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Educación de la inteligencia
La Psicología, la Antropología Filosófica, la Metafísica y la Teología ofrecen valiosos fundamentos y conexiones entre la esencia del hombre y las propiedades que en ella se fundan:


Por: Dra. Ángela García de Bertolacci | Fuente: XII Jornadas de Psicología Cristiana, imaginación, inteligencia, verdad



En esta dimensión de la educación –la educación de la inteligencia- la Psicología, la Antropología Filosófica, la Metafísica y la Teología ofrecen valiosos fundamentos y conexiones entre la esencia del hombre y las propiedades que en ella se fundan: capacidad de cultura y educación, conocimiento, contemplación, acción, vida religiosa.(1)
En la actual situación de la cultura, con predominio del dogmatismo científico y del decisionismo ético, parece relevante, más aún indispensable, el análisis del estatuto cognoscitivo de la verdad, raíz y clave fundamental para el diálogo interdisciplinario y para la educación de la inteligencia, con la intención de ubicar los diversos niveles del conocimiento sacándolos de la marginación y lejanía respecto de la verdad.

1.    La educación integral como formación de la personalidad
Retomamos el significado clásico de la educación como educatio o alimentación, puesto que sigue siendo verdad fundamental, permanente, esencial, que la educación de los hijos es una acción que tiene que ver con el alimentar el cuerpo y también el alma.  Generación, nutrición y crianza son las acciones requeridas por la procreación, a la cual siguen, de manera natural y necesaria, los cuidados físicos y el cultivo de las potencias espirituales de los hijos, de una manera sintética, integral, global, en la familia y sistemática y graduada, en las instituciones.

Sobre esta realidad, SS Benedicto XVI en su Encíclica Caritas in Veritate, dada el 29 de junio de 2009, destaca que el desafío de la situación actual de globalización es que la interdependencia de los hombres y de los pueblos no se corresponde con la interacción ética de la conciencia y el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollo humano integral. Este desarrollo es la vocación del hombre, porque su naturaleza intelectual requiere y a la vez hace posible ir alcanzando su plenitud. El núcleo del problema educativo actual está en la separación de la cultura respecto de la naturaleza humana y de sus fines; entonces, las culturas ya no saben encontrar su lugar en una naturaleza que las trasciende y reducen al hombre a un mero “dato científico” o a un mero “dato sociológico o cultural”. Olvidan que él es el sujeto de la educación.

Lo esencial en la educación implica no sólo la nutrición, sino también y simultáneamente, la conducción y elevación o perfección o acabamiento del hijo, tanto en cuanto a la inmanencia de la estructura de la personalidad, cuanto en su transitividad y trascendencia. Expresa Santo Tomás de Aquino: “… primaria y principalmente la causa del débito se encuentra en Dios, que es el primer principio de todos nuestros bienes. Sin embargo, de un modo secundario se halla en el padre, por ser éste el principio próximo de nuestra generación y educación” .(2)

Los padres, los maestros, la sociedad o el mismo hombre a sí mismo en el caso de la autoeducación, conducen y promueven a los hijos al estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado de virtud. En este camino la misma subjetividad es la causa eficiente principal.
El profesor Antonio Millán-Puelles, inspirado en Santo Tomás de Aquino, expresaba en su clásica obra sobre la formación de la personalidad:



Alimentar a la prole y dedicarle todos los cuidados que el sacarla adelante requiere es completar (per-ficere) la obra de la simple procreación, que por sí sola deja al ser humano en la indigencia… Y es también un perfeccionamiento el que se busca al dar al ser humano los medios encaminados al gradual despliegue de su espíritu” (3). Se trata de transmitirles verdades, perspectivas y orientaciones. ¿Cómo?, ¿cuál es el camino? Se trata de motivarlos y ayudarlos mediante acciones, palabras y gestos significativos para que conozcan, aprecien y valoren la vida; transitando en la verdad, el ámbito del cotidiano vivir, los desarrollos de las ciencias, los avances tecnológicos, la filosofía y la experiencia de la fe. Éste es el camino de la educación integral, cuya finalidad consiste en la búsqueda y el descubrimiento de la verdad; ésta ilumina el amor y anima a la responsabilidad y a la esperanza, más allá de la muerte.

