Catedral de Cefalú, Italia (siglo XII )
Contemplando el icono del Pantocrator del Sinaí
Por: lamadredellachiesa.it | Fuente: iconos.verboencarnado.net
La Catedral de Cefalú es uno de los monumentos normandos más importantes de la isla de Sicilia. Dedicada al Salvador y a la Transfiguración de Jesús, la catedral fue consagrada en la fiesta de Pentecostés del año 1131 por encargo del rey Ruggero II de Sicilia.
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY UNIVERSAL
Interrogado por Pilato Jesús le responde que Él es rey, pero agrega que su reino no es de este mundo. Y al preguntarle los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: “La venida del Reino de Dios no se producirá aparatosamente, ni se dirá: ‘Vedlo aquí o allá’, porque, sabedlo bien, el Reino de Dios ya está entre vosotros” (Lc 17, 20-21).
Con estas palabras Jesús quería decir que el Reino era Él, quería decir que el reino que anunciaba se había realizado en su Persona. S. Cipriano de Cartagine escribe: «Potest vero, fratres dilectissimi, et ipse Christus esse regnum Dei, quem venire quotidie cupimus, cuius adventus ut cito nobis repraesentetur optamus. Nam, cum resurrectio ipse nostra sit, quia in ipso resurgimus, sic et regnum Dei potest ipse intellegi, quia in illo regnaturi sumus / Es también posible que el reino de Dios signifique Cristo en persona, al que invocamos con nuestros deseos todos nuestros días, Él, del cual deseamos ardientemente acelerar su venida con nuestra expectación. Como Èl es nuestra resurrección, porque en Él resucitamos, así puede ser el reino de Dios, porque en Él reinaremos” (De dominica Oratione, 13, PL 4, 528).
Jesús es el Rey-Mesías manso y humilde que trae la paz; es el Rey justo juez que se ha hecho siervo, Él, por medio del cual todas las cosas han sido creadas. Nos ayuda a comprender la contemplación del icono del Cristo Pantocrator, “el santísimo Hijo del Padre, que és imagen del Padre”, como dice Atanasio; el Hijo «que es resplandor de la gloria de Dios e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa” (Heb 1, 3).
Fijando nuestra mirada sobre el rostro del Pantocrator del Sinaí descubrimos los trazos del Hombre del Santo Sudario de Torino, el Hijo que, obediente al Padre, continúa diciéndonos que el criterio del reino es hacer Su voluntad.
El poder del Pantocrator que pertenece al Padre, ha pasado, por voluntad suya, al Hijo, el Verbo que se ha encarnado por obra del Espíritu Santo. Él es el Todo que en sí contiene todo.
Por lo tanto, con el apelativo de Pantocrator, se expresa la sustancia de Cristo, el Soberano que sostiene y govierna el mundo –hombres y cosas- y los orienta con su palabra y sus obras, a su fin último: dar gloria al Padre.
Benedicto XVI, retomando lo que dice Reinold Schneider, escribe que la vida del reino “es la prosecución de la vida de Cristo en los suyos; en el corazón que es alimentado de la fuerza vital de Cristo, el reino termina en el corazón que de ella es tocado y transformado, comienza… El Reino es uno; subsiste solamente mediante el Señor que es su vida, su fuerza, su centro” (Gesù di Nazaret, Milano, Rizzoli 2007, 177-178).
La mirada solemne del Pantocrator expresa su gran misericordia (το μεγα ελεος) hacia todos aquellos que lo reconocen en su poder y en su bondad. Con la mano derecha bendice; la postura de los dedos forma el monograma IC XC: Jesus Cristo. En la mano izquierda tiene un libro cerrado: es Él mismo, la Palabra del Reino que ha venido a anunciar y a dar su cumplimiento; Él es el reino de Dios hecho persona humana; Él es el Rey que promete acoger junto a sí a todos los humildes de la tierra: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”(Mt 5,3); es Aquel que es “digno de tomar el libro y abrir sus sellos” (Ap 5,9).
Entonces “no habrá ya maldición alguna. El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y los siervos de Dios le darán culto.Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá noche. Sus moradores no necesitarán luz de lámpara ni luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará, y reinarán por los siglos de los siglos” (Ap 22, 3-5).
Contemplando el icono del Sinaí, podemos hacer nuestra la plegaria de alabanza que el Salmista eleva al Señor Rey:
“Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey,
Bendeciré tu nombre por siempre;
Todos los días te bendeciré,
Alabaré tu nombre por siempre.
Bueno es Yahvé para con todos,
Tierno con todas sus creaturas.
Alábente, Yahvé, tus creaturas,
Bendígante tus fieles;
Cuenten la gloria de tu reinado,
Narren tus proezas,
Explicando tus proezas a los hombres,
El esplendor y la gloria de tu reinado.
Tu reinado es un reinado por los siglos,
Tu gobierno, de edad en edad.
¡Que mi boca alabe a Yahvé,
Que bendigan los vivientes su nombre
Sacrosanto para siempre jamás!
(Sal 145, 1-2. 9-13. 21).
Pantocrátor del ábside. Hecha con la técnica del arte del mosaico, llamado “arte musivo”. Se van pegando sobre el muro pedacitos de piedras, o en este caso de algo parecido a la cerámica, llamado tesela, de distintos colores hasta formar el mosaico: mosaico directo.