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¿De verdad, de verdad responde Dios a nuestras oraciones?
Muchos cristianos responden a esta pregunta afirmativamente pero con poca convicción, eso inspiró este artículo


Por: Christian | Fuente: www.apologia21.com



En este artículo trataremos las paradojas derivadas de la creencia en el poder de la oración para cambiar el universo y veremos cómo la ciencia misma sale en nuestra ayuda. Este es el esquema que seguiremos:

INTRODUCCIÓN
– Problema
– En busca de la Teoría del Todo
– El tiempo y el espacio
DESARROLLO
– La cadena causal
– Una línea negra ondulante
– Orando
– Consecuencias
– ¿Por qué no es todo más evidente?
CONCLUSIÓN

Para quienes deseen profundizar aún más en ciertas cuestiones de importancia derivadas de este enfoque hemos elaborado cuatro apéndices que pueden consultar al final de este artículo:

APÉNDICES
A- Cuando la oración choca con el libre albedrío
B- El problema de Dios y el mal
C- El sacrificio de la misa y el predeterminismo calvinista
D- ¿Para qué rezar, si Dios ya sabe lo que necesitamos?

¿De verdad, de verdad responde Dios a nuestras oraciones?



Muchos cristianos responden a esta pregunta afirmativamente pero con poca convicción, por eso la oración ha pasado a ocupar un lugar muy pequeño en su vida o incluso solo rezan en momentos de angustia, como recurso desesperado. Veamos por qué han llegado a este punto y por qué deberían recuperar la fe en la oración.

Podemos agrupar las principales posturas que se toman ante la idea de Dios en tres grupos:

  • TEÍSMO: Dios creó el universo y está activamente comprometido en su mantenimiento y gobierno. Todo obedece a un plan.
  • DEÍSMO: Dios creó el universo y lo abandonó a su propio funcionamiento sin relacionarse más con él.
  • ATEÍSMO: Dios no existe y por tanto el universo existe por sí mismo, es algo eterno que no tuvo principio y tal vez no tenga fin. Todo es fruto del azar.

El cristianismo es teísta, hay un solo Dios que además no solo creó el universo sino que lo mantiene y se relaciona con cada uno de nosotros permanentemente. La cosmovisión cristiana además incluye tres conceptos:

  • Dios ha creado un universo armónico y regular, un universo regido por leyes, y por tanto predecible, por eso la ciencia lo puede describir. No es un universo caótico o que se mueva según su capricho en cada momento.
  • Dios tiene un plan para la historia, y ese plan se despliega irresistiblemente según sus designios.
  • El hombre puede relacionarse con Dios mediante la oración, puede pedirle cosas, y Dios escucha nuestras oraciones y les da respuesta.

PROBLEMA

El cristianismo nos anima a recurrir con frecuencia a la oración de petición, o sea, pedir a Dios que nos ayude, que haga que las cosas sean diferentes. Pero un Dios que responde a nuestras peticiones sería un Dios interfiriendo continuamente en las leyes del universo. En ese caso nuestro mundo, además de bastante impredecible, sería un mundo donde los milagros (intervenciones divinas) serían la norma y no la excepción, donde el curso de la historia estaría cambiando continuamente. O al menos así lo perciben muchos creyentes, que cada vez encuentran más complicado reconciliar su idea de este tipo de oración con su idea, igualmente cristiana, de un universo organizado, predecible y obediente a las leyes que el propio Creador ha diseñado, un universo que además sigue un plan trazado por Dios desde el principio de los tiempos y que no va dando bandazos a cada instante.



Antes de resolver el dilema, veamos mediante ejemplos concretos las objeciones tradicionales que se oponen a la idea de un Dios que escucha nuestras oraciones y actúa en consecuencia.

1- CAMBIAR EL PASADOUna madre espera la visita de su hijo, que viene en automóvil desde muy lejos. Hace ya dos horas que debería haber llegado pero no llega, su teléfono no responde. La muy preocupada madre, como buena cristiana, se pone a rezar y pedirle a Dios que no le haya pasado nada y que llegue sano y salvo.

En este caso la madre está rezando para que un accidente no haya ocurrido, o sea, le está pidiendo a Dios que cambie el pasado si es necesario. Un cambio en el pasado modificaría todo el futuro no solo de la madre y el hijo sino del universo entero, pues todo acaba afectando a todo. Y si Dios atiende millones de peticiones de ese tipo diariamente nos encontraríamos entonces con que Dios está continuamente cambiando el rumbo del universo sobre la marcha a golpe de oración, algo que no encaja con la cosmovisión cristiana.

Más aún, si resulta que el hijo llega a casa sano y salvo y explica que se pararon a comer por el camino y a dormir un poco la siesta, entonces ¿debería pensar la madre que su oración, afortunadamente, no fue necesaria? Y si resulta al final que sí tuvo un accidente y murió, ¿demuestra eso también que la oración no fue escuchada y por tanto resultó inútil? En ese caso tenemos que tanto si el hijo llega a salvo como si no llega a salvo la oración no sirvió de nada.

2- CASUALIDAD O MILAGROJuan está luchando en una misión de la ONU. Un día, en una emboscada, su escuadrón es ametrallado y a Juan le alcanzan doce balas. Su madre es informada de que su hijo ha sido encontrado inconsciente, casi desangrado y acribillado de balas y está siendo trasladado al hospital de campaña, no sabemos si vivo o muerto. Ella se encierra a rezar sin parar pidiendo a Dios que su hijo se salve, aunque parece imposible que así sea. En el quirófano comprueban que por increíble que parezca, ninguna de las balas le ha atravesado un órgano vital, así que se recupera en poco tiempo y vuelve a casa sano y salvo. Su madre le cuenta a todo el mundo que ha sido un milagro, que Dios le ha salvado de una muerte segura. Uno de los médicos dice que el chico ha tenido “mucha suerte”.

Los Milagros con mayúscula existen, y serán tratados a fondo en otro artículo, pero son fenómenos de naturaleza totalmente distinta a lo que aquí tratamos. El Milagro con mayúscula supone una intervención divina que se origina desde fuera de nuestro universo y no está insertado en una cadena anterior de causa-efecto. En este artículo nos referiremos solo a los milagros con minúsculas, aquellos sucesos que pueden explicarse sin necesidad de romper las leyes del universo, extrañas coincidencias que producen un resultado muy oportuno. Casi todos podemos contar uno o varios casos, aunque unos lo interpreten como milagros y otros simplemente como feliz casualidad. En nuestro ejemplo, lo que le ha pasado a Juan es enormemente improbable pero no imposible. Pero entonces, ¿los rezos de la madre han causado ese milagro o han sido inútiles, fruto solo de la casualidad? Y si Juan hubiera muerto, como sería lo normal ¿los rezos de su madre habrían sido en vano? Como siempre, nos encontramos con que cuando uno reza, da igual si nos llega el resultado deseado o el contrario, siempre podemos pensar que nuestra oración no influyó en ese resultado.

3- CONFLICTOS DE INTERESES– Hay casos en los que un mismo resultado es temido por unos y deseado por otros, como en una guerra o un partido de fútbol. Todos los creyentes hemos rezado alguna vez (o muchísimas) para que Dios cambie el tiempo. Mañana me voy de excursión y rezo para que haga buen tiempo. Al mismo tiempo un agricultor reza a Dios para que mañana llueva. Evidentemente Dios no puede contentar a todos.