Este perfeccionamiento es un proceso que se define por su término o fin. La educación es una actividad y un proceso; mas significa también eso ya alcanzado, a la manera de un logro o realización que, como hábito, queda en el sujeto. En la educación acontece una configuración psicológica y moral de la personalidad que hace posible la conducta lo más adecuada a la naturaleza intelectual propia del ser de cada persona concreta. Éste es el “estado de virtud” y constituye el fin de la educación. Es la formación a la que se orienta la enseñanza; la realiza el educando mediante el obrar inmanente en que consiste el aprender.

También la acción inmanente del educador se comunica en su enseñanza, en su actividad, logrando una co-acción perfectiva. Vemos hoy profesores muy preocupados por la metodología didáctica, las técnicas, los recursos, las formas de comunicación; éstos son saberes imprescindibles pero han de fundarse en la acción inmanente del educador.

Expresa el profesor Antonio Millán-Puelles: “…el objetivo de la educación no es formalmente que el hombre actúe bien, sino que esté capacitado para ello. La perfección de las potencias humanas sólo es alcanzable virtualmente por la educación misma, ya que el fin propio de ésta consiste en las virtudes que capacitan a nuestras potencias para realizar debidamente dichas operaciones. El fin de la educación es, de esta suerte, un medio para la perfección operativa humana ” (4) . Y continúa Millán-Puelles: “Claro está que estos medios (los que hacen posible la felicidad y son proporcionados por la educación) son queridos en función del fin; pero ello no significa que ese fin sea de una manera propia e inmediata, el del educador en cuanto tal” (5).

La felicidad es el fin de la educación, educarse es prepararse para ser feliz obrando felizmente. Aristóteles habla de la contemplación como el acto propio del obrar feliz: “…lo que es propio de cada uno por naturaleza es también lo más excelente y agradable para cada uno; para el ser humano lo será, por tanto, la vida conforme a la razón ya que eso es primariamente el hombre. Esta vida será también, por consiguiente, la más feliz” (6).



Se trata del obrar intelectual teórico y en su dimensión tendencial que se realiza como apetito racional por medio de la voluntad. Cuando se contempla, no sólo se conoce sino que también se quiere. Es acción inmanente que comienza y culmina en ella misma. No es discurrir lógico sino una mirada intelectual y asentimiento o afirmación volitiva o amor. Hay pues, una concurrencia operativa de inteligencia y voluntad en el aprendizaje, en el obrar de la razón del ser humano. Se requiere hoy una reflexión sobre la participación de todas las potencias: razón discursiva o puramente formal, imaginación, memoria, etc., con el objeto de buscar su integración en orden a la finalidad de la educación, superando el mero análisis de los procesos de aprendizaje y las concepciones acerca de la actuación pedagógica.

El aprender orientado al contemplar es una actividad inmanente, pero requiere que el sujeto se encuentre con objetos adecuados o proporcionados para contemplar, suministrados mediante la enseñanza. Aquí, la comunicación no es mera exposición objetiva de las ciencias sino suscitación e incitación en orden a la verdad, el bien y la belleza.
Enseñar es mostrar algo mediante signos, contenidos u objetos mediante el lenguaje. Más que conocer tales cosas, se trata de aprender a conocer o abrirse a la realidad; aprender a ver, a hacer, a vivir con otros, aprender a ser.

La institución educativa es el ámbito específico del docente como agente de la formación intelectual. Existen además, la sociedad, las empresas, los organismos gubernamentales, los medios de comunicación, entidades donde se enseña y se aprende.
La educación intelectual consiste en la formación de las virtudes intelectuales o teóricas de la inteligencia y la educación moral es la formación de las virtudes éticas o prácticas de la voluntad. En la unidad de la persona ésta se manifiesta operativamente por la razón. La sindéresis o hábito de los principios prácticos de la verdad se refiere al conocimiento del bien; ilumina e impulsa a la voluntad, es una luz que impulsa a conocer el bien en la acción concreta y a quererlo. Sindéresis y prudencia son la conciencia o conocimiento moral de nuestras acciones. El agente tiene la posibilidad de reflexionar sobre lo logrado y lo hecho, el psicólogo y el educador pueden ayudarlo en esta reflexión – corrección.

