Sor Emmanuel
Por: Guillermo Urbizu | Fuente: www.guillermourbizu.com

Conozco a una monjita que se llama Sor Emmanuel. Vive desde 1989 en Medjugorje, un pueblecito de Bosnia y Herzegovina.
Sor Emmanuel es parisina y se le nota. Posee una elegancia innata. Y carácter. Esbelta y vivaz. Su vida es Dios. Habla siempre con una sonrisa en los labios, por donde le aflora el alma: pujante, esplendente, bendita. Los ojos -no muy grandes- brillan, son testigos de milagros y abundantes maravillas. Brillan brillos de Dios, de un amor que nos necesita, que nos quiere infinitos.
Sor Emmanuel habla de la necesidad de ser felices, habla de la ternura de Dios. Con apasionadas palabras o en recogidos silencios que conmueven hasta las lágrimas. Conversión de los corazones, conversación habitual con el Único que puede sacarnos del desánimo y de la angustia contemporánea: oración se llama esa intimidad con Dios, esa confidencia. Diálogo espiritual, desprendimiento del yo. Y por lo tanto la tan ansiada paz.
“La paz debe reinar entre el hombre y Dios, y entre todos los hombres”. Sor Emmanuel no hace otra cosa que insistir en esto una y otra vez, con energía y urgencia, pero con serenidad y un tremendo cariño. Las almas debemos encontrar por fin esa paz, la precisamos para vivir de verdad. ¿Dónde? En la oración. Todo en nuestras vidas debe de ser oración, un derroche de amor. Y así alcanzaremos la paz en el corazón, la paz en las familias, la paz en los países, y la paz en el mundo. Esta monjita es un instrumento excepcional. Mensajera de la Reina de la Paz. Juan Pablo II bendijo su misión en 1996. Escribe sin parar y viaja por todo el mundo. Su impulso procede de la gracia y de la misericordia divina. ¿De qué nos habla? Del amor de Dios por medio de María. ¿Y nosotros? ¿Qué hago yo mientras tanto? Son ya tres las ocasiones en las que he estado y rezado con Sor Emmanuel, que he escuchado de sus labios la necesidad de conversión que me pide Dios. ¡A mí!, que no está mal para empezar, o para recomenzar, las palabras de Sor Emmanuel siguen en mi corazón y Dios me las recuerda.
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