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Ya no te amo
Impactante testimonio de una esposa que se aferró a la gracia del Sacramento del Matrimonio y evitó llegar al divorcio.


Por: Sra. María de Jesús de Santana | Fuente: Secretos del Amor




Para mí el momento más feliz de mi vida fue cuando mi marido me dio el primer beso. Sucedió cuando lo conocí. Nunca tuve más novios, de él me enamoré y nos casamos.

Otros momentos sumamente dichosos fueron cuando quedé embarazada por primera vez y vino mi primer hijo, ¡qué alegría tan grande!; y luego el segundo, el tercero, el cuarto... Tuvimos 10 hijos y de los cuales quedaron 8. Aunque fueran los más malos del mundo, yo los querría con todo mi corazón, pero gracias a Dios todos mis hijos son muy buenos.

El momento más difícil fue cuando llevaba 8 ó 9 años de casada. Me dice mi marido:

- Vamos a divorciarnos.
- Pero... ¿por qué?
- Porque ya no te quiero.

No se imagina lo que sufrí... Tenía deseos de morirme, porque cuando lo conocí me enamoré perdidamente de él. ¡Yo siempre le había querido -y le quiero-! ¿Por qué? ¿Por qué me quería dejar? ¿Qué iba a ser de mí, pues no tenía ningún trabajo? ¿Y los hijos...?

Pero Dios me ayudó a salir adelante. Yo le pedía a Dios que mi marido no se separara de mí, que no tuviera ojos más que para mí.

Lo que me ha mantenido unida a mi marido ha sido que le prometí a Dios estar con él hasta que la muerte nos separe, aunque no me quiera..., aunque no tengamos deseos de estar juntos, aunque... seguiré adelante con mi cruz, porque el matrimonio no es un juego. Yo le prometí a Dios mi fidelidad, no al padrecito que nos casó.

Si me volviera a casar, ya no me casaría a los 15 años. Estudiaría una carrera para poder trabajar y ayudar mejor a mis hijos en sus tareas de la escuela.

Pero eso sí, ¡me casaría con el mismo! Claro que tendría más comunicación con él y si se le antojara ir a algún lado iría con él, no lo dejaría solo, e iría con él a las fiestas, -aunque yo no bebería ni fumaría- sólo bailaría con él, y cantaríamos juntos.

Nos dedicaríamos más a nuestros hijos y estaríamos más pendientes de todo lo que nos une a ellos.

En ocasiones, es muy difícil el matrimonio, pero cuando hay amor no se siente nada, porque todo lo soporta el amor. Pero cuando el hombre empieza a fallar, no es lo mismo...

Deseo vivir los años que Dios me quiera dejar, al lado de mi marido sea como sea, me quiera o no me quiera, “ya nos amolamos” tanto él como yo. Ya no podemos echarnos para atrás, lo que fue, fue y lo que no fue, pues, no fue. Qué podemos hacer más que pedirle a Dios que nos ayude a seguir adelante con la cruz acuestas.

Y... cuando se siente que no se puede, pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine a los dos.

-Y Tú, Diosito, perdónanos todo lo que te ofendemos que algún día estaremos Contigo. Y ya son 48 años de casada, se dice muy fácil “48” pero... Tú sabes lo que hay que sufrir... no me dejes sola. ¡Bendito sea tu Santo Nombre!


Reflexionemos juntos:

Esta esposa fiel nos ha descubierto un pedazo de su alma, una herida cicatrizada de ésas que sólo a los más íntimos se muestra: el posible divorcio. ¡Qué angustias, qué zozobras, qué asfixia interior! Romper el amor de toda una vida en unos instantes. El divorcio, un bofetón con el puño cerrado, un puñal traicionero…

Gracias a Dios en este caso, no se llevó a cabo. Cuando uno de los dos dice: “Ya no te amo”, todavía hay esperanza… Quizá tirita el alma de miedo, con dolor y con lágrimas, pero en el fondo todavía espera. Pero cuando uno de los dos dice: “Amo a otra persona”…, entonces es más peligroso, entonces… debes abrir de par en par tu corazón, alargar tus brazos y amarle con todas las entrañas de tu ser, con un amor aún más grande… para no perder el amor primero.

Sí, ¡el amor es más grande que el odio! El amor es más fuerte que el viento. El amor auténtico aguanta. El más pérfido trozo de corazón helado termina por derritirse ante el fuego del amor. Estoy convencido de que nada es difícil para el que ama.

Admiremos a esta mujer por lo lo coherentemente que vive aquellas palabras del Kempis: “¡Qué grande es el amor! Hace ligero todo lo pesado y soporta todo lo difícil; lleva el peso sin fatiga y todo lo amargo lo vuelve dulce y sabroso”


 







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