Si al día siguiente hace buen tiempo puedo pensar que ha sido una casualidad, una feliz coincidencia, y en tal caso rezar fue una pérdida de tiempo. O puedo pensar que Dios me ha escuchado y ha respondido a mi plegaria. Pero entonces si Dios ha impedido la lluvia, me ha favorecido a mí, y al mismo tiempo ha perjudicado al agricultor que también rezó ¿No sería mejor no haber rezado? ¿Vale mi oración más que la suya? ¿Ignora Dios en estos casos ambos frentes opuestos de oración?

EN BUSCA DE LA TEORÍA DEL TODO

Quienes creen en el poder de la oración a menudo dividen los acontecimientos naturales en dos clases. Por un lado la mayoría de los acontecimientos, que siguen el orden natural normal, y por otro lado los acontecimientos que son el resultado de una intervención divina, la respuesta a una oración. Pero esta clasificación de acontecimientos solo puede ser subjetiva. Si yo rezo pidiendo lluvia y mañana llueve, yo puedo clasificar esa lluvia como intervención divina. Pero si mi vecino no ha rezado sobre el tiempo, la lluvia de ese día será para él un acto natural normal, sin intervención divina.

En ese caso hay dos soluciones, o ningún acto es intervención divina o todos los actos son intervenciones divinas. Para entender mejor esto veamos otro ámbito en el que los seres humanos estamos frente a un conflicto similar: la ciencia.

Las leyes de Newton explican muy bien el funcionamiento del universo a escala humana, lo que podemos ver, el mundo que percibimos con nuestros sentidos.

La Teoría de la Relatividad de Einstein explica muy bien el funcionamiento del macrocosmos, cosas tan grandes o tan veloces que no podemos percibir. El mundo que está por encima de nuestra percepción.

La física cuántica describe el funcionamiento del microcosmos, cosas tan pequeñas que tampoco podemos percibir. El mundo que está por debajo de nuestra percepción.

tres teorías del universo

Tres teorías, tres conjuntos de leyes que son verdaderas en el sentido de que se cumplen, que describen bien el funcionamiento de su parcial ámbito del universo, pero que son incompatibles entre sí, y por tanto igualmente podríamos afirmar que las tres son falsas porque ninguna de ellas logra explicar el funcionamiento del universo. Los electrones no obedecen las leyes de Newton, las galaxias no obedecen el funcionamiento de la física cuántica, ni tampoco la manzana que cae del árbol. Pero a nivel práctico, si quiero diseñar un avión utilizaré las leyes de Newton e ignoraré las de la física cuántica o las de la relatividad y por tanto las leyes, verdaderas o no, nos sirven.

Como la Naturaleza es una sola, está claro que debe de existir un solo sistema de leyes que explique satisfactoriamente todo lo que ocurre en los tres ámbitos a la vez. Los científicos son conscientes de este problema y por ello se encuentran embarcados en la búsqueda de lo ellos llaman “La Teoría del Todo“, una misma teoría que sirva para explicar el comportamiento de los electrones, los astros y las manzanas.

Lo mismo nos ocurre a nosotros en nuestro conocimiento del mundo espiritual, la mayoría de la gente funciona perfectamente con grupos de creencias que explican muy bien el funcionamiento de las cosas en ciertos ámbitos diferentes, pero carecen de una explicación que unifique todo bajo una misma explicación. Aceptan que Dios escucha nuestras oraciones y actúa en consecuencia, también aceptan la idea de que el universo es predecible, se rige por leyes universales y de que todo está interconectado, de modo que un cambio en un sitio afecta a todo el sistema. El problema surge, como les pasa a los científicos, cuando algunas de esas personas se encuentran con un conflicto de creencias y comprueban que esas dos visiones no son compatibles y por tanto, sienten ellos, no pueden ser verdaderas al mismo tiempo.

Una forma de resolver la contradicción es aceptar una de las dos y rechazar la otra. La otra forma es actuar igual que están actuando los científicos, reafirmar la validez de esas leyes, cada una en su ámbito, pero al mismo tiempo ser conscientes de que tiene que haber, aunque no la conozcamos, una explicación superior que unifique ambas cosas armónicamente. Por fe debemos admitir que ambas ideas que la Biblia nos transmite deben ser ciertas. Por la razón podemos descubrir en qué modo ambas ideas no se contradicen, sino que son dos caras de una misma moneda. Comencemos nuestra exposición de esta particular “Teoría del Todo” espiritual.

EL TIEMPO Y EL ESPACIO

espacio y tiempo

El principal problema cuando intentamos comprender cómo interactúa Dios con nosotros y con el universo, es que somos incapaces de imaginarnos algo sucediendo en ausencia de tiempo y de espacio. Pero nuestra religión, y nuestra ciencia actual, nos dicen precisamente eso, que el tiempo y el espacio son atributos de la materia, o sea, forman parte del universo y nacieron con él. Por tanto Dios, que no está contenido en el universo, existe sin tiempo y sin espacio. No es que Dios existiera desde antes del tiempo, es que existe fuera del tiempo. Dios interactúa con nuestro universo espaciotemporal desde una dimensión externa que es eterna e infinita.

Esta diferencia entre el reino material y el reino espiritual es lo que produce nuestras paradojas, pues percibimos la acción de Dios en un plano espaciotemporal, pero esa acción parte de un plano que no es espaciotemporal. Si decimos que Dios está “en todas partes” casi nos vemos obligados a imaginar un Dios que más que personal es una energía cósmica que lo llena todo, pero no es exactamente eso; si decimos que Dios es eterno nos imaginamos que ha existido desde siempre, que existe ahora y que existirá, pero tampoco es exactamente eso, porque al pensar así nos imaginamos a Dios habitando a lo largo de una línea temporal infinita, pero temporal, como si sus acciones tuvieran un antes y un después, y no es eso. Dios es, y está, punto. Dios es el “Yo soy“, tal como se definió en la zarza ardiente, el Yahveh (palabra hebrea que mezcla el presente, pasado y futuro del verbo “ser” en una sola forma verbal).

Decir que Dios está en todas partes o que existe desde siempre es una forma de expresar con conceptos humanos algo que no podemos expresar de mejor forma que esa, y por tanto son verdad, pero solo como reflejo de una realidad que no podemos concebir en su exacta naturaleza. La misma Biblia se ve obligada a hablarnos de Dios usando términos espaciotemporales porque solo así la mayoría de la gente puede entender, aunque sea de forma aproximada, de lo que se está hablando.

LA CADENA CAUSAL

La ciencia afirma que todo tiene una causa y a su vez produce un efecto, es lo que podemos llamar la cadena causal. Rastreando esa cadena hacia atrás podemos llegar al origen de las cosas. En última instancia, todas las cadenas causales que conforman el comportamiento del universo desde su creación hasta la actualidad tienen su origen en el Big Bang.

