Autoridad y Disciplina
Método para lograr la comunicación con tu hijo
Por: Pilar Guembe y Carlos Goñi | Fuente: Familia Actual
Muchas de las técnicas educativas que proponemos las sacamos de la vida misma. En cierta ocasión, un padre nos decía que no lograba comunicarse con su hijo. Él era vendedor de coches y le preguntamos qué hacía para conseguir tan elevadas ventas, pues realmente era un gran profesional.
“En primer lugar –explicaba—, hay que crear un buen ambiente; después, hacerle ver al cliente que tiene que cambiar de coche (si no ve esta necesidad, no vamos a conseguir nada); el siguiente paso consiste en convencerle de que puede comprarse un coche y, por último, de que vamos a ayudarle con una buena financiación”. Tras escuchar esta técnica de marketing le sugerimos que la aplicara al caso de su hijo. “¿Cómo?”, dijo sorprendido. Aplicando este proceso que nosotros hemos llamado motivación dialogada:
Primero: crear el ambiente para el diálogo. Debemos buscar el entorno adecuado para que nos escuche. No conseguimos nada hablando cuando está enfadado, o lo estamos nosotros, cuando tiene prisa o está preocupado por otras cosas. Se trata de propiciar el encuentro. De esta manera, facilitaremos que se implique. Los padres sabemos cuál es el momento adecuado, cuándo un hijo está más receptivo. No lo intentemos inmediatamente después de una pelea o de una discusión, de un suspenso o de un desengaño amoroso. Dejémoslo para cuando haya un poco de calma.
Segundo: provocar la necesidad de cambio. Hacerle ver la conveniencia de mejorar su actitud o su comportamiento en una cuestión determinada, dándole razones. No ataquemos a varios frentes a la vez, sino uno a uno. Por lo general, cuando se prospera en un aspecto, se prospera en otros o se está mejor dispuesto a prosperar. Si, por ejemplo, observamos que trata de manera incorrecta a sus hermanos o a algún miembro de la familia, le debemos hacer ver que esa actitud le hace arisco o parecer lo que no es y, además, genera mal ambiente. Por su bien y por el del resto de la familia, necesita cambiar la forma de tratar a los demás.
Tercero: convencerle de que es capaz de hacerlo. No es posible cambiar o mejorar si uno mismo no está convencido de que lo puede lograr. Como padres, debemos buscar la forma de hacerle ver que es capaz de conseguirlo. Muchas veces, un hijo no cambia porque no se ve capaz de hacerlo, porque cree que ese comportamiento es fruto de su manera de ser, que su error es invencible. Sin embargo, nosotros debemos hacerle ver que él o ella no es así: “Tú no te comportabas antes de esta manera”, “tú eres un chico o una chica amable, que quieres a tu familia, aunque no sepas demostrarlo”, “tu forma de ser no merece que actúes de esa forma”… “actúas así, pero no eres así”.
Cuarto: ayudarle. Demostrarle en todo momento que cuenta con todo nuestro apoyo y darle pautas concretas: no decir tal cosa, hablar en otro tono, pedir de tal manera, saludar de tal forma, evitar tales temas,… Según los casos, podemos buscar ayudas concretas: colaboración de algún miembro de la familia, clases particulares si se trata de mejorar académicamente, información precisa sobre un tema, alguna lectura formativa (un buen libro, una novela o una biografía, le aportan a un adolescente un aprendizaje vicario que puede resultar muy valioso), incluso, si se ve necesario, la ayuda de un profesional: médico, psicólogo, entrenador…
Si este procedimiento no surte efecto a la primera, deberemos esperar un tiempo y volver a intentarlo. La motivación dialogada debe ser una rutina en el proceso educativo de nuestros hijos, como lo es en el marketing.
Contenido publicado en Familia Actual – Pilar Guembe y Carlos Goñi