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¿Qué son Los Santos Patronos? ¿Quienes pueden ser elegidos? ¿Cuántos podemos tener?
Debemos instruir a nuestros fieles para que conozcan y amen a los Santos Patrones, dándoles el lugar de honor que les corresponde y llevando a cabo una pastoral articulada para conseguir esos objetivos.


Por: Padre Carlos Miguel Buela, IVE | Fuente: Catholic.net



En la acepción litúrgica, por patrono se entiende la Bienaventurada Virgen María, el Santo o el Beato que por una antigua tradición o por una legítima institución se celebra como protector o intercesor ante Dios.


El patrono se distingue del título o titular (que da nombre) de una iglesia, de una congregación, de una comunidad, aún cuando el título en cierto modo supone un patronato.

 

Se tienen patrones:
a. De los lugares (es decir de una nación, de una región, de una diócesis, de un estado, de una ciudad, de un pueblo o de una parroquia);
b. De las familias religiosas;
c. De las personas morales, de las asociaciones, de las instituciones, de los grupos, sean eclesiásticos como laicos.


Pueden ser elegidos como patrones la Bienaventurada Virgen María, bajo un título admitido por la liturgia, los ángeles o los santos. Los beatos no pueden ser elegidos como patronos sin un especial indulto de la Sede Apostólica[1]. Se excluyen siempre las Personas divinas[2].




Normalmente debe haber solamente un patrono. Está permitido elegir dos o más santos patronos, si en el calendario los mismos se reportan juntos. Por motivos particulares, a veces se ha adjuntado otro patrono como patrono secundario. En adelante, habitualmente se tendrá un solo patrono.


Los patrones del lugar sean elegidos por el clero y por fieles, es decir por aquellos que serán puestos bajo la protección del patrono. Los patrones de las familias religiosas, de las personas morales, de las asociaciones, de las instituciones, de los grupos, deben ser elegidos por los interesados, es decir por los miembros que forman la familia religiosa, la persona moral, la asociación, la institución, el grupo[3]. La elección debe ser hecha ya sea por consultas o por votaciones, ya por peticiones o por junta de firmas.
La elección del patrono debe ser aprobada por la autoridad eclesiástica competente, es decir: el obispo para la diócesis, la conferencia episcopal para la provincia eclesiástica, la región, o nación; el capítulo provincial para la provincia religiosa, el capítulo general para toda la familia religiosa. Para las personas morales, las asociaciones, las instituciones, los grupos existentes en las diversas partes del mundo, se someta la cuestión a la Santa Sede.


La celebración litúrgica atañe sólo a los patronos regularmente constituidos o recibidos por una tradición inmemorial. Pero a los otros, que se dicen patronos en un sentido más amplio, y que son propuestos únicamente por razones de piedad, no atañe ningún derecho litúrgico particular[4].


La celebración del patrono de un lugar, ciudad o pueblo, de una persona moral, de una asociación, de una institución, de un grupo, se hace con el grado de solemnidad. Tal solemnidad goza de la precedencia sobre todas las fiestas inscriptas en el calendario general o particular y sobre los domingos del tiempo de Navidad y durante al año.
La celebración del patrono de una diócesis, de una provincia, de una región, de una nación, o de una circunscripción más amplia y de una provincia religiosa se hace con el grado de fiesta[5]. Con todo, si razones pastorales lo aconsejan, por ejemplo cuando el patrono ha tenido un puesto notable en la historia de una región o cuando es muy venerado por los fieles, la fiesta del mismo puede ser celebrada como solemnidad[6]. El patrono de un lugar o de una circunscripción más amplia debe ser celebrado también por los religiosos[7] y por cuantos gozan de un calendario propio.


Las familias religiosas pueden celebrar solas, con el grado de solemnidad, únicamente la fiesta del patrono o del titular o del fundador, si el mismo es santo. Sin embargo, en circunstancias particulares, pueden pedir que haya dos de estas solemnidades.
Etimológicamente Patrón[8] viene del latín patronus (= patrono, protector, defensor, abogado, amparador), y de pater (= padre), y éste del griego pater (= padre). En nuestro caso se trata del Patrono o santo protector, titular (da nombre) de una iglesia.




La costumbre es antiquísima y popular. En el Antiguo Testamento ya vemos aparecer a San Miguel y a San Gabriel como santos protectores especiales de países. El vocablo patrono procede del lenguaje romano forense, pero con significado de protector de los clientes, colonos, manumitidos, y se encuentra empleado por vez primera en un sentido cristiano, en los escritos de San Ambrosio[9]. Naturalmente, la elección de patronos durante los primeros siglos del cristianismo recaía casi exclusivamente sobre los santos mártires, y estaba limitado a las zonas donde se hallaban enclavados su sepulcro o sus reliquias (patrones locales); más tarde, los obispos, misioneros, constructores o fundadores de iglesias escogieron también por patronos de la iglesia a confesores y a los santos ministros de la religión, por ejemplo, la Trinidad, la Santa Cruz, el Salvador, etc.; lo cual recibió más bien el nombre de título que el de patronato.