Las actividades intelectuales de la razón teórica son: la abstracción, la generalización, la conceptualización y el juicio. El hábito de los primeros principios del conocer es hábito del mismo acto de conocer o entendimiento agente. Son innatos y los activa el sujeto por sí mismo y con su personal maduración los va incrementando. Expresa Santo Tomás que los hábitos de los primeros principios no preexisten completos, determinados en nosotros.(7)

  2. El interés por la verdad, requerimiento esencial en la educación
De lo que en definitiva se trata es, por tanto, de encender y mantener viva la conciencia del valor intrínseco de la contemplación, de la teoría en la más radical de sus acepciones, frente a todas las desmesuras activistas, sin excluir las que buscan su justificación en el prestigio de los saberes morales”(8) , expresaba Antonio Millán-Puelles.

Aquí está el centro de la cuestión que consideramos. El interés por la verdad es su contemplación y su comunicación, necesarias para estimular intereses y deseos; pero ante todo para “ver” la verdad, lo que las cosas son por sí mismas, incluidos los problemas concretos. La verdad lógica es la adecuación o concordancia del logos con el objeto. El criterio de verdad es la evidencia inmediata. Es la tradición iniciada en Grecia con Platón y Aristóteles, continuada con Santo Tomás y hasta nuestros días.
Las concepciones pragmatistas sobre la verdad acentúan el valor de los acuerdos destacando el ámbito de la intersubjetividad. Dos son los caminos o modos de adquirir o generar el conocimiento de verdades: el método heurístico o inventio y el método didáctico o disciplina. Concurren aquí tres factores: el maestro, el discípulo y la ciencia. El maestro es la causa instrumental, siendo el discípulo la causa principal que actualizando su intelecto llega al conocimiento de lo ignorado. Disciplinadamente la perfección humana se alcanza según un orden que comienza en lo sensible y culmina en lo espiritual.
 

3.   La riqueza de lo real y la educación de la inteligencia
a. El orden natural

La riqueza de lo real, sus posibilidades y requisitos surgen en primer término de la realidad misma que siendo compleja es posible aprehenderla como totalidad –totalidades complejas-. El conocimiento intelectual es actividad, conformidad y correspondencia universal, que vale en la Ciencia, la Filosofía, la Teología, el sentido común, la Revelación; las múltiples riquezas del objeto se presentan como formas analógicas de la verdad; o sea según su modalidad específica. Aquí se podrá intentar el diálogo interdisciplinar, que entre nosotros es un hecho.  El saber filosófico es la visión de la unidad, la proporción, la armonía de los seres; visión del orden y belleza de lo real.

b. El espíritu divino en los actos del entendimiento
Oportunas las reflexiones de SS Pío XII acerca del verdadero progreso del saber y la filosofía: “Toda verdad que la mente humana investigando sinceramente, puede encontrar, no puede ciertamente oponerse a la verdad ya adquirida, puesto que Dios Verdad Suma, creó y rige el entendimiento humano, no para que diariamente oponga a lo debidamente adquirido contrarias novedades, sino para que, eliminados los errores que hubieran podido deslizarse, construya la verdad sobre la verdad con aquel orden y trabazón con que aparece constituida la naturaleza misma de donde la verdad se extrae” (9).

El diálogo de saberes es posible por la comunidad de naturaleza de los problemas y de las ideas comunes que se pueden compartir. Requiere la actitud de acogida y escucha del otro, de quien se puede recibir y aprender; humildad y estudiosidad e inquietud por la justicia (10).

La Universidad Católica es un ámbito privilegiado,  cuyos criterios se pueden constatar en las antiguas universidades y hasta hoy. En la Antropología cristiana la verdad originaria es el amor de Dios Creador y el acontecimiento de la Encarnación del Verbo. Aquí, lo metafísico-religioso no es sólo Fundamento o Causa, sino a la vez, es Dios como Presencia que nos habla, nos salva y da sentido a la existencia. Las cuestiones esenciales aparecen en todas las disciplinas y en la interdisciplinariedad; motivan a la investigación y los aprendizajes; docentes y alumnos buscan unir existencialmente, como expresó San Juan Pablo II: “La búsqueda de la verdad y la certeza de conocer ya la fuente de la verdad” (11).