Big BangAunque no sea del todo exacto, para usar un símil comprensible podemos definir el Big Bang como la explosión de una diminuta bolita que encierra comprimida toda la materia del universo. Todos los acontecimientos del universo se van desarrollando en forma de una cadena causal en continua ramificación que parte de ese instante. Todo, incluido el tiempo atmosférico del 23 de abril de 1258 en Sevilla, depende en última instancia de cómo era esa bolita y de qué manera explotó. Eso lleva a la ciencia a hablar de determinismo –todos los acontecimientos son inevitables, o dicho de una manera más tradicional, “todo está escrito”.

Si todo tiene una causa anterior, también el Big Bang tiene que tener una causa anterior, que sería Dios, así que lo que la ciencia llama el Big Bang es lo mismo que lo que los creyentes llamamos la Creación del universo.

Volvamos a la analogía de la bolita que explota. Si Dios creó esa bolita, definió su naturaleza y decidió su manera de “explotar”, entonces desde la perspectiva cristiana hay que decir que ese “todo está escrito” significa que Dios, al crear el universo, decidió en ese instante todos los acontecimientos futuros que se producirían en ese universo, o sea, “Dios lo dejó todo escrito”. Por eso los cristianos decimos que Dios creó el universo con un plan que se desarrolla a lo largo de la historia según su voluntad, o sea, todo tiene un significado, nada ocurre por azar. Ese plan no es algo que Dios va desarrollando poco a poco, sino que lo ha dejado contenido en la misma naturaleza del universo.

¿Significa esto que, como creían los antiguos griegos, el hombre no puede hacer nada por cambiar el destino? Todo lo contrario, el cristianismo afirma que el hombre tiene libre albedrío –y por tanto es responsable de sus actos– y que mediante la oración puede influir en el curso de los acontecimientos. Veamos ahora cómo se puede resolver esta paradoja.

UNA LÍNEA NEGRA ONDULANTE

El apologista inglés C.S. Lewis nos ofrece una metáfora para intentar comprender cómo funciona esto en realidad. Para ello tendremos que hacer el esfuerzo de situar el asunto desde la perspectiva de Dios en su ámbito sin tiempo ni espacio.

Dios no habita en el tiempo, por lo que no tiene sentido hablar de “en qué momento” diseña los acontecimientos. No tiene sentido decir que Dios planificó los sucesos del universo “al principio” de la Creación o que los crea “a lo largo” de la Historia. Para Dios todo el universo con todos sus acontecimientos forman parte de un eterno AHORA, o más bien de un siempre, por decirlo de alguna manera, como ya vimos. Causas y efectos, antes y después, son para Él cosas simultáneas. Para intentar hacernos una idea de lo que esto supone vamos a recurrir a una hoja de papel en la que podamos representar el tiempo como si fuera una sola cosa situada ante nuestra vista en este momento. Supongamos que en esa hoja de papel tenemos una línea negra ondulante.

1 - línea negra ondulante
Fig. 1

Nosotros ahora decidimos añadir a esa hoja, con líneas rojas, un patrón de diseño que se relacione de alguna manera con esa línea negra de forma que tenga, para nosotros, un significado.

Fig. 2
Fig. 2

Puesto que yo tengo ahí la línea negra, he podido tranquilamente diseñar mis líneas rojas teniendo en cuenta esa línea negra, decidiendo por dónde quiero atravesarla o rodearla o alejarme o acercarme a ella.

Ahora supongamos que esa línea negra representa el movimiento de un ser consciente a lo largo del tiempo, por ejemplo tú. La forma que esa línea negra muestra es la forma que tú has ido dando a tu vida con cada decisión que has tomado. Tú eres un ser con libre albedrío y por tanto de comportamiento impredecible, has decidido libremente la forma que deseas dar a la línea de tu vida avanzando desde tu nacimiento hasta tu muerte.

3 - línea negra ondulante
Fig. 3

Cuando estás en el punto C recuerdas el punto B como una memoria (tu pasado), pero nada sabes aún de lo que será tu vida en el punto D hasta que no llegues a él (tu futuro).

4 - línea negra ondulante
Fig. 4

Pero para Dios, que está fuera del tiempo, toda tu existencia es una línea que está delante de sus ojos, ve su principio, su final y su forma exacta en todo el recorrido, todo en un solo vistazo, sin un antes o un después sino en un eterno presente. Al igual que hice yo en la Figura 2 anterior, Dios puede también dibujar sus líneas rojas para que interactúen con tu línea negra cómo y por donde le plazca. Las líneas rojas representarían los acontecimientos naturales –cadenas causales originadas en el Big Bang–, la línea negra representa a tu consciencia, tu alma, un elemento libre originado en el plano espiritual pero que interactúa con el universo físico durante el tiempo que habita este mundo.

5 - cadenas causales - línea negra ondulante
Fig. 5

En cada punto, tu línea se encontrará con las líneas rojas que Dios ha dibujado a tu alrededor, líneas que están adaptadas a tu trayectoria de la forma exacta en que Dios ha decidido. Por ejemplo, quiso que una línea roja determinada se cruzara contigo en el punto F y no tuvo ningún problema para dibujarla así:

6 - línea negra ondulante
Fig. 6

Cuando tú estás en B, C o D, no tienes ni idea de en qué lugar te encontrarás al llegar al momento F, por tanto tampoco sabes que en ese momento te cruzará con la línea m, o si alguna vez te cruzarás. Pero para Dios todo resulta muy sencillo, si quiere que te cruces con m solo tiene que hacerlo, y en el punto que Él desee. Para ti, cuando estás en el punto B el cruce de m con F corresponde a un momento futuro y por tanto desconocido. Para Dios, F es siempre presente y puedo cruzarlo con m con total facilidad.

Cuando llegues al punto F te encontrará con que, “curiosamente”, m corta tu camino justo en ese punto, lo cual significaría un acontecimiento concreto de significado preciso. Y sin embargo m no aparece como un punto “caído del cielo”, sino como una línea causal cuyo diseño se puede observar continuando hacia la derecha (hasta el Big Bang) y hacia la izquierda como parte del trascurrir normal de todos los acontecimientos del universo.

NOTA: Por supuesto Dios habrá dibujado sus propias líneas rojas teniendo en cuenta no solo esta línea negra, sino todas las demás líneas negras y todas las demás líneas rojas hasta llenar toda la hoja de la Creación con el diseño que desea conseguir, de modo que toda la escena global resulte armonizada y significativa, un plan determinado con una finalidad concreta, al tiempo que ha permitido que sean las líneas negras las que decidieran por sí mismas la forma que cada una quería adoptar. También Dios, al dibujar sus líneas rojas, sabía perfectamente que esas mismas líneas iban a influir en la forma que cada línea negra iba a decidir adoptar, y las líneas negras también se influirían entre sí, pero ya estamos elevando el diseño a una complejidad tan enorme que escapa a nuestra capacidad, sin contar con que Dios estaría no solo dibujando las líneas sino también creando el papel al mismo tiempo. La complejidad no es un problema para Dios y nosotros pretendemos usar esta analogía para simplificar las cosas, no para complicarlas más, así que seguiremos con la imagen de una única línea negra y las líneas rojas que Dios decide dibujar a su alrededor.

Una importante consecuencia de este estado de cosas es que si tú le diriges plegarias a Dios, Él podría, si ese es su deseo, concedértelas. Otra consecuencia es que tus plegarias solo serán concedidas si ello se puede hacer sin desvirtuar el Gran Diseño general que tiene Dios para el universo, lo que supone que tu oración podría no ser concedida, o al menos no en la forma y el momento que tú deseas.

