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La evangelización es un camino, no un objetivo.

Yo hablo, tú entiendes, ellos nos miran. Él también participa.
Una misma palabra o signo puede destrozar la comunicación, al introducir los prejuicios adquiridos por unos y otros.


Por: Nestor Mora Núñez |



La evangelización nunca es una actividad de masas, eventos multitudinarios o festivales, aunque se pueda evangelizar dentro de estos eventos sociales y en otras muchas circunstancias.

El esquema de la evangelización siempre parte del diálogo entre dos personas: evangelizador y evangelizado. El Evangelizador no tiene razón de dar el primer paso, ya que puede aprovechar cualquier circunstancia para trasladar un mensaje al evangelizado. Un mensaje que no tiene que ser siempre verbal. De hecho la evangelización más efectiva se realiza a partir del testimonio que damos en nuestra vida cotidiana.

Ahora, aparte del evangelizador y del evangelizado, hay una tercera Persona: Dios. Cristo siempre está presente cuando dos o más personas se reúnen en Su Nombre, no nos deja solos. De hecho, la gracia de Dios actúa como catalizador tanto en el evangelizador como en el evangelizado, siempre y cuando no cerremos el corazón a su acción. Hay que contar con el pecado, que impide que la Gracia de Dios nos guíe y nos mueva. No propiciemos que aparezca el pecado.

Este esquema es válido para la vida física y para la vida en las redes sociales virtuales. El evangelizador puede lanzar las “redes evangelizadoras”, compartiendo textos, enlaces, fotos, mensajes, música, videos, animaciones, etc, pero la verdadera evangelización empieza cuando el evangelizado da un paso adelante y establece comunicación. No siempre es una relación fácil, ya que el proceso de conversión de cada uno de nosotros, nos puede llevar por caminos largos y complicados. Caminos llenos de peligros y oportunidades. Por ello es recomendable que el evangelizador se ponga en manos de Dios a través de una oración. Especialmente interesante es invocar al Espíritu Santo para conduzca la Gracia a través de sus Dones.

Hay que tener especial cuidado con las primeras charlas y los primeros mensajes, ya que el lenguaje es traicionero. Una misma palabra o signo puede destrozar la comunicación, al introducir los prejuicios adquiridos por unos y otros. Les pongo un ejemplo: la cruz. ¿Puede haber un signo mejor para definir el cristianismo? Pues hasta este símbolo debe ser utilizado con cuidado. La cruz significa redención pero para otros puede significar: dolor, sumisión, sinsentido, violencia, dominio, etc. Si una persona recibe de nosotros una comunicación en donde la cruz aparece como elemento central, podemos encontrarnos con un portazo lleno de violencia. Hay personas que entienden la cruz como un mal y no como una herramienta de salvación. Ya llegará el momento de mostrar la cruz.



No se trata de ocultar el símbolo, sino de esperar al momento oportuno para que se haga presente. Muchas veces podemos propiciar a que sea el evangelizado el que dé el primer paso y nos haga llegar qué le “duele” de Dios, la Iglesia o la fe, en general. En esos momentos, el testimonio es fundamental. Testimonio que es: compresión, serenidad y cercanía. Si a una persona le duele la cruz, es que no comprende qué significa. No nos sintamos despreciados por ello. Cambiar su entendimiento sólo puede ser obra de Dios, en la que nosotros podemos colaborar. Nada más. En ese sentido, el evangelizador se convierte en herramienta en manos de Dios.

Podríamos decir que a cada evangelizado le corresponde un camino diferente que debemos descubrir entre todos: él, nosotros y Dios. Descubrir las heridas que trae consigo el evangelizado, es lo más importante. Para ello es necesario:

  1. Escuchar con paciencia. Porque una actitud de escucha genera confianza y cercanía.
  2. Preguntar antes que afirmar. Cuando afirmamos, podemos crear conflictos y avivar el dolor que esa persona lleva dentro. Cuando preguntamos, hacemos evidente que nos interesa la persona.
  3. Pedir antes que exigir. Pidamos, solicitemos,  para que sea el evangelizado quien vaya dando los pasos, cuando se sienta capaz de ello.
  4. Esperar antes que actuar. No seguir temporizaciones, plannings, ni evaluar lo que hacemos en términos de tiempo y apariencias.
  5. Orar con confianza, porque Dios es el que mueve los corazones.

Sólo quien reconoce sus heridas, puede ponerse a disposición del Médico para ser curado. En el momento que una persona solicita la Medicina (la Gracia) es cuando podemos decir que la evangelización empieza a dar resultados.







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