Cuando dos se convierten en tres
Por: Fernando Pascual y Eugenia Tamez | Fuente: Catholic.net
El amor que llevó a un hombre y a una mujer a un compromiso "para siempre" rompe lo que era un sistema de vida en el cual dominaba el "tú" y el "yo", para iniciar la vida del "nosotros", en la que el "tú" y el "yo" se viven de un modo distinto, más íntimo, más cordial, más profundo.
Conforme pasa el tiempo, todos esperan un nuevo paso en la vida del matrimonio joven: el nacimiento del primer hijo. Es un momento en el que la esposa, vibra de emoción, y contagia al esposo, quien también participa, de lo que va a ocurrir en el seno de su esposa. El "tú" y el "yo", convertido ya en un "nosotros", se abre y se enriquece ante el que ya ha llegado, ante el primer hijo, que introduce muchas novedades en la pareja hasta ahora más o menos armónica.
Desde luego, los primeros nueve meses serán un misterio compartido especialmente entre la mamá y el bebé . El papá, sin embargo, no es un satélite externo a todo lo que está ocurriendo. Sabe que este bebé es "nuestro" hijo. Sufre y siente las angustias de la esposa. Se alegra con los resultados positivos de un diagnóstico prenatal, y se preocupa cuando los médicos no se muestran especialmente optimistas. Comparte, en la medida de su amor, la aventura de una nueva vida que ya ha iniciado y que pronto podrá no sólo tocar a través de la piel de la esposa, sino ver y palpar directamente, en un abrazo de gozo y de alegría que es difícil de describir.
Toda carrera matrimonial implica esta apertura a las vidas que vienen del amor. Cada nueva concepción repite la alegría de la vida, de esa vida que nuestros padres nos dieron, de esa vida en la que tantos nos acogieron, de esa vida que también nosotros podemos dar gracias al amor que no se pone límites.
Ahora, la pareja tendrá que reservarle al nuevo miembro un espacio físico, psicológico y emocional entre ellos, además de conservar y hacer crecer su relación de esposos.
La mejor manera para enfrentar esta nueva forma de vida, es estar preparados y esperar lo inesperado. El ir aprendiendo cómo cuidar al bebé, tomar cursos juntos y leer sobre todo lo que viene, puede ahorrar muchos gritos y malentendidos provocados por el estrés que conlleva el adaptarse al cambio.
Para mantener una buena relación de pareja aquí tenemos algunas sugerencias que pueden llevar a cabo:
No dejen de dialogar
Es fácil dejar de hacerlo después de tener un día lleno de actividades, trabajo y cuidados para el bebé, sin embargo, dedíquense aunque sea unos minutos para dialogar y conocer sus expectativas, miedos, etc.
No se desesperen
Acepten que su vida ha cambiado radicalmente y no se puede llevar la misma rutina de antes, incluso como ama de casa no tengas como prioridad el tener los anaqueles de la cocina impecables, pues al ver que no tienes tiempo para ello, sólo te traerá disgustos.
Den tiempo al tiempo
Eventualmente ustedes y su bebé establecerán una rutina, lo que facilita tener más tiempo para disfrutar en pareja.
Planeen salidas juntos
Tal vez tome un poco de tiempo volver a salir solos, pero pueden empezar a planearlo y buscar quién pueda cuidarles un rato al bebé.
Lo que pueden hacer antes de volver a salir, es tener sus propias citas en casa, alguna cena romántica o simplemente rentar una película y disfrutarla con su botana favorita.
No dejen de decirse lo mucho que se aman
Ya sea con las palabras, con caricias, cartitas o detalles que le hagan ver al otro lo mucho que lo aman.
Recuerden que la relación más importante en la familia es la de los cónyuges, es la base para desarrollar las demás relaciones entre la familia.
No olviden que dentro de unos años volverán a estar solos otra vez cuando sus hijos se casen o tengan otros intereses. No esperen hasta entonces para disfrutar su relación de pareja.
Nutran su matrimonio desde hoy, cuando tienen hijos
A través de los años verán los frutos, hijos estables y autónomos y sobre todo un matrimonio amoroso y feliz.
No dejen nunca de rezar
Recuerden que Dios da la gracia necesaria para mantener la unión entre ustedes y fortalecer su amor. Cuando rezan juntos, Dios los ayudará en los momentos difíciles y los acompañará en las alegrías.
Todos queremos que el nuevo año sea un poco mejor, un poco más feliz. Lo será en la medida en que sepamos amar, abrir el corazón al otro, a la otra, a los otros que vienen. Así hemos nacido miles de millones de seres humanos. Así esperan poder vivir, con la dignidad del amor, aquellos hombres y mujeres que serán nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, y que dependen plenamente de nuestra disponibilidad en el amor. Darla no cuesta nada, y puede concedernos mucho más de lo que podamos esperar. Basta con hacer la experiencia.
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