Madre María Cándida
Por: n/a | Fuente: Fe y Familia

La Iglesia ha amado la Eucaristía desde que el mismo Señor Jesús la instituyera. Es pues, el Don de dones, renovación de la Pasión del Señor Jesús y presencia real de Cristo entre los hombres.
El misterio de la presencia sacramental de Dios en el mundo, recuerda que la Hostia Consagrada es realmente el Cuerpo de Cristo. La recientemente beatificada, María Cándida de la Eucaristía, encontró en el Pan Vivo, alimento de vida eterna, regalo preciado en el que el mismo Dios se daba por amor.
«Cuando era pequeñita y todavía no se me había dado Jesús, esperaba a mi madre, cuando volvía de la santa Comunión, y de puntillas le decía: “A mí también el Señor”. Mi madre se inclinaba con afecto y alentaba sobre mis labios; yo la dejaba enseguida y repetía saltando: “Yo también tengo al Señor, yo también tengo al Señor”». Así contaba, con dulzura, la Madre María Cándida. Hermoso don había sembrado Dios en su corazón de niña.
María Barba nació el 16 de enero de 1884 en Catanzaro (Italia). Tras luchar veinte años por defender su entrega total al Señor, sus padres se convencen verdaderamente de su llamado a la plena consagración y ella ingresa al Carmelo.
La Eucaristía era verdaderamente centro de toda su vida espiritual, sobretodo por la incidencia vital en la relación entre su alma y Dios. De la Eucaristía sacó fuerzas María Cándida para consagrarse a Dios como víctima el 1 de noviembre de 1927.
Vocación a la Eucaristía
Ella misma desarrolló plenamente lo que define como su «vocación a la Eucaristía». Escribió una pequeña gran obra de espiritualidad eucarística, “La Eucaristía”, una larga e intensa meditación sobre la Eucaristía, que se irradia entre el recuerdo de la experiencia personal y la profundización teológica de su experiencia de fe. Bendecía el maravilloso don de la fe que le permitía ver al Señor Jesús en la Eucaristía: «Oh mi Amado Sacramentado, yo te veo, yo te creo... Oh Santa Fe».
Fue priora del monasterio en 1924, siéndolo, salvo una breve interrupción, hasta 1947, y contribuyó de forma directa a la expansión del Carmelo teresiano en Sicilia, la fundación de Siracusa, y al retorno de la rama masculina de la Orden.
Pero en la Eucaristía, la Madre Cándida, descubre también el sentido profundo de los tres votos religiosos, obediencia, castidad y pobreza, por ser éstos ejercicio completo de una profunda conformación con el Señor Jesús en quien todo hombre encuentra el camino hacia la santidad, si se llega a revestirse del nuevo hombre que por Cristo se es, y se despoja del pecado.
Para María Cándida, la Eucaristía es alimento, es encuentro con Dios, es fusión de corazón, es escuela de virtud, es sabiduría de vida. Cómo no maravillarse cuando nos dice que «Aquel único tesoro está aquí, es Dios. Verdaderamente, sí verdaderamente: mi Dios y mi todo».
El Señor la llamó, después de algunos meses de agudos sufrimientos físicos, el 12 de junio de 1949, Solemnidad de la Santísima Trinidad.
Lo que dijo el Papa
«María Barba ofreció toda su vida a Dios en el Carmelo... Fue una auténtica mística de la Eucaristía; hizo de ella el centro unificador de toda la existencia... Se enamoró tanto de Jesús Eucaristía que experimentó un constante y ardiente deseo de ser apóstol incansable de la Eucaristía».
Juan Pablo II

