Genoveva Torres Morales
Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net

Genoveva Torres Morales nace el año 1870 de una familia de campesinos, en un pueblo de España. Es la más pequeña de 6 hijos. Cuando aún no había cumplido dos años muere su padre. En poco tiempo mueren 4 hermanos, y en 1878 también muere la madre.
Las pruebas de la vida no terminaron para Genoveva. Se tuvo que dedicar a todos los trabajos de casa, por lo que apenas tiene tiempo para ir a la escuela. Por comer mal y por las condiciones de pobreza en las que vivía, se desarrolló una gangrena en la pierna izquierda. Los médicos deciden amputar la pierna. Genoveva tenía sólo 13 años...
Con una historia así, Genoveva pudo haberse rebelado contra Dios. Pudo mirar al cielo para gritar: "¿por qué? ¿para qué? ¿tiene algún sentido todo esto?" Hay muchos que por menos pierden la fe, rechazan a Dios, lo tachan de cruel, de tirano, de injusto. Algunos toman la decisión dramática, y se suicidan, quizá después de haber perdido sus ahorros, o al recibir una calumnia, o cuando se enteran de la muerte de un ser querido.
Genoveva no hizo nada de esto. Con sus muletas y sus dolores, con su mirada en Dios y con un gran corazón, empezó a pensar en los demás. Comprende que hay personas que sufren, que viven solas, que quizá no conocen a Dios ni tienen el bálsamo de la esperanza. Por eso fundó en 1911 un instituto religioso dedicado a atender a quienes viven en soledad, para llevarles el consuelo del amor. El instituto, que luego recibiría el nombre de Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Ángeles (conocidas también como Angélicas), continúa hoy el trabajo que inició una mujer minusválida, Genoveva, la cual siguió en la lucha hasta que Dios la llamó a los cielos el 5 de enero de 1956.
Hay hombres y mujeres con muchas más cualidades, con estudios, con salud, con buena posición social, que viven en la apatía, el aburrimiento, el sinsentido. ¿Por qué una chica huérfana de los dos padres, que vive en pobreza, que no puede estudiar, a la que le quitan la pierna, pudo tanto? ¿Cuál fue su secreto? Una palabra sencilla y fácil: el amor. En sus escritos podemos leer frases como estas: "Nada es pesado para el que ama". "El amor nunca dice basta". Descubrió que Dios la amaba, que en el Sagrario está presente Jesús, y se puso a caminar, con muletas, detrás de Cristo.
Ha sido también un Papa enfermo el que declaró su santidad el 4 de mayo de 2003, en la ciudad de Madrid. Juan Pablo II, encorvado y débil, pero entusiasta, nos ha dado a toda la Iglesia la fiesta de una canonización llena de vida. Ha puesto delante de nosotros el ejemplo de una santa que supo amar hasta el final.
Desde el cielo Genoveva nos sonríe. A quien sigue hundido, en su amargura o su tibieza, le señala, con sus muletas, un crucifijo. A todos nos susurra, con uno de sus textos, que también el sufrimiento tiene sentido, si se ama. "Hay que amar a Dios en todas las cosas agradables y desagradables: y si están envueltas en sufrimientos, tanto mejor. El amor sin sufrimiento es sospechoso. El amor todo lo hace fácil".
"El amor todo lo hace fácil". Incluso lo difícil... Ese es el testamento de una mujer sencilla, de pueblo, llena de heridas y penas, pero con un corazón capaz de descubrir a Dios y de dar la vida por los hermanos...

