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El amor no es ciego. Ciega es la soledad.
Con el paso del tiempo la mirada se fue desviando hacia otras seres más novedosos o aparentemente más satisfactorios


Fuente: Catholic.net




¿Por qué las estadísticas hablan de 1.200.000 fracasos matrimoniales en los últimos 20 años?

Hay muchos estudios sociológicos, económicos, psicológicos al respecto de este fenómeno y que aportan mucha luz. No lo negamos, pero consideramos que mucho influye la ceguera para ver al otro , que es como una enfermedad contagiosa que parece devorar a la sociedad de consumo.

Posiblemente cuando una pareja inicia juntos la aventura de la convivencia, eran capaces de ver al otro, de verse , incluso más que a sí mismos, pero con el paso del tiempo la mirada se fue desviando hacia otras seres más novedosos o aparentemente más satisfactorios: un trabajo atrayente, el reto de dejar una huella, la lucha por alcanzar un nivel socioeconómico respetable, la educación, sostenimiento o el sobrevivir a unos hijos.

Los distracciones crecieron y fueron absorbiendo la atención de cada cónyuge y dejaron de verse, por ello dejaron de conocerse.

Cuando él o ella llegan a casa, ya no saben mirarse, no descubren que detrás de ese silencio sucede algo, que tras ese “Bien” al que se contesta con algo de desdén cuando se pregunta ¿Cómo te fue?, esconde problemas, miedo o inseguridad para hablar de ellos... Están juntos pero no se ven.

Al nacer la ceguera, se desconocieron, se encontraron como des-conocidos, y el paso del tiempo hizo que no supieran como volver a empezar a “conocerse”.

La solución rápida entonces es la huida del desconocido para buscar a otro, a quien puedo aprender a ver, para comprender, para luego amar. ¿Y así continuar la historia hasta que de nuevo el amor se muera por ceguera?

Para que el amor perviva es necesario ver al otro todos los días y volver a aplicar los sabios consejos que un día un zorro le dio a un “Principito” y que vale la pena recordarlos aquí:

El amor es la creación de vínculos, hay que re-crearlos cada día, porque los vínculos hacen del otro alguien único para mí. ¿Cómo? Los vínculos son ataduras, yo te quiero necesitar y tú me quieres necesitar. Quiero que tú me ayudes a vivir.

Los vínculos se crean con paciencia, como decía el zorro, es decir, todos los días, en lo monótono y cotidiano del existir. El tiempo es la argamasa del amor sólido. Necesito crear este vínculo todos los días, y muchas veces.

Fijar mi atención en el otro, buscando acercarme poco a poco a él, descubriéndole como es, no como yo quisiera que fuera: “Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más ceca”

Crear y respetar ritos que solo tendrán significado para la pareja; los ritos son necesarios porque son fuente de intimidad. “Es lo que hace que un día no se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra”

No huir del dolor que nace de ver el dolor del otro, dejar que me hiera para poder comprenderle: El zorro dijo:- lloraré.

No buscar ganar nada para mí, sino para el otro; así podremos decir “he ganado a causa del color del trigo”

No tener miedo de compartir lo más profundo, los secretos que se guardan en la trastienda de mi persona y que son tesoros para mí. Yo te regalaré un secreto....He aquí mi secreto, que no puede ser más simple :” sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos” Compartir mis certezas me unen al confidente.

Ser responsable de a quien amo porque me interesa todo él, toda su vida, toda su persona. Nada del otro me es indiferente. “Eres responsable para siempre de lo que has domesticado”

Entonces nos sucederá como al zorro. La monotonía de la convivencia se romperá porque:

”Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.”



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