ORANDO

Veamos ahora cómo tu oración puede influir en el diseño de Dios. Imagina que cuando estás en el punto D, le suplicas a Dios contactar con m cuando alcances el punto F. Como para Él todos los puntos de la línea son simultáneos, en todo momento no solo sabe qué forma total tiene tu existencia (tu línea negra) sino también qué haces o rezas en cada punto del recorrido, así que al diseñar las líneas rojas Dios pudo tener ya en cuenta las oraciones que tú le envías en el punto D y, si le parece conveniente, acceder a tus deseos y hacer que la línea m se cruce contigo exactamente en el punto F. El curso de m es el resultado de mi oración y, al mismo tiempo, el producto de una cadena causal totalmente natural.

7 - línea negra ondulante
Fig. 7

Pero no podemos decir que Dios cambia los acontecimientos a causa de tu oración; tu oración actual no cambiará la forma de m, tu oración es la razón de que m tenga -y siempre haya tenido- la forma que tiene. Por poner un ejemplo más familiar. Imagina que tú eres el ingeniero que va a diseñar el trazado de una carretera que va de Ciudad-X a Ciudad-Y y sabes que en medio de ambas hay una alta montaña. Si la rapidez es mucho más importante que el precio, podrías decidir atravesar la montaña mediante un túnel y seguir recto. Pero si el presupuesto también importa, decidirías trazar la carretera de manera que rodee la montaña. No se puede decir que la montaña ha cambiado el curso de la carretera, sino que cuando tú has decidido el trazado de la carretera lo has hecho contando ya con el dato de que existía esa montaña.

En el mapa de Dios, tus plegarias son como las montañas que están ahí, y Dios al trazar sus diseños las tiene en cuenta. Por tanto, suponiendo que Dios decida conceder tu petición, la visualización del proceso tal como lo explicamos sería el que muestran las figuras A y B. Dios no cambia el diseño de m, sino que parte de tu oración (Fig. A) para decidir el diseño de m (Fig. B). La forma que la línea m tendría si tú no hubieras rezado (Fig. C) es solo una hipótesis imaginaria carente de existencia (por eso la mostramos tachada). Y aún así, decir que primero tenemos la Fig. A y luego Dios crea la Fig. B es de nuevo, e inevitablemente, utilizar conceptos temporales inexactos para poder explicarlo.

8- Proceso
Fig. 8

Y es que para Dios, no solo tú sino la oración que hiciste el 15 de julio de 2007 (Fig. A), estaban tan presentes ante Él en el momento de crear el universo como lo estaban el 15 de julio del 2007, como lo están en este preciso instante o dentro de un millón de años. El acto creador de Dios está fuera del tiempo y por eso mismo se puede adaptar sin problemas a los elementos libres que hay en el sistema (nuestro comportamiento de libre albedrío); sin embargo desde nuestro punto de vista los acontecimientos no son simultáneos y permanentes, sino secuenciales, por eso percibimos ese diseño fijo y eterno como una cadena de acontecimientos que se suceden de forma causal, y las intervenciones de Dios en nuestra vida las experimentamos como una cadena sucesiva de oraciones y respuestas que se suceden en el espacio y el tiempo.

NOTA: El mismo concepto se puede aplicar a muchas otras intervenciones divinas, por ejemplo la teoría de la evolución. Dentro de ese diseño global de Dios para el universo nos podemos encontrar un proceso de selección natural que desde el punto de vista físico espaciotemporal se va produciendo a base de mutaciones fortuitas y selección natural posterior. Sin embargo, visto desde la perspectiva divina, ese procedo en realidad es parte de las líneas rojas que Dios ha diseñado en su creación y por tanto cumplen paso a paso el plan de Dios para producir al hombre, objetivo último de toda la Creación según nuestra cosmovisión cristiana. Todo lo que ocurre tiene un significado y se ajusta al plan divino.

CONSECUENCIAS

De esta explicación que hemos dado se derivan varias consecuencias prácticas que veremos a continuación.

CONSECUENCIA 1: ni sí ni no sino todo lo contrario

Cuando la gente reza pidiendo algo y luego lo obtiene, a menudo se pregunta si ese acontecimiento deseado es en realidad la respuesta a sus oraciones o hubiera ocurrido así de todas formas. Si rezo para que mañana llueva y llueve, ¿me ha escuchado Dios o la lluvia ha sido resultado de la evolución normal de la naturaleza (con o sin oración)?

En realidad la pregunta está mal planteada y por tanto no existe una respuesta correcta a tal pregunta. Sería lo que llamamos una pregunta con trampa, como si tú nunca bebes alcohol y yo te preguntara ¿has dejado ya de emborracharte todas las noches? Ni “sí” ni “no” serían respuestas válidas.

En el libro Hamlet, Shakespeare nos cuenta que Ofelia se subió a la rama de un árbol que colgaba sobre un río. La rama se rompió, Ofelia cayó al río y se ahogó. ¿Murió Ofelia porque Shakespeare decidió que así sucediera para dar mayor emoción a la historia de Hamlet, o murió porque se rompió la rama del árbol en donde estaba subida? Como podemos ver aquí, la respuesta correcta sería: ni por una cosa ni por la otra, sino por las dos. Cada acontecimiento del libro ocurre como resultado de otros acontecimientos del libro (si no, no sería una buena obra), pero al mismo tiempo cada acontecimiento ocurre porque Shakespeare decide que ocurra. Todos los acontecimientos de Hamlet son acontecimientos shakesperianos, y del mismo modo en el mundo real todos los acontecimientos son acontecimientos divinos, en todos ellos está la mano de Dios, su Providencia. Pero ni en el libro ni en la realidad los acontecimientos son arbitrarios ni caóticos, todos los sucesos de Hamlet siguen la lógica de la dramatización de eventos, y todos los sucesos de la vida real (excepto los milagros) siguen la lógica de las causas naturales. La Providencia y las leyes de causa-efecto de la naturaleza no son dos cosas alternativas, son una sola cosa. El fluir natural ha sido diseñado por Dios de tal manera que actúa como expresión de su Providencia, y en ese diseño nuestras oraciones han sido tenidas en cuenta.

La gran diferencia de esta metáfora de Shakespeare con la realidad de Dios es que Shakespeare en ningún momento necesitó tener en cuenta el libre albedrío de sus personajes y Dios sí.

CONSECUENCIA 2: lo que ya está escrito

Cuando estamos rezando por el resultado de algo, por ejemplo una operación quirúrgica, unas elecciones democráticas, un análisis de sangre, las calificaciones de un examen que hemos hecho… a menudo se nos pasa por la cabeza la idea de que el resultado ya está decidido. Esa sensación de que el resultado está ya “escrito” nos puede hacer flaquear y pensar que rezar es ya inútil. Sin embargo esto no es motivo para dejar de rezar. El resultado ciertamente ha sido ya decidido, en cierto modo podríamos decir que ha sido decidido “desde el principio de los tiempos”. Pero como hemos visto, una de las cosas que se tomaron en cuenta a la hora de decidirlo fue esta misma oración que en este momento estamos formulando. Por lo tanto, aunque resulte sorprendente, a través de nuestra oración podemos convertirnos a las doce del mediodía en causa de un acontecimiento que se produjo dos horas antes (o dos siglos antes).

