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Reflexión basada en la Homilía de Santa Marta del 05-03-2015

Cuidado al Evangelizar en las redes. La mundanidad nos oculta al sufriente
Como #Evangelizadores la mundanidad nos impide ver al quien sufre delante de nosotros.


Por: Nestor Mora Núñez | Fuente: Catholic.net



El Papa, en su homilía de Santa Marta del 05-03-2015 nos habla de "La mundanidad anestesia el alma":

“Tantas personas que viven su vida de manera difícil, de modo difícil; pero si yo tengo un corazón mundano, jamás comprenderé esto. Con el corazón mundano no se puede entender la necesidad y la necesidad de los demás. Con el corazón mundano se puede ir a la iglesia, se puede rezar, se pueden hacer tantas cosas. Pero Jesús, en la Última Cena, en la oración al Padre, ¿qué ha rezado? ‘Pero, por favor, Padre, custodia a estos discípulos, para que no caigan en el mundo, para que no caigan en la mundanidad’. Es un pecado sutil, es más que un pecado: es un estado pecador del alma”.

Sin duda alguna, la mundanidad nos ciega en muchos sentidos. Por ejemplo haciéndonos ver a unos sufrientes y desdeñando a otros, según sea nuestra ideología. Es pobre todo el que sufre y busca alguien que le socorra. Es rico, el que está lleno de soberbia y se cree autosuficiente.

Como ‪#‎Evangelizadores‬ en las redes, nos encontraremos con muchos pobres que buscan consuelo y respuesta a su dolor. Ante estos reclamos podemos ignorarlos porque su sufrimiento nos parece "inadecuado" o acogerlos, para señalarles la herida que les hace sufrir. Hay que tener en cuenta que todos pecamos de forma similar. Compartimos la frágil naturaleza humana que nos predispone a caer. Por ello, toda soberbia sobra. En el fondo todos somos pobres que necesitan a Dios para vivir cada segundo de nuestra vida. Esa persona que nos contesta de forma fuerte o nos señala los errores que ve en nosotros, la Iglesia o el cristianismo es un sufriente que necesita nuestro consuelo. A veces es imposible ayudarle, pero al menos podemos plantar una semilla de esperanza en él. Una semilla que germinará cuando él y el Señor decidan y de la manera en que la Divina Providencia resuelva.

 









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