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¿Qué será de mi?
Una sensación de abandono y de natural inseguridad nos inunda cuando vemos que nuestra familia se está rompiendo


Por: Eduardo Armstrong | Fuente: Catholic.net



La sensación de abandono y de natural inseguridad que nos inunda cuando vemos que nuestra familia se está rompiendo hasta llegar a partirse en pedazos que no parecen posibles de llegar a unirse nuevamente, nos duele, y nos hace cuestionarnos todo. Es como si ya no supiéramos quienes somos, ni hacia dónde se dirigirá nuestra vida.

En ocasiones nos refugiamos en alguien cercano, pero no relacionado directamente con la familia, por temor a encontrar nuevas opiniones desagradables o destructivas: un amigo o una amiga. Muchas veces ese lazo de amistad nos entrega el afecto y el interés por nuestra vida que ya no percibimos en nuestro hogar, donde cada uno parece preocupado de sí mismo, de sus problemas y de su tragedia personal. Buena medida es esta