Cuento de Navidad
Cuando José le contó a Jesús la triste historia del rey Herodes
Por: P. Ángel Llorente Martín | Fuente: Catholic.net
Cuatro años antes de morir Herodes el Grande, sucedió el triste episodio conocido como "matanza de los niños inocentes" en la zona de Belén y Efrata. El rey se puso muy nervioso al conocer y comprobar por los sabios, la noticia que trajeron unos Magos de Oriente, sobre el nacimiento del Mesías o "Rey de los Judíos" anunciado por el profeta Miqueas y en otros pasajes bien conocidos de los libros sagrados. Guiado por su instinto asesino, concibió inmediatamente la idea de matarle.
¡Matar! esa era la obsesión de su mente. No se enfrentó jamás a los problemas políticos y humanos. Simplemente el que le lleva la contraria ya fuera hijo, esposa, secretario, amigo o adversario... lo mataba y se acabó el problema. Así fue como se fue afianzando y sosteniendo en el poder. Y las autoridades romanas de quien dependía ¿qué pensaban? ¡Nada! ¡Felices! Con tal de que no les llegaran los problemas de aquella gente arisca, rebelde e independiente como eran los judíos ¡ellos encantados!
Pero ¿cómo poder identificar a un niño recién nacido en la comarca de Belén? No es que fueran muchos los niños que habían nacido en ese año. Seguramente no pasarían de veinte. Muy sencillo. El astuto rey supo camelar a los Magos para que le informaran puntualmente sobre el Niño, so pretexto de que él, "el rey de los judíos" iría tambien a postrarse a sus pies llevándole magníficos regalos. ¿Cómo no se lo iban a creer los ingenuos, astrales y sabios Magos? Ellos no conocían los instintos asesinos que guiaban el corazón de aquel sádico.
Hay momentos en que se hace necesaria la intervención de Dios en este mundo para que la maldad humana no rebase sus planes. Este es uno de ellos. Dios no tuvo más remedio que actuar, aunque fuera en sueños, para que aquellos buenos magos no cayeran en la trampa de Herodes. El asesino burlado se enfureció tanto que mandó matar a todos (¿a todos?) los niños que tuvieran menos de dos años ¡¡¡Porque de mí no se ríe nadie!!! ¡Pobre Herodes! ¿Condenas al que quiere salvarte? ¡Oh, rey odiado! Al único que podía haberte engrandecido porque a todos ama... ¿tú quieres matarle?
¿Qué impresión habrá causado en el corazón de Jesús niño cuando su padre José le contó la triste historia de los inocentes?
Fue un día frío de invierno al caer el sol. El niño había estado jugando toda la tarde con los amigos del barrio. Entre el juego y sin enfado un niño se había dirigido a Jesús con el apelativo de "egipcio". A Jesús no le molestó pero se le quedó grabado. Al llegar a casa se lo dijo a su padre:
- Papá, un niño me ha llamado "egipcio". ¿Por qué habrá sido?
- Se lo habrá oído a su padre, hijo. A mí algunos amigos me llaman "el egipcio" con cariño, porque cuando tú eras muy pequeño tuvimos que vivir algunos años en Egipto. ¿No te lo ha contado ya tu madre? ¿Quieres que te cuente yo la historia? Pues prepárate y escucha que es larga...
- ¡Sí, sí papá! ¡Cuenta, cuenta!
El Niño dio un salto a las rodillas de su padre y José le contó todo lo sucedido con Herodes y los Magos. Jesús niño quedó tan marcado por aquel relato que, cuando se hizo mayor, nunca quiso visitar su tierra natal, Belén, donde ya no encontraría a nadie de su edad, sabiendo el por qué, seguro de que hallaría aún viva la pena de muchas de aquellas madres a las que no podría consolar porque sus hijos ya no existían ni podría resucitarles de inmediato.
Jesús pensaba: ¡Algún día les pagaré con creces! Llegará el día en que verán a sus hijos en el reino de los cielos muy cerca del trono del Cordero. Entonces comprenderán..