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La sexualidad en los adolescentes
La acción de los padres de familia en esta etapa es de vital importancia, debido a que los jóvenes requieren de una orientación fundamentada en los valores


Por: Natalia Barraza | Fuente: Yo influyo



Uno de los aspectos que adquieren relevancia en la vida de los adolescentes es la sexualidad enraizada en la profunda sensibilidad física, emotiva y afectiva que requiere para desarrollarse integralmente de una guía que les permita descubrir el verdadero sentido del gozo, el placer del sexo amoroso y comprometido, sin olvidar la importancia y el valor del autocontrol y las pequeñas renuncias.

Una de las características más importantes de la adolescencia es el desarrollo de la inteligencia. Es en este periodo en el que el pensamiento ingenuo e infantil se transforma en un pensamiento reflexivo, que despierta su interés por explicar y comprender no sólo los cambios físicos y fisiológicos que se operan en su propio cuerpo, sino también, esas sensaciones y formas de interpretar y ver la realidad que en ocasiones les producen inquietud, inseguridad y a veces confusión.

De la misma manera, se despierta en ellos un gran deseo de libertad que se manifiesta como una necesidad de cultivar su diferencia y afirmar sus propios valores, de ahí la oposición y el rechazo frecuente a las normas que hasta ahora le eran indiferentes.

Este periodo dialéctico convierte la adolescencia en la edad razonadora por excelencia; no obstante, la mayoría de los jóvenes chocan con una barrera que limita su desarrollo intelectual. Una de estas barreras, es la abrumadora información que reciben constantemente a través de los medios de comunicación, una información con visos de veracidad -relativismo moral-, y generalmente manipulada.

La acción de los padres de familia en esta etapa es de vital importancia, debido a que los jóvenes requieren de una orientación fundamentada en los valores, en el respeto a la dignidad de la persona, en el amor y la estabilidad matrimonial de los esposos. En efecto, una familia bien avenida ejerce una función modeladora y ejemplar que va a fortalecer el carácter de los hijos. Los psicólogos reconocen que un hogar feliz es el mejor medio para educar a los niños y el mejor antídoto contra los vicios y las conductas delictivas.



Ahora bien, como se ha señalado al principio, la sexualidad es uno de los aspectos relevantes en el desarrollo de la adolescencia; la forma como se enfrente esta etapa de la vida va a depender del uso que los jóvenes hagan de su libertad. En este sentido, es importante infundirles un espíritu de lucha y no de claudicación ni de mediocridad, y los padres de familia -como se ha dicho- tenemos que actuar, formar y enseñar a nuestros hijos a vivir en una sociedad que con increíble ligereza entiende la tolerancia como la aceptación de costumbres no sólo extrañas, sino patológicas, y de ideologías que niegan o desprecian el valor de la vida, la salud mental y la dignidad humana.

Por desgracia, en nuestro país, el Estado se ha apropiado -violando flagrantemente los derechos de los padres- de la educación de la sexualidad, abusando de una frase -muy común en los medios- de la “hipocresía de la gente decente”. La decencia es un vocablo muy molesto y por tanto abolido por nuestros políticos, escritores y cultivados letrados, porque les encanta ser irreverentes, mal hablados, irrespetuosos, satíricos, progres. Tomando en cuenta esta forma de “pensar”, les ha resultado más fácil acabar con la poca decencia que había, “deconstruir” a la Familia, a la Sociedad, pervertir a los niños y los jóvenes, fomentando el sexo desenfrenado -free sex, vocablo más elegante-, la pornografía, la prostitución elevada a la categoría de “sexo-servicio”, el libertinaje y la promiscuidad, que también ha subido a la categoría de “preferencia sexual”.

Por cierto, el Dr. Mancera “pensó” que para acabar con los embarazos en las adolescentes era necesario atiborrar a los niños de 5to y 6to de primaria y a los de secundaria con 20 millones de preservativos; y a dos años de tamaña proeza, el embarazo aumentó en las niñas de 10 años; también aumentaron las enfermedades de trasmisión sexual, la trata de personas, las violaciones, el alcoholismo, las adicciones, etc. Y ahora, un grupo de ginecólogos en el Distrito Federal pretende repartir anticonceptivos a las niñas “desde que comienzan a ejercer su sexualidad (más o menos a los 10 años) para que puedan disfrutar sin temor, sin inhibiciones, el sexo seguro”. Porque seguramente aumentará el cáncer cérvico-uterino y el cáncer de mama.

Esto, que parece una broma perversa y de mal gusto, es una triste realidad que sin control y sin castigo prevalece en México, adscrito a la política internacional antinatalista que ha decidido acabar con la pobreza abortando a los niños pobres.

Es de prever que dado el curso acelerado de la historia del mundo presente, las actuales estructuras sociales no puedan perdurar por mucho tiempo, y tal vez el mecanismo más evidente de su destrucción sea la juventud malograda como fenómeno general de esta sociedad.



Concluyo citando la reflexión de Arnold Toynbee:

“Una de las causas acelerantes de la decadencia de Occidente es la precocidad sexual, que nos acerca cada vez más a las sociedades primitivas y salvajes que al despilfarrar las energías vitales de las que la juventud es portadora, dificultan la posibilidad de que puedan aplicarse a desarrollar todas las posibilidades infinitas de las que es portador el hombre y en cuya realización estriba el progreso que lleva implícita la evolución de la humanidad”.

 

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