El orden natural se abre al orden sobrenatural; a causa del pecado las potencias espirituales tienen una cierta autonomía, aunque la Gracia de Dios iluminando al entendimiento mismo puede orientarlas a la verdad. En este ámbito también la conciencia moral implica la contemplación de los bienes morales y de la necesidad y exigencia de los deberes que en ellos descubrimos. La Palabra de Dios nos interpela, nos ilumina hasta convertirse en el centro de nuestra vida como participación en la vida de Dios. Jesucristo es la Luz para el entendimiento de cada hombre; Él es “la luz verdadera que ilumina a todo hombre ”(12). ¿Cómo se ha de conducir el educador cristiano, el psicólogo cristiano? Se trata de inclinaciones naturales elevadas por la Gracia, Luz sobrenatural que ilumina el entendimiento. San Ignacio de Loyola propone prepararse mediante la práctica de la oración, la meditación y la contemplación; la docilidad del entendimiento y la humildad, a imitación de Cristo, de la Virgen María y de los ejemplos de la vida de los santos. Todo lo que pensamos con el entendimiento ha de integrarse a la verdad absoluta revelada en las Sagradas Escrituras y en la Tradición y dada hoy en el Magisterio de la Iglesia. Es un conocimiento experimental de las cosas divinas, como enseña el Concilio Vaticano II en Dei Verbum, 8 (13).

Me interesa destacar la experiencia de la contemplación y de la vida contemplativa acerca de lo cual expresa Santo Tomás que consisten en conservar con toda el alma la caridad para con Dios y el prójimo, y en aplicarse sólo al deseo del Creador (14) . Es la vida de aquellos que intentan principalmente la contemplación de la verdad. Principalmente, porque en esta vida no tenemos conocimiento directo de Dios, sino a partir de lo sensible y mediante múltiples actos; nuestra inteligencia, que busca la verdad de la realidad, se une a Dios también “a través de la ignorancia”, según expresión de Dionisio, el Areopagita; conocemos más lo que Dios no es. Ésta es la vía de negación o privación por la que se accede a lo incognoscible.  Nos adentramos en las tinieblas que exceden toda inteligencia y quedamos sin palabras unidos al inefable. La vía afirmativa como experiencia especulativa y práctica nos descubre a Dios como la Verdad Absoluta o el Fundamento.
Santo Tomás describe este triple ascenso de la mente a Dios por causalidad, por eminencia y por remoción. “De tres maneras se acerca la mente humana al conocimiento de Dios, aunque no llegue a conocer sino solamente que existe. Primero, conociendo más perfectamente su producción causal y su eficacia. Segundo, conociéndolo como causa de los más nobles efectos. Por lo cual dice el Pseudo-Dionisio, en De divinis nominibus, que lo divino se conoce en la causa de todas las cosas, en el exceso y en la negación. En este progreso del conocimiento, la mente humana es ayudada poderosamente cuando su luz natural se ve confortada con una nueva ilustración, como es la luz de la fe y de los dones de sabiduría y de entendimiento ”(15).

La contemplación filosófica tiene por objeto todo ente como objeto de conocimiento intelectual y a Dios como la Causa o Fundamento. La contemplación mística cristiana tiene como objeto a Dios mismo en su realidad, y su finalidad es poseer el amor de Dios por medio de la Gracia. En su grado unitivo es una comunión con Dios, Verdad Absoluta presente en el alma. El deleite de esta contemplación significa la propia perfección de la caridad y de los dones del Espíritu Santo especialmente entendimiento y sabiduría.


c. La Luz de la Gloria

En la experiencia de la conversión interior y el discernimiento espiritual la luz del entendimiento es lo que ordena nuestra vida. La luz verdadera que ilumina a todo hombre es Jesucristo (16) . La excesiva luz, como enseñan los místicos, por ejemplo San Juan de la Cruz, siguiendo a los Padres de la Iglesia y a Aristóteles, como las tinieblas de los falsos pensamientos, también nos pone en tinieblas por exceso de luz –es la noche oscura-, por la oscuridad de nuestras potencias y actividades. Este contacto con exceso de luz requiere que el entendimiento sea transformado por ella –por el Espíritu Santo- para poder verla; es la vida eterna en la que recibimos la luz de la gloria que nos permite ver a Dios en su esencia. En esta vida, la Gracia, la presencia de la Trinidad en nuestra alma, nos mantiene en la luz y nos mueve; son las mociones hacia el bien que descubrimos en nuestra vida interior.


