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El Sacerdote y la informática
El uso de la informática como herramienta de trabajo o como medio de comunicación


Por: Card. Darío Castrillón Hoyos | Fuente: www.riial.org



Nuestro tiempo como paradoja
Nuestro tiempo asiste a verdaderas pradojas que afectan al hombre en todos los aspectos. Es la era de Los derechos humanos, y nunca se han visto tantas muertes inocentes, no sólo de adultos por muchas causas, sino hasta de la vida naciente en el seno de su madre; es la era de los avances científicos, y la ciencia –ontológicamente al servicio del hombre- pone en peligro la vida de la humandiad minuto a minuto; es la era de Las Comunicaciones, y se multiplica el número de los solitarios y aislados.

Estas paradojas también atectan a la comunicación y al servicio que ésta puede prestar a la Evangelización. Por un lado están los grandes desarrollos que permiten la comunicación multimedial en tiemo real, posibilitando, v. gr. La teleconferencia como hecho habitual. Por el otro, la realidad inmóvil de aquéllos, los más necesitados, que siguen sin acceder a otro medio de comunicación que su propia voz. Son más los excluidos de hoy que los de ayer.

Este fenómeno no deja de afecta a la Iglesia, a sus agentes pastorales y a la misma tarea de la Evangelización, ya que la necesidad de la asistencia, el acompañamiento y la formación en esos lugares, sean una urgencia y una preocupación para nosotros.

Posibilidades de las redes informáticas
Frente al panorama presentado, la realidad informatica se va extendiendo sin un programa específico que la conduzca, a lo largo de todo el mando.

La computadora, como medio de trabajo – con de comunicación- se va haciendo frecuente y de uso común en casi todos los ambientes. Pero más donde se comprende su importancia y amplias posibilidades, se asume como medio de comunicación. Por ell sólo los proyectos que entienden esta potencialidad y la saben articular, logran alcanzar objetivos difícilmente realizables en otras formas.

Las redes informáticas, con tecnologías adecuadamente aplicadas, pueden ser vistas como un “nuevo medio para la Comunión y la Comunicación” (Mons. Foley – Brasilia 1996) porque acortando los tiempos y los costos, ayudan a una “presencia virtual” que hace posible la información, la asistencia y el acompañamiento aún a grandes distancias. Sin pretender reemplazar a la  persona y su presencia, estas redes ayudan para una comunicación más fluida, y pueden hacer sentir la comunión eclesial en aquellos lugares donde, por distitntas circusntacias, la presencia no es posible. Se logra, por así decirlo, una forma nueva y rica de comunicación grupal interpersonal.

La Iglesia ya tiene esta experiencia como una realidad viva en el proyecto RIIAL – Red Infomática de la Iglesia en América Latina- donde la fuerza comunional del Espíritu se ha hecho presente de manera particular en realidades especialmente difíciles (baste citar como ejemplo Perú y Cuba).

Internet y redes eclesiales privadas
El uso de la informatica, sea como herramienta de trabajo o como medio de comunicación, no se ha dado en forma homgénea en la Iglesia. Se ha iniciado con el entusiasmo de algunos y la circunspección de otros. Es natural que así suceda, porque la aceleración de la posibilidades técnicas no provoca automaticamente la maduración simultanea de los seres humanos y los grupos.

El desarrollo creciente de Internet y de sus posibilidades nos pone a todos, independientemente del lugar, en una gran comunidad donde se pueden encontrar grandes servicions. Pero estos no son fáciles de econctrar y de usar si no se Los conoce y no hay una cultura de uso para ello.

Por esto no basta tener una computadora y un módem; tambpoco basta la sola existencia de Internet y su amplia gama de servicios. Hace falta una cultura – y al interior de la Iglesia una cultura crisitana- que permita su uso y auténtico aprovechamiento. Sin ella, lo que puede ser un gran servicio que potencie la evangelización, el estudio, la investigación, la comunicación, puede reducirse a un elemento más dentro del gran “shopping” de productos presentes en Internet, y permanecer como un elemento muerto.