En este punto nuestra imaginación puede echarse a volar y plantearnos cosas como: entonces, como ya está “escrito” no hace falta que siga rezando; o: y si mi oración de ahora influye en el curso de acontecimientos pasados, si dejo de rezar ¿irá Dios atrás y cambiará de nuevo ese acontecimiento? Estas preguntas son producto de nuestra mentalidad espacio-temporal. Recordemos que Dios no va hacia adelante o hacia atrás en el tiempo porque Dios está fuera del tiempo. Cualquier cambio que hagas sobre la marcha estará dando forma a tu línea negra que para Dios es una línea acabada y presente en su totalidad, “cuando” Dios decidió su diseño de acontecimientos (y al decir “cuando” ya estoy de nuevo prisionero del concepto de tiempo) lo decidió teniendo en cuenta todas tus oraciones y comportamientos, incluido ese cambio de idea, esa oración interrumpida o abortada antes de empezar. Tal como lo expresa C.S. Lewis con cierto humor:

[Tu imaginación] se preguntará, “Entonces si dejo de rezar, puede Dios volver atrás y alterar lo que ya ha ocurrido?” No. El suceso ya ha ocurrido y una de sus causas ha sido el hecho de que tú estás ahora haciéndote esa pregunta en lugar de rezando.

Asunto diferente sería la impaciencia: si yo, o la humanidad, llevamos años o siglos pidiendo una cosa y no la hemos conseguido ¿sirve de algo seguir rezando? Pues sí, porque si lo que pedimos tiene cabida en los planes de Dios, el problema puede ser simplemente que aún no ha llegado el momento. Los tiempos de Dios no son los tiempos de los hombres, Él sabe cuándo es el momento más oportuno para que ocurra algo que te beneficiará a ti y/o a la humanidad entera. Por eso la Iglesia no debe nunca dejar de rezar por el fin de las guerras o por la unidad de los cristianos aunque, a escala humana, nos parezca que llevamos demasiado tiempo pidiendo lo mismo sin conseguirlo.

CONSECUENCIA 3: cambiar el pasado

Otra pregunta que nos podemos hacer a la luz de lo aquí explicado es: Si es posible rezar para influir en un suceso que en realidad ya ha ocurrido en el pasado, ¿por qué no podemos rezar para influir en un suceso que sabemos que NO ha ocurrido?, por ejemplo, rezar por la seguridad de alguien que sabemos que fue asesinado ayer.

La diferencia está precisamente en ese “sabemos“. Si mi hijo aún no ha llegado yo puedo pedir a Dios que no haya tenido un accidente en el camino, que su retraso se deba a algo sin importancia. Esa oración ha sido tenida en cuenta por Dios al diseñar el universo y por tanto en su momento influyó en que el accidente ocurriera o no, aunque yo aún no me haya enterado de si ha ocurrido. Si mi hijo llegó sano y salvo es porque el accidente nunca llegó a producirse. Pero si sabemos que el accidente ha ocurrido entonces ya no hay nada que cambiar, ese accidente por algún motivo formó parte de los planes de Dios (quizá la alternativa hubiera originado un mal peor) y el querer cambiarlo supondría una rebelión contra Dios, rebelión que en medio del dolor sería comprensible, pero rebelión al fin y al cabo. No es lo mismo decirle a Dios “por favor, que no sea lo que yo me temo”, que decirle “Dios, no acepto tu decisión, cámbiala porque no me gusta”. Tal vez esa decisión divina haya sido simplemente, por poner un ejemplo, la de respetar el libre albedrío de tu hijo y dejar que condujera borracho, lo cual causó el accidente (no porque Dios quisiera que se matara), o respetar el libre albedrío de otro borracho que se estrelló contra él.

Cuando nuestra conciencia, en el recorrido por la línea negra, se encuentre con la línea m, no puede pedir que se la quiten de ahí, el diseño ya está hecho y si tu oración pudiera apartar ese cruce Dios ya habría decidido otro diseño desde el primer momento y tú nunca te habrías encontrado con m allí. Antes de pensar que Dios ha sido insensible a nuestras súplicas debemos pensar que por encima del bienestar del individuo está el plan divino general, y Dios solo nos ayuda cuando puede hacerlo sin romper ese diseño armónico global, por eso a los cristianos se nos enseña a pedir a Dios, pero al mismo tiempo decir “hágase tu voluntad y no la mía”.

CONSECUENCIA 4: sin demostración posible

Otra consecuencia que podemos extraer de todo esto es que nunca es posible demostrar empíricamente que un acontecimiento natural (no un milagro) sea o no la respuesta a una oración. Puesto que no es un milagro, el escéptico siempre puede señalar sus causas naturales y decir, “Por este motivo, eso tenía que pasar de todas formas y Dios nada tiene ahí que ver”, y el creyente siempre le podrá responder, “Pero como estos son solo eslabones en una cadena de eventos y la cadena completa se remonta a Dios, esto puede haber ocurrido por voluntad divina a causa de la oración de alguien”.

Por todo ello la eficacia de la oración no pude ser afirmada ni negada objetivamente, solo puede ser asumida por un acto de fe y de congruencia con una cosmovisión general cristiana en la que tal asunción tiene sentido. Si alguien niega la existencia de Dios de ninguna manera puede aceptar que la oración sirva para algo. Por la misma razón no es posible para un escéptico demostrar empíricamente la ineficacia de la oración.

9 - línea negra ondulante
Fig. 9

Si la ciencia estudia este diseño no encontrará ahí nada que rompa las leyes de la naturaleza y por tanto no verá nada sobrenatural en él:

Lo único sobrenatural será la voluntad de Dios de hacer que m pase por F con un fin concreto, pero como la ciencia solo puede observar el diseño y no al Diseñador, en estos casos la ciencia nunca verá en el diseño ningún rastro de Dios por mucho que investigue. Solo la persona a quien esa línea negra representa puede intuir ahí la mano de Dios si por ejemplo desde el punto C viene rogando a Dios para que m se cruce en su camino al llegar a F.

NOTA: Cuando hablamos aquí de “diseño” nos estamos refiriendo al diseño de las líneas rojas, no al diseño del universo. En ese otro sentido, el diseño del universo (incluidos los seres vivos) sí que es un elemento que nos permite encontrar la huella de Dios en el mundo físico pues, como dice el Salmo 19, “los cielos proclaman la gloria de Dios”. Recordemos de nuevo que en este asunto hemos dejado fuera el tema de los milagros, que son algo diferente a lo que aquí tratamos y veremos en artículo aparte. Estamos hablando aquí de intervenciones divinas motivadas por nuestras oraciones pero sin alterar el orden “natural” del universo.

¿POR QUÉ NO ES TODO MÁS EVIDENTE?

pensandoA muchos les gustaría no tener que recurrir nunca a la fe, que todo fuera evidente. Así se disiparían nuestras dudas y los ataques de los demás, del mismo modo que creer que el sol da luz y calor es una obviedad y por tanto todos estamos de acuerdo, no hace falta fe, no es un problema ni un conflicto, no necesita ningún esfuerzo ni búsqueda ni maduración para comprenderlo o al menos para aceptarlo.