d. El entendimiento, guía de la persona
¿Personalidad verdadera o falsa personalidad? Esta última es un conjunto de vicios, pensamientos, inquietudes que nos ponen en tensiones, nos alejan del prójimo y hasta de Dios. La verdadera personalidad es la figura que cada subjetividad personal va alcanzando en la unidad del alma, con sus múltiples potencias y operaciones, como ya describimos y puede ser oportuno volver a mirar. La “luz de la inteligencia” elabora la forma o especies, que expresa lo que la cosa es. Los primeros principios y la actividad del intellectus agens hacen posible la adquisición y conservación de los conocimientos adquiridos mediante el intellectus possibilis en el que acontece el paso de la potencia al acto, el intelligere in actu, el conocimiento actual. La forma específicamente humana de conocimiento es el proceso racional, pero la inteligencia humana puede alcanzar, como los espíritus superiores, la quieta contemplación de la verdad, a partir del conocimiento intuitivo de los primeros principios, motivada por la luz de la verdad y como anticipación de la vida eterna. Por la inteligencia práctica conocemos los bienes y los valores que motivan al sujeto a la autodeterminación o decisión libre. Por la Gracia la inteligencia recibe la luz sobrenatural que le permite restablecer el orden natural y acceder a las realidades sobrenaturales.

Las acciones humanas, si están ordenadas a la consideración de la verdad, pertenecen a la vida contemplativa. Es la experiencia de la vida como “tendencia a la contemplación”, la actividad principal que unifica la conciencia del hombre, sus actividades y el amor a y de sus amigos. En este camino de perfección descubrimos también las condiciones indispensables para superar la tristeza y entrar en esta experiencia que lleva a la fe y a la esperanza: el despojo previo y la humildad.


4. Los modos humanos de la comunicación de la verdad
    Seguimos aquí la exposición del profesor y admirado maestro de la Universidad Complutense de Madrid, fallecido en 2005, Millán- Puelles, en su obra El interés por la verdad (17) . La educación de la inteligencia acontece cuando un hombre “hace presente” a otro la verdad; tenemos experiencia íntima y evidente de ser sujetos activos y pasivos de la transmisión de verdades: es la intersubjetividad de la verdad. Tenemos experiencia del monólogo y del diálogo; experiencias de mí mismo y del tú. Y también tenemos experiencia de la intervención del libre albedrío, que se añade en todos los casos del querer enseñar y el querer aprender. Toda verdad es comunicable, transmisible. La imposibilidad puede provenir, no del hombre en cuanto hombre, sino en cuanto a su singularidad, per accidens. La comunicación pone un nuevo acto de conocer en el sujeto emisor y en el receptor. En los procesos de enseñanza aprendizaje se comunican mensajes mediatamente evidentes; estos se actualizan en la inteligencia del receptor, dotado de una capacidad natural –la lógica natural o aptitud discursiva y la lógica como técnica-  para estas verdades. Las estrategias son las técnicas de enseñanza aprendizaje. Expresa nuestro autor: “Para que una verdad mediatamente evidente resulte comunicada con su carácter de objeto de un saber es necesario que, además de ella, se hagan también presentes su fundamento y el respectivo nexo de dependencia ”(18).

Destaca, además, obstáculos como la falta de la experiencia de la vida y la fuerza de las pasiones, ya señaladas por Aristóteles y Santo Tomás en los jóvenes especialmente, verdades propias de la esfera moral, que afectan no sólo al entendimiento sino también a la voluntad. El medio para esta comunicación es el lenguaje, incluyendo éste todos los fenómenos de expresión y no sólo la palabra articulada: gestos, imágenes, contextos, palabras. Sólo el hombre se comunica mediante palabras con las que expresa lo singular y conceptos universales, los razonamientos y conclusiones lógicas. La simultánea presencia del espíritu y del cuerpo en la palabra o signos equivalentes expresa la unidad de materia y espíritu en el hombre quien es la causa principal en el uso del lenguaje. Las palabras se comportan como signos en los cuales el receptor comprende el significado, por su actividad formalmente intelectiva; a la vez es pasivo en cuanto es movido (19).

Las verdades que pertenecen al orden ético se comunican mediante el ejemplo y la palabra. Expresa Santo Tomás de Aquino en el comentario a la Ética a Nicómaco: “…las razones verdaderas no son sumamente provechosas para el saber solamente, sino también para el vivir, pues son creídas si están en consonancia con los hechos, de tal manera que quienes entienden la verdad de esas razones son inducidos entonces a ajustar a ellas su conducta ” (20).