La investigación científica aplicada al estudio de los patrocinios o patronatos de las iglesias ha contribuido al estudio histórico de las fuentes literarias o arqueológicas, habida cuenta de las diversas circunstancias de toda índole que acompañan siempre al establecimiento de los patronatos locales. Es interesante el estudio de lo que podríamos llamar la geografía de los santos patronos. El hecho de ser la iglesia patrocinada por un santo supone la veneración popular de éste, y viceversa: el ejercicio nominal de un patronato ha fomentado y desarrollado la veneración hacia una advocación determinada, y no pocas veces el recuerdo de la labor histórica de los grandes santos fue el motivo inicial para las fundaciones de las iglesias. Por otra parte, la investigación hagiográfica ha probado también que el culto de algunos santos se relaciona con su vida póstuma: así, el descubrimiento o traslación de su sepulcro o de sus reliquias ha motivado a menudo un florecer de devociones y de fundación. La investigación, además tiene que empezar a partir de la época en que la región ha empezado a ser misionada.


De entre la multitud de mártires de la Iglesia primitiva, los misioneros antiguos eligieron preferentemente, para patronos de las iglesias, Santos que han gozado de estimación general; así los principales Apóstoles, San Juan Bautista, a menudo patrono de los antiguos templos bautismales, San Esteban y San Lorenzo, la Virgen Santísima, San Miguel y San Martín. Al aumentar la predicación y el área evangelizadora de la Iglesia, crecía el número de los santos patronos, y este patronato y sus características cambiaron con el tiempo: por ejemplo, San Martín fue primeramente patrono de iglesias parroquiales, reales y de otras categorías, y luego apareció como patrono de lugares remotos e insignificantes. Conforme al principio de acomodación, el papa San Gregorio Magno, recomendó a San Agustín de Cantorbery, misionero de Inglaterra, que no destruyese los templos paganos que encontrara en el país, sino que los transformara en Iglesias cristianas; sin embargo, la suplantación sistemática de ciertas divinidades por santos cristianos (por ejemplo, Wotan por San Martín) no se llevó a efecto de un modo absoluto. Al propio tiempo influyó grandemente en la creación, propagación o cese de un patronato, la categoría de la clase social dominante, príncipes, aristócratas, elemento militar, etc. Así San Jorge aparece como patrono de varias Iglesias ya en los siglos V y VI, más tarde como patrono de caballeros y por ultimo su patronato pasó al estado llano y a los campesinos. Países tan distintos como Inglaterra, Cataluña y Grecia, lo adoptaron también como santo patrono.


Debemos instruir a nuestros fieles para que conozcan y amen a los Santos Patrones, dándoles el lugar de honor que les corresponde y llevando a cabo una pastoral articulada para conseguir esos objetivos. Algunos elementos importantes son las Fiestas patronales, las novenas, postales, estampas, escapularios, medallas, réplicas de su imagen, etc., que el verdadero arte de la religiosidad popular ha sabido, a través de los siglos, crear.

Referencias:

[1] Cf. CIC, c. 1278.
[2] Cf. Sagrada Congregación para el Culto Divino, Instrucción sobre los Calendarios Particulares (24 de junio de 1970) 28: AAS 62 (1970) 651-663; EV III, 2604.
[3] Cf. Sagrada Congregación para el Culto Divino, Instrucción sobre los Calendarios Particulares, 30; EV III, 2606.
[4] Cf. Normas Universales sobre el Año Litúrgico y sobre el Calendario, 52c; EV III, 942; Sagrada Congregación para el Culto Divino, Instrucción sobre los Calendarios Particulares, 16d; EV III, 2592.
[5] Cf. Normas Universales sobre el Año Litúrgico y sobre el Calendario, 59; EV III, 949-951.
[6] Cf. Sagrada Congregación para el Culto Divino, Instrucción sobre los Calendarios Particulares, 8; EV III, 2584.
[7] Cf. Normas Universales sobre el Año Litúrgico y sobre el Calendario, 52c; EV III, 942; Sagrada Congregación para el Culto Divino, Instrucción sobre los Calendarios Particulares, 16d; EV III, 2592.
[8] Enciclopedia de la religión católica V, Dalmau y Jover editores, Barcelona 1953.
[9] Cf. Ep. 22,11.

 







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