Ahí está la cuestión, el creer (o más bien saber) que el sol es fuente de luz y calor no nos ayuda en nuestro crecimiento espiritual. Nos es útil a nivel práctico el conocer sus propiedades, pero a nivel espiritual ese conocimiento no nos sirve de nada. Tal vez por eso la fe es necesaria.

En este asunto de la eficacia de la oración, la imposibilidad de demostrarlo empíricamente es también una necesidad espiritual. Imagínate un hombre que pudiera llegar a conocer empíricamente y con total obviedad que ciertos sucesos han sido causados por sus oraciones. Este hombre se sentiría como un gran mago y la oración, en vez de un acto humilde de ruego ante Dios, se convertiría para él en una especie de varita mágica que le da poder. Su cabeza empezaría a dar vueltas y su corazón acabaría corrompido y lleno de soberbia. Somos así.

El cristiano no debe preguntarse si este o aquel suceso ha sido causado por una oración. Más bien debería creer que todos los acontecimientos, sin excepción, han sido diseñados de tal forma que tienen en cuenta las necesidades y las oraciones de todos aquellos afectados por él. Todas las oraciones son escuchadas, aunque no todas son concedidas del modo esperado. No debemos visualizar nuestro destino como una película que va pasando a su aire y en la cual nuestras oraciones a veces logran modificar o añadir algún elemento adicional. Por el contrario, lo que la película nos proyecta ya trae incorporado el resultado de nuestras oraciones, incluidas aquellas que estamos rezando en este preciso instante o las que rezaremos el mes que viene.

Todo está ya allí, y no podemos decir que Dios escuchó tus oraciones “antes” de que tú las rezaras, porque como Dios existe fuera del tiempo, no hay para él un “antes” ni un “después”, todo es simultáneo, eres tú, con tu percepción temporal, el que en cada instante divide la línea negra, y las rojas, en un “antes” y un “después”, pero para Dios toda tu línea y todas las líneas del universo, forman parte de una única imagen siempre presente. Dios no diseñó tus circunstancias al principio del universo y luego se olvidó de ti (deísmo), Dios está ahí contigo en todo momento, desde el principio del universo si quieres decirlo así, con la resultante paradoja de que millones de años antes de que tú nacieras Él ya estaba contigo y tú con Él, porque su eternidad es tu presente, y tu presente su eternidad.

CONCLUSIÓN

No tiene sentido preguntarse si un suceso ha ocurrido porque tú has rezado. Cuando el suceso por el que has rezado ocurre, tu oración siempre ha contribuido en algún modo a que ocurra, puedes estar seguro. Pero si ocurre lo contrario, de ningún modo tu oración ha sido ignorada: ha sido considerada y rechazada por tu propio bien y por el bien de todo el universo, o respondida de un modo diferente al esperado. Pero esto es, y debe seguir siendo, una cuestión de fe. Si te esfuerzas en buscar evidencias del poder de la oración en este o aquel caso concreto, solo lograrás confusión. Ten la confianza de que cuando Dios diseñó tus circunstancias (respetando tu libre albedrío) tuvo ya en cuenta no solo tus oraciones, sino también tus deseos y necesidades (No hagan como ellos, pues antes de que ustedes pidan, su Padre ya sabe lo que necesitan Mateo 6:8) y, tal como afirman los místicos, diseñó un mundo en el que todo es para bien, aunque nosotros no podamos comprenderlo.

De todas formas en este artículo hemos intentado mostrar este asunto desde el plano espiritual (sin tiempo ni espacio), desde la perspectiva de Dios. Pero desde la perspectiva humana (en el tiempo y el espacio), todo es tal cual nos han dicho siempre: si en este momento yo rezo, Dios me escucha, sopesa, y si lo considera adecuado (beneficioso) concede nuestras peticiones.

Pedid, y se os dará; buscad, y encontraréis; llamad, y se os abrirá la puerta. Pues todo el que pide, recibe, y el que busca, encuentra, y al que llama, se le abrirá la puerta. ¿Quién de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos se las dará también a quienes se las pidan! (Mateos 7:7-11)

oración - remate final

ÍNDICE DE APÉNDICES

A- Cuando la oración choca con el libre albedrío
B- El problema de Dios y el mal
C- El sacrificio de la misa y el predeterminismo calvinista
D- ¿Para qué rezar, si Dios ya sabe lo que necesitamos?

APÉNDICE A

CUANDO LA ORACIÓN CHOCA CON EL LIBRE ALBEDRÍO

 En este artículo sobre la oración, por simplificar, hemos estado hablando del supuesto en el que una oración busca modificar un suceso natural, o sea, una o varias líneas rojas del diseño del universo. Pero ¿qué ocurre cuando nuestra oración pretende influir en otra línea negra? O sea, cuando rezamos a Dios para que otra persona altere su comportamiento, por ejemplo, para que el atracador que me está apuntando con su pistola no me mate.

Hemos insistido en que Dios en todo momento respeta el libre albedrío de las personas, ese parece ser un aspecto clave de su relación con los hombres. El motivo de esto es que Dios, que es Amor, ha creado al hombre para amarlo y ser amado por él. El amor solo es auténtico cuando nace de la libertad del individuo. Si el amor no se da libremente entonces no es verdadero y para Dios no tiene valor alguno.

almaDios nos da la libertad de buscarlo o rechazarlo, obedecerlo o ignorarlo, porque solo desde esa libertad su amor puede ser auténticamente correspondido. El efecto secundario que eso tiene es que el hombre es libre de hacer maravillas o de cometer atroces crueldades. La maldad es el precio que la humanidad tiene que pagar para poder ser libre y también para que pueda existir la bondad. De lo contrario los seres humanos seríamos todos autómatas, marionetas manejadas por Dios a su antojo y por tanto inútiles para los planes divinos (para ese viaje no harían faltas tantas alforjas). Por eso si el atracador te apunta con su pistola y tú rezas a Dios pidiendo que no te maten… Dios escuchará tu oración, intentará ayudarte si es lo mejor… pero también respetará el libre albedrío del atracador.

Hay muchas formas de influir en la gente sin suspender su libertad: mediante la persuasión, el ejemplo, el entorno, el convencimiento, la enseñanza, una idea… Una cosa es obligar y otra convencer, o educar, etc. Por ello Dios puede influir en una persona, incluso mucho, pero no la forzará a hacer lo que no quiera hacer, independientemente de las consecuencias. Pudiera ser que tu oración (“que no dispare”) sea la causa de que “por casualidad” un policía pase por allí y te salve. O tu plegaria actual podría ser la causa de que este criminal viviera hace días una experiencia o leyera algo que le hiciera “click” en su mente y ahora, aunque te amenaza con el arma, se sienta incapaz de disparar (lo cual te salvará la vida). O puede que Dios pusiera en su camino los medios e influencias para hacerle “click” pero el atracador no se dejó transformar, se aferró a su mala vida y rechazó toda compasión, y en ese caso Dios lo intentó, pero sin éxito. Puede que acabes disparado, lo siento.