Mediante el silencio también se comunican verdades concretas y en determinadas circunstancias, de manera indirecta. La experiencia del amor puede también expresar su verdad en el silencio. Asistimos hoy al empobrecimiento del lenguaje que podría verse como un síntoma de disminución del interés por comunicar la verdad: uso de las mismas palabras, pérdida de los matices y diferencias; masificación formativa, informativa y política. ¿Qué lenguaje ha de usar el padre, el maestro, el psicólogo, el filósofo? La divulgación mediante el lenguaje común no es suficiente; ciertas verdades requieren ser conocidas mediante terminología especializada, argumentaciones rigurosas y exactas. Por otra parte, las verdades fundamentales aparecen en todas las áreas del saber; no se reducen a las cuestiones más hondamente humanas o “vivas inquietudes intelectuales”, según expresión de Ortega y Gasset en El Espectador I (21) . Al respecto expresa Millán-Puelles que “en realidad es vivo todo problema auténticamente vivido con la intensidad indispensable para plantearlo con rigor y para sentirse en la necesidad de buscarle la solución. Cualquier otra manera de entender las “vivas inquietudes intelectuales” o los “problemas vivos” es pura y simple retórica vitalista ”(22).

En la actividad de comunicación de la verdad cabe distinguir el caso en que siempre es un medio y el aspecto objetivo –produce algo en el sujeto receptor- y subjetivo en que un hombre comunica la verdad a otro. Es el caso del maestro y el psicólogo que ejercen vocacionalmente la actividad de comunicación de la verdad. La prudencia pedagógica les moverá a discernir las meras opiniones y las efectivas certezas.

5. Concepciones contemporáneas sobre la inteligencia

La vida intelectual en nuestra cultura tiene su raíz última en los filósofos idealistas tales como Fichte, Schelling y Hegel. Y en la línea del materialismo corresponde destacar a Karl Marx y a Sigmund Freud. Entienden los primeros que la realidad es dialéctica y en ella lo esencial son tensiones y fuerzas de luchas contrarias, que últimamente constituyen la racionalidad y la vitalidad. Propiamente, esta lucha es una deformación en la contemplación del mundo, del hombre y de la historia, en la que la inteligencia funciona como estructuras a priori, separadas de la realidad sensible –así, en el racionalismo de Kant-  y la voluntad, en la que se acentúan los aspectos vitales y del sentimiento. Se asiste además a un desequilibrio psíquico profundo, en el que la prudencia no ordena el sentimiento y no se funda en la verdad. Su fuerte impronta secularista y el antropocentrismo se cierran a la trascendencia y excluyen a Dios. El hombre se rinde ante la cuestión de la verdad, ante la capacidad de la razón para alcanzarla, se pierde la armonía entre razón y fe, se pone la acción sobre la contemplación. Finalmente el agnosticismo, la fragmentación de los saberes y el nihilismo. En este contexto, expresa el Padre Ignacio Andereggen acerca del seguimiento de Jesús: “…la  vida cristiana es una experiencia espiritual, porque procede  de la Palabra divina que ilumina el intelecto, y del Espíritu Santo que, juntamente, mueve el afecto ”.(23)

Entre las corrientes pedagógicas contemporáneas  inspiradas en fundamentos antropológicos, metafísicos y teológicos diversos mencionamos:

a. En primer término, Jean Piaget (1896-1980), para quien el desarrollo de la inteligencia es evolutivo, caracterizado por estadios. Espacio, tiempo, causalidad, el juicio moral, el lenguaje, etc., son formas que se construyen mediante un proceso de adaptación. (24)

b. En segundo término, desde el año 2000, en Estados Unidos, se desarrollan proyectos orientados a la formación docente con la finalidad de lograr “un aprendizaje efectivo”. ¿Qué disposiciones intelectuales habría que promover en la formación de los profesores? Disposiciones o competencias en lugar de actitudes. Cambio promovido por Kats y Raths, difundido por Larry Freeman (25), aunque ha sido sometido a discusiones. Sólo me interesa aquí destacar que se prefiere el término “disposiciones”, a la vez que se afirma que el término “hábito” frecuentemente denota una respuesta inconsciente y automática. Esta descripción del hábito no es acertada y se olvida que en definitiva, la disposición es un hábito natural o adquirido. En realidad, se promueve una cultura empresarial en la que la antinomia entre verdad y libertad es central (26) .

Estamos en “emergencia educativa”, expresó SS Benedicto XVI a la Asamblea Diocesana en Roma en 2007: el desafío educativo es decisivo para el futuro de la fe, de la Iglesia y del cristianismo. Pensemos en el relativismo, en el nihilismo, en la realidad de los Estados que se arrogan un papel educador que lesiona los derechos inalienables de los padres a elegir la formación intelectual y moral que desean para sus hijos.