Una parte esencial de esta cultura, consiste en la conciencia de que Internet no llega hasta donde nosotros sí queremos llegar. Internet es una gran ayuda, pero en cierto modo insuficiente, porque la extensión de la ingraestructura de comunicaciones sigue las leyes del máximo lucro. Por esta razón no todos los lugares pueden tener la infrastructura, o los precios de utilización no siempre están al alcance de los presupuestos personales. Otro aspecto esencial de esa cultura es la superación del encanto por lo tecnológico en sí mismo. Sin estos rasgos, los más necesitados quedarían de nuevo fuera de la corriente de la tecnología. Afortuadamente para la Iglesia, contamos no sólo con el Internet como fenómeno mundial, sino que existen las redes privadas que ya posee la Iglesia.

Estas hacen posible la comunicación por medios informaticos en una realidad “ad intra” de la Iglesia. Con estas redes internas se logra no sólo acceder con los medios digitales en donde no llega Internet, sino que potencia los vínculos internos en una estructura propiamente eclesial.

Esto no se contrapone a la realidad y los servicios que se puedan encontrar en Internet, sino que se complementan y potencian para lograr el objetivo comunional y comunicacional que la Informática puede brindar a la Iglesia.

El sacerdote y la ciencia
Por esto, la informática – no la computadora comouna máquina de escribir más sofisticada- impone un nuevo desafío  a la Iglesia, que es el servirse de ella y utilizarla como medio para cumplir el manato del Señor de ir “hasta los confines del mundo”.

En este sentido, y par ser nuevo vínculo para la comunión, no puede llegar a la vida del sacerdote como una realidad extraña, como no lo fue en el pasado la escritura, la astronomía y otras ciencias que han encontrado en la misma Iglesia un lugar de desarrollo y custodia.

Precisamente porque la informatica ha configurado una nueva cultura, que el sacerdote debe evangelizar, debe ser estudiada, asumida y promovidad desde la misma formación sacerdotal. Los jóvenes seminaristas han nacido ya en un clima donde la computación es un elemtno esencia de su cultura, y un instrumento norma en el desrrollo de sus actividades.

Así, una reorientación de su instrumentalidad en el criterio de los sacerdotes puede hacer que aquello que servía para el estudio, la investigación y los juegos, se convierta en instrumento de comunión, ayuda mutua, comunicación ahorro de tiempos y superación de distancias y carencias tales como las bibliotecas.

Si esto es válido para todos los sacerdotes en general, podemos añadir aún más.

Por plantearse como “nuevo medio de comunión” queda vinculado a la competencia del propio ministerio sacerdotal. Por ello es necesario que, entre los mismo sacerdotes, existan especialistas en la materia que, realizando un nueva sístesis entra ciencia y fe en el campo de la informatica, empiecen a asesorar y desarrollar proyectos acordes con la necesidad de la Iglesia en cada lugar concreto.

Se evidencia entonces la necesidad del ejercicio del pastoreo en esta nueva cultura, para iluminar las realidades que se quiere desarrollar, las verdaderas prioridades, los pasos que se deben seguir.

La Evangelización de los nuevos ambientes
Por último, la nueva cultura que se va asomando al mundo, no cabe duda de que lleva la impronta de la informática. El proceso de informatización y comunicación global no es un proceso que inicia la Iglesia. Es una realidad que vive el mundo y que la Iglesia debe acompañar y asumir para evangelizarlo y obtener los mejores frutos que ella misma brinda, como se dijo hasta ahora. También para redimier un mando que nace bajo la fascinación de las nuevas técnicas y las leyes del mercado. Precisamente porque se trata de un mundo polivalente y complejo, pero inseparable de la cultura actual, la Iglesia debe entrar en él con discernimiento y prudencia, pero con valor. Pues “lo que no se asume no se redime”.

En este aspecto es necesario una especial atención por parte de los pastores que los planes de Evangelización de este nuevo ambiente, que comienza con el uso y la presencia de la Iglesia dentro del mismo, tengan el sello las  Bienaventuranzas y del nuevo ardor misionero que nos demanda la hora presente y que en forma tan clara y repetida nos pide el Santo Padre.







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