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La encíclica «Laudato si», una buena compañera de viaje
Entre el turismo y el medio ambiente existe una íntima interdependencia


Por: Mauro Pianta | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it



Turistas no, sino viajeros. Ya no personas que se limitan a curiosear, sino personas que pretenden vivir el viaje como experiencia existencial, es decir encontrándose con lo ajeno a sí, con lo diferente, en el respeto. También la Iglesia está consciente de esta transformación cultural, como lo indicó el Mensaje del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes, en ocasión de la Jornada Mundial del Turismo, que se celebró el mes de septiembre pasado con el tema: “Mil millones de turistas, mil millones de oportunidades”.

Y justamente la encíclica «Laudato si’», dedicada al «cuidado de la casa común», ofrece, según este documento del cardenal Antonio Maria Vegliò, Presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes, importantes líneas guía para el mundo del turismo.

«Entre el turismo y el medio ambiente –subraya Vegliò– existe una íntima interdependencia. El sector turístico, aprovechando las riquezas naturales y culturales, puede promover su conservación o, paradójicamente, su destrucción. En esta relación, la encíclica «Laudato si’» se presenta como una buena compañera de viaje».

Según Vegliò, el llamado del Papa se dirige a todos y pide, en primer lugar, dejar de «hacer finta de no ver el problema». «Este comportamiento evasivo –efectivamente– nos sirve para mantener nuestros estilos de vida, de producción y de consumo. Actuando, no como dueño, sino como “administrador responsable”, tal y como pide la Encíclica, cada uno tiene las propias obligaciones que se deben traducir en acciones precisas y concretas, que van desde una legislación específica y coordinada hasta simples gestos cotidianos, pasando por programas educativos adecuados y proyectos turísticos sostenibles y repestuosos».

«Todo –según el Presidente del dicasterio vaticano– tiene su importancia. Pero es necesario, y seguramente más importante, un cambio en los estilos de vida y en las actitudes».



El turismo representa una oportunidad también para la misión evangelizadora de la Iglesia. «Es indispensable –escribe el cardenal– que la Iglesia salga y se acerque a los viajeros para ofrecer una respuesta adecuada e individual a su búsqueda interior; abriendo el corazón al otro, la Iglesia hace posible un encuentro más auténtico con Dios. Con esta finalidad se debería analizar profundamente la acogida por parte de las comunidades parroquiales y la formación religiosa del personal turístico».

«También es tarea de la Iglesia –recordó el purpurado– educar a vivir el tiempo libre. El Santo Padre nos recuerda que la espiriutalidad cristiana integra el valor del reposo y de la fiesta. El ser humano tiende a reducir el reposo contemplativo al ámbito de lo estéril e inútil, olvidando que de esta manera se quita lo más importante a la obra que se cumple: su significado. Estamos llamados a incluir en nuestras acciones una dimensión receptiva y gratuita, que es diferente de una simple inactividad».

El cardenal Vegliò recordó, para concluir, «la convocatoria que hizo el Papa Francisco para celebrar el Año Santo de la Misericordia». «Debemos interrogarnos –concluyó– sobre cómo la pastoral del turismo y de los peregrinos puede convertirse en un ámbito para experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y da esperanza, como pide la bula “Misericordiae vultus”», sin olvidar que uno de los signos peculiares de este tiempo jubilar será, «sin duda, el peregrinaje».

Ahora que termina el año de la Misericordia, no debe terminarse nuestra pereginación hacia la vida eterna.

 









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