Reflexiones finales

1. Educar es asistir y contemplar el crecimiento humano en torno a la educación de la inteligencia; acontece cuando un hombre hace presente a otro la verdad: es la intersubjetividad de la verdad, incluido Dios, el amante formador presente en nuestras almas. Acontece también en la autoformación, desde unas disposiciones naturales y contando con elementos formativos externos. Cabe la reflexión, que aquí no haremos, sobre la actividad de la inteligencia en orden a la armonía del todo social, el liderazgo político y la formación del pueblo. En este contexto, Edith Stein alude a Santo Tomás como uno de los más grandes guías, de inteligencia extraordinaria, siempre dispuesto a dar a conocer la verdad de cuestiones difíciles,  en una conferencia titulada “Armonía de las fuerzas en el todo social” (27).

2. La prudencia es la virtud moral que regula el interés por conocer la verdad, inclinando habitualmente, la inteligencia práctica al juicio verdadero. El prudente conoce los primeros principios universales, que obtiene por la sindéresis, combatiendo así la ignorancia como las realidades concretas, venciendo la necedad (28). La templanza supera la curiosidad y la pereza, favoreciendo la estudiosidad. Ésta, a su vez, conecta con la fortaleza ya que el camino del enseñar-aprender suele ser difícil, incómodo, lento. La virtud de la justicia regula el deseo de saber buscando el respeto a los demás; así acontece en la experiencia científica, la ingeniería genética, la mentira.

3. ¿Desde dónde desarrollar esta compleja actividad? Desde la formación de docentes y alumnos en todos los niveles, con la participación de los padres y el Estado. Incluye la política educativa y las estrategias de investigación y pedagógicas. También se debe atender a la capacitación profesional de los formadores de profesores.

4. Las verdades se comunican mediante el lenguaje; destacamos el lugar de la palabra verdadera que es fecunda. Expresa Santo Tomás: “… pues el entendimiento, en la medida en que entiende en acto, en la misma medida se hace algo uno con lo entendido” (29). Concibe la realidad a modo de realidad entendida: es el concepto o palabra mental. Como palabra sonora puede expresar a otros la realidad entendida: es el diálogo humano, que en educación protagonizan el psicólogo, el maestro y el discípulo; es la palabra manifestativa del ser. Expresa Santo Tomás en su De Magistro: “… las palabras del que enseña –verba doctoris- son causa más próxima de la ciencia que las cosas sensibles que existen fuera del alma, en cuanto son signos de las intenciones inteligibles” (30).

RESUMEN

Proponemos mirar dos realidades humanas: la búsqueda y la comunicación de la verdad. Retomamos el significado clásico de la educación como el cultivo de las potencias humanas, de manera integral.
La verdad es el objeto de la inteligencia. Y el interés por la verdad y su comunicación son requisitos esenciales para la educación.
En el concierto de las corrientes psicológicas, filosóficas y pedagógicas contemporáneas, la Universidad Católica es un ámbito privilegiado para esta actividad, cuyos criterios encontramos en su historia y en importantes documentos del Magisterio centrados en la tradición aristotélica y en la visión sapiencial de Santo Tomás de Aquino.
Vislumbramos que la formación universitaria orientada a esta dimensión de la educación, la educación de la inteligencia en sus dimensiones teórica y práctica, es prioritaria. Desde este nivel de educación se podrán iluminar y conducir otros niveles.

