  Aun en este caso, la persona debería ser retroalimentada para mejorar su desempeño, pero nunca violentar su dignidad humana e integridad. 

La realidad, en muchos casos,  es que el acosador, se siente inseguro y amenazado ya que sus propios objetivos peligran. Ante esto, su defensa es deshacerse de la persona a cualquier costo.

Las víctimas de mobbing por lo general, son personas con altos estándares éticos y con gran sensibilidad. En algunos casos puede tratarse de personas que se han negado a participar en prácticas fraudulentas o se han negado a callar en casos de injusticias.



Debemos corregir lo que no vaya de acuerdo con lo que el Señor  nos enseña.  El mobbing no sólo daña a la víctima. Este mal daña a la familia y a la sociedad en general, ya que atenta contra lo más preciado: el amor a Dios y el amor al prójimo. SS Francisco pide “combatir la violencia con las armas del amor”.

Cambiemos, celebrando lo bueno y recomendando, en privado, acciones para mejorar el actuar del otro, siempre con humildad y amor.







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