Ah, ¡pero cómo! ¿que Dios lo intentó y no lo consiguió? De qué te extrañas, la Biblia es una historia en la que Dios está continuamente intentando que la gente sea buena, pero la gente continuamente le vuelve la espalda. Dios tiene poder sobrado para obligarles a ser buenos, pero elige no forzarles. Les habla, les muestra, les inspira, les envía señales, sueños, castigos, les manda profetas… pero nunca les fuerza. Por eso cuando nuestras oraciones piden un cambio en el comportamiento de otras personas podemos estar seguros de que de ningún modo Dios actuará obligando a la otra persona a cambiar su actuación, aunque sí puede influir para que esa persona decida libremente cambiarla. Puede influir directamente (a través de acontecimientos naturales o mediante la voz de la conciencia, etc.), o puede influir indirectamente a través de otras personas. En cualquier caso, rezar en estas ocasiones es igualmente útil.

Otro tipo de oración sería rezar para cambiar yo, como cuando le pedimos a Dios ser más pacientes o mejores personas. Esto no supone una objeción puesto que se trata de cambios en nuestra alma, y el alma es parte del mundo espiritual, no del físico. Pero como Dios respeta nuestro libre albedrío, para que esa oración sea efectiva tenemos nosotros que colaborar con Dios en el cambio. No basta con pedirle a Dios paciencia si nosotros no nos esforzamos en ser más pacientes. Él nos dará fuerzas para cambiar, pero el cambio lo tenemos que realizar nosotros.

No olvidemos también que Dios actúa frecuentemente a través de las acciones de otras personas, así que la ayuda del vecino o la inesperada intervención de un desconocido pueden ser literalmente acción de Dios, no porque haya forzado su libre albedrío sino porque inspiró en ellos la iniciativa de ayudarte y ellos, en sintonía con la voluntad de Dios, se dejaron guiar por esa inspiración. Eso explica que la gente que está más en sintonía con Dios sea también la gente que más eficazmente y frecuentemente se convierten, por propia decisión, en herramientas divinas para ayudar al prójimo.

bien-malPero el libre albedrío no significa una libertad absoluta. El ser humano desarrolla su vida dentro de un entorno natural (líneas rojas) y un entorno social (líneas negras) y todo eso interactúa con él y le influye. Y al mismo tiempo somos un ser cuya naturaleza única pero mixta participa al mismo tiempo del mundo material y del espiritual, por lo que también estamos expuestos a influencias provenientes del mundo espiritual, tanto buenas como malas. No solo Dios o sus ángeles inspiran en nuestra mente ideas de bondad, también el diablo y sus huestes trabajan incansables inspirando el mal en nuestro interior, tal como repetidamente nos advierte la Biblia:

  • Sean sobrios y estén vigilantes, porque su enemigo, el diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar. 1 Pedro 5:8
  • Debe reprender con dulzura a los adversario, teniendo en cuenta que Dios puede concederles la conversión y llevarlos al conocimiento de la verdad, haciéndolos reaccionar y librándolos de la trampa del demonio que los tiene cautivos al servicio de su voluntad. 2 Timoteo 2:25-26,
  • Cuando uno oye la palabra del Reino y no la interioriza, viene el Maligno y le arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Ahí tienen lo que cayó a lo largo del camino. Mateo 13:19,
  • Y para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. 2 Corintios 12:7,
  • Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era uno de los Doce. Este fue a tratar con los sumos sacerdotes y los jefes de la guardia sobre el modo de entregárselo. Lucas 22:3-4:

Pero tengo miedo; lo mismo que la serpiente sedujo con su astucia a Eva, temo que pervierta vuestros pensamientos apartándoos de una sincera y limpia entrega a Cristo. (2 Corintios 11:3)

Cierto que creer en el diablo (o las fuerzas del mal que representa) ya no está de moda, pero no hay mayor triunfo para la influencia del mal que hacernos creer que sus ideas son exclusivamente nuestras y no del enemigo. Es precisamente en esa continua interacción con todos esos elementos externos e internos, físicos, humanos y espirituales, en donde nuestra alma se va curtiendo, madurando, creciendo y demostrando su valor. La psicología moderna tiende a pensar que el ser humano es mero producto de sus circunstancias, pero el cristianismo cree en la libertad, y por tanto la responsabilidad del individuo. Sus circunstancias externas e internas no son cadenas que le obligan, sino brisas o huracanes a favor y en contra que son lo que le fuerza a definirse y elegir constantemente entre el bien y el mal, entre acercarse a Dios o alejarse de Él.

Someteos, pues, a Dios y resistid al diablo, que no tendrá más remedio que huir. (Santiago 4:7)

APENDICE B

DIOS Y EL MAL

Los males causados por el hombre directamente o indirectamente, a sí mismos o a otros, se deben al libre albedrío (Dios nos deja diseñar nuestras propias líneas negras) pero ese asunto ya lo hemos tratado en el apéndice A anterior. Sin embargo nos queda otro tipo de mal al que podemos llamar “mal físico”, como son los desastres naturales y demás daños causados por la naturaleza. Si la naturaleza responde al diseño de Dios, tal como hemos afirmado en esta teoría de líneas negras y rojas ¿significa eso que las desgracias naturales que afectan al hombre son deseo de Dios?

Terremotos, accidentes naturales, niños que nacen sin piernas, enfermedades, hambrunas, etc. hacen tambalear la fe de muchos y dudar de Dios. Para responder a este asunto tan peliagudo hemos escrito un artículo aparte que puede leer aquí:

¿PROVOCA DIOS LOS MALES NATURALES?

 

APÉNDICE C

EL SACRIFICIO DE LA MISA Y EL PREDETERMINISMO CALVINISTA

La idea de que en el plano espiritual no hay tiempo (y por tanto no tiene sentido decir antes-después, presente-pasado) explica algunos pasajes bíblicos muy enigmáticos. Veamos como ejemplo Apocalipsis 13:8, que se puede traducir de dos maneras según donde pongamos las comas en el texto griego original. Las dos traducciones resultan igualmente extrañas:

Y todos los habitantes de la tierra, salvo los inscritos en el libro de la vida que tiene el Cordero desde el principio del mundo, rendirán vasallaje a la bestia [= el mal].

Y adorarán a la bestia todos los moradores de la tierra cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero, el cual fue inmolado desde la fundación del mundo.

En la primera traducción se nos dice que el nombre de las personas que se salvarán se encuentra inscrito en el Libro de la Vida desde el principio de los tiempos. El calvinismo, interpretando esta escena celestial con el molde temporal de nuestro mundo físico, llegó a la conclusión de que las almas, ya antes de nacer, estaban predestinadas a salvarse o condenarse desde el principio de los tiempos. Pero como en el cielo no hay tiempo, para Dios toda mi vida entera, y toda la vida del universo, está presente en un eterno ahora. Por eso para Él desde el principio de los tiempos toda mi vida y su lógica consecuencia (salvación o condenación) está escrita, pero en realidad ha sido escrita por mí mismo según mi libre albedrío, no por predestinación.

En la segunda traducción se dice que Jesús (el Cordero de Dios) fue sacrificado al principio del universo, cuando todos sabemos que ese sacrificio ocurrió hace solo 2000 años. El sacrificio de Jesús tiene efectos en el mundo material y en el espiritual. Para nosotros, en la tierra, ocurrió hace 2000 años; en el plano espiritual, sin tiempo, simplemente ocurre, y bien podemos decir que cuando se creó el universo, el sacrificio ya estaba allí, igual que estaba hace 2000 años o estará dentro de un millón, porque en realidad no ocurrió ni ahora ni luego ni antes sino en la eternidad, o sea, fuera del tiempo, que para nosotros equivaldría a una especie de “siempre”.

En el sacrificio de la misa una y otra vez, con cada misa, se rasga la frontera entre el mundo físico y espiritual de modo que nos unimos a ese sacrificio que ocurrió una sola vez en la tierra pero que en el cielo (el plano espiritual) está ahí permanentemente, por expresarlo de alguna manera. Si aplicamos al plano espiritual los moldes del espacio y el tiempo, entonces entendemos fácilmente por qué los protestantes acusan a los católicos de pretender sacrificar a Jesús una y otra vez a pesar de que el sacrificio de Jesús fue “único y para siempre” (A diferencia de los sumos sacerdotes, él no tiene necesidad de ofrecer diariamente sacrificios, primero por sus pecados, y luego por los del pueblo. Y para el pueblo no lo hizo sino una sola vez ofreciéndose a sí mismo. Hebreos 7:29), pero si somos conscientes de que en el cielo no existe el tiempo ni el espacio, entonces podemos entender plenamente lo que dice el catecismo de la Iglesia Católica en su punto 1364:

Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual.

Difícil explicar conceptos prescindiendo del tiempo y el espacio cuando nuestra manera de razonar y el propio lenguaje que usamos nos obligan una y otra vez a expresarnos con esos conceptos. Estrictamente hablando todas esas expresiones desvirtúan la explicación y la vuelven inexacta, pues incluso para hablar de lo eterno no tenemos más remedio que usar conceptos temporales, como si “eternidad” significara “siempre” o una especie de “ahora congelado”, o un tiempo que “nunca se acaba”, cuando en realidad eternidad significa no-tiempo, algo que ni siquiera podemos imaginar, como tampoco podemos imaginar el no-espacio, que no es un vacío o un hueco, sino la inexistencia de lugar.

APÉNDICE D

¿PARA QUÉ, SI ÉL YA SABE?

Jesús insiste una y otra vez en el valor de la oración de petición, incluso habla de ella mucho más frecuentemente que cualquier otro tipo de oración que, a priori, nos pudiera parecer más meritoria, como la oración de gracias o de adoración. Toma el Padrenuestro, la única oración que Jesús nos enseñó a memorizar, y observa que casi todas sus líneas son peticiones. Y aquí surge ahora una última objeción. Si Dios sabe nuestras necesidades y deseos y los tiene en cuenta, ¿para qué rezar? O incluso si Dios hace todo para nuestro bien, igualmente ¿para qué rezar?

Esta pregunta ya no puede responderla la filosofía ni el razonamiento ni la lógica, sino la revelación. Dios no es un fenómeno natural y totalmente predecible, como pueda ser el comportamiento del agua o el sol; Dios es un ser personal con voluntad y libre albedrío, y por tanto nada tiene de extraño que tenga también sus preferencias y motivaciones.

Por alguna razón a Dios le gusta que le pidamos cosas, y si tuviéramos que explicar por qué, diríamos que porque Dios es Amor, Dios es nuestro Padre y le gusta ejercer como tal. Si tú eres padre reconocerás que observas las necesidades de tus hijos y procuras satisfacerlas aunque no te las pidan (si no son perjudiciales), pero ¿qué da más placer, darle a tu hijo un yogur cuando sabes que es la hora de la merienda y él tendrá hambre o darle un yogur cuando el niño, hambriento, se acerca a ti y te lo pide por favor (o al menos con ojillos de súplica)? Darle lo que te pide es un acto de amor, tanto para el que da como para el que recibe, y refuerza el vínculo entre ambos; dar sin que te pidan es un acto de servicio que apenas refuerza ningún vínculo ni sentimiento y fomenta la ingratitud (bien saben los padres).

Y tanto le gusta que le pidamos, que la Biblia nos anima a “persistir en la oración”:

  • Estén despiertos y recen para que no caigan en la tentación. El espíritu es animoso, pero la carne es débil. Mateo 26:41,
  • Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración. Romanos 12:12,
  • Oren sin cesar. 1 Tesalonicenses 5:17,
  • etc.

Esto es, que se lo pidamos una y otra vez, pues ello aumentará nuestras posibilidades de conseguirlo, no porque Dios sea remiso a concederlo, sino porque realmente disfruta escuchándonos y a veces se hace de rogar y/o porque quiere asegurarse de cuánto lo deseamos realmente. O visto desde la otra perspectiva, tal como hemos dibujado aquí, porque cuantas más oraciones (de uno o de más individuos), más peso tiene la petición a la hora de tomar decisiones en el diseño total (más alta es la montaña) y por tanto más posibilidades de influir en ese diseño.

La oración es nuestro principal modo de relacionarnos con Dios y para que el amor fluya se necesita relación (ya se sabe, “el roce hace el cariño”). Por eso a Dios no le basta con saber lo que necesitas, quiere que se lo digas, y mejor aún si se lo dices persistentemente, pues así demuestras cuán grande es tu deseo (y de paso también tú te lo trabajas un poquito, que no va a ser todo pedir sin más). No vamos ahora a explicar qué condiciones son necesarias para que nuestra oración sea más eficaz (humildad, fe, sinceridad, que lo que pedimos no entre en contradicción con los designios divinos o tenga como objetivo el perjuicio de otros, etc.), pero sí es importante resaltar esa insistencia en la persistencia de nuestra oración como muestra de que lo que Dios busca mediante nuestra oración es una relación más íntima con Él. Por eso decide tener en cuenta nuestras oraciones al establecer el diseño general del universo, pues para el cristiano, el hombre no es un elemento más del universo (como se dice ahora), sino que el universo ha sido diseñado para acoger al hombre y darle un hogar.

Si tu petición no tiene encaje en el plan divino o si tu petición supone a corto o largo plazo más perjuicio que beneficio para ti o para otras personas, entonces será considerada y rechazada, que no ignorada, y probablemente Dios te responda de otras maneras, por ejemplo aumentando tus fuerzas para aceptar la desgracia o sobrellevar tu necesidad o usando la situación para darte la oportunidad de aprender y madurar. Si tu oración entra en conflicto con las opuestas oraciones de otras personas (unos rezando para que llueva y otros para que no llueva) entonces Dios tomará todas en consideración, junto con otras cosas, y decidirá actuar en uno u otro sentido según lo que mayor bien produzca globalmente. Lo que los cristianos creemos es que nuestra oración siempre, siempre es escuchada y de una u otra manera influye en el devenir de los acontecimientos, además de estrechar nuestra relación con Dios. En este artículo hemos visto de qué manera eso que nosotros creemos por fe es posible y conforme a la lógica y a la ciencia.

En resumen, y por lo que la Biblia nos cuenta, por mucho que Dios desee nuestro bien, parece que está más dispuesto a dárnoslo cuando se lo pedimos de corazón. También eso es parte de nuestro crecimiento espiritual y ésa bien puede ser la razón de que Dios haya establecido el poder de la oración como manera más eficaz de conseguir los bienes materiales o espirituales que necesitamos, recompensándonos cuando nos acercamos a Él a pedirle como Padre aquello que ya Él estaba deseando darnos en cuanto se lo pidiéramos.

 







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