BREVE CURRICULUM VITAE
Ángela F. García de Bertolacci
Doctora en Filosofía, Universidad de Navarra, España. Licenciada en Filosofía, U.C.A. Profesora de Filosofía, UCA. Posgrado Especialista en Entornos Virtuales de Aprendizaje. Organización de Estados Iberoamericanos, Centro de Altos Estudios Universitarios (OEI) y Virtual Educa Argentina, 2010. UCA, Buenos Aires.
Curso de formación didáctica para docentes “Enseñar en entornos virtuales”, Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación, UCA, 2012. Curso de formación didáctica para docentes “Entornos virtuales de aprendizaje”, Facultad de Ciencias Económicas, UCA, 2013.
Programa de Capacitación en el Modelo de Aprendizaje, Inclusivo y Efectivo, UCA, Buenos Aires, 2014. Curso de Posgrado “Teoría y Práctica del Aprendizaje Inclusivo y Efectivo en el aula a través del Enfoque basado en aptitudes y sus niveles de desempeño”. Prof. Desireé Pointer-Mace, Ph D , UCA, Buenos Aires, 2014. Taller sobre “Enseñanza virtual y desarrollo de aptitudes”, Prof. Isabel Salinas, UCA Buenos Aires, 2014.
 Premio Faja de Honor Padre Leonardo Castellani a la publicación en Educa, 2006, La libertad trascendental en la subjetividad.  Miembro de la Comisión Directiva de la Sociedad Tomista de Filosofía, Argentina. Profesora Universidad Católica Argentina desde 1970. Actualmente Titular Ordinaria Antropología Filosófica, Dedicación Especial, Facultad Filosofía y Letras. Profesora Concepción filosófica y teológica del hombre, Maestría en Ética Social, Centro de Investigaciones de Ética Social, Postgrado en Entorno Virtual. Papers y Ponencias presentados en ámbitos especializados y de investigación. Temas centrados en cuestiones de Antropología Filosófica y Pedagogía. Publicaciones, dictado de cursos y conferencias sobre temas de su especialidad.


Dirección electrónica: bertolacci@fibertel.com.ar; abertolacci@uca.edu.ar

 

 

 

Notas

1) Artigas, M., Ciencia y Fe. Nuevas Perspectivas, EUNSA, Pamplona 1992, cap. VIII, Ciencia y Persona, pp. 169-191

2) Sum. Theol., II-II, 106, 1.

3)Millán-Puelles, Antonio, La formación de la personalidad.  Rialp, Madrid 1963,17

4) Millán-Puelles, A., La formación de la personalidad humana, Rialp, Madrid 1963, p. 75

5) Millán-Puelles, A., La formación de la personalidad humana, Rialp, Madrid 1963, p. 75

6) Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1078 a 5.

7) Tomás de Aquino, In Post. Anal., II, c.20, n.11

8) Millán-Puelles, A., El interés por la verdad, Rialp, Madrid 1997, p. 10

9)  SS Pío XII, Humani Generis (1950) n. 42.

10) Corona, N., Integración del Saber, en Consonancias 5, septiembre 2003, pp. 5-16 y Consonancias 6, diciembre 2003, pp. 3-15

11) SS Juan Pablo II, Ex Corde Ecclesiae, 1990.

12) Jn, 1, 9.

13) Concilio Vaticano II, Dei Verbum, 8

14) Santo Tomás de Aquino, Sum. Theol, II-II, 180, a. I, c.

15) Santo Tomás de Aquino, In Boetium de Trinitate, q.1, a.2.

16) Jn, 8, 12

17) Millán-Puelles, A, El interés por la verdad, Rialp Madrid 1997

18) Millán-Puelles, A. El interés por la  verdad, Rialp Madrid 1997, p 188

19) Millán-Puelles, A La formación de la personalidad, Rialp Madrid 1963, p 145.

20) Santo Tomás de Aquino, In Ethicor, n. 1962

21) Ortega y Gasset, El Espectador I, en Obras Completas, 7ma. Edición, Madrid 1966, vol. 2

22) Millán.Puelles, A. El interés por la verdad, p. 280

23) Andereggen, I., Experiencia  espiritual. Educa, Buenos Aires 2009, p.317

24) Reale, G.- Antiseri, D., Historia del pensamiento filosófico y científico. Herder, Barcelona 1988, T. III, p. 764, 772- 775.

25) Freeman, L., An Overview of Dispositions in Teacher Education, en Diez, M.E. and Raths, J. (eds.) Dispositions in Teacher Education, p. 7 (Charlotte, N.C., Information Age) 2007.

26) Ibáñez-Martín, J.A., Europa: la sabiduría y sus apariencias. La pedagogía del deseo y las disposiciones intelectuales. En Revista Española de Pedagogía, n.257, enero-abril 2014, pp. 86-88.

27) Stein, E. Escritos antropológicos y pedagógicos. El intelecto y los intelectuales, 11, p.229

28) Sum Theol, I-II, q.58, a.3 ad 1: Prudentia, secumdum essentiam suam, est intellectualis virtus. Sed secumdum materiam, convenit cum virtutibus moralibus; est enim recta ratio agibilium.

29)Tomás de Aquino, Sum.Theol., I, q.27,a. 1 ad 2.

30) Tomás de Aquino, De Veritate, q.11, a.1 ad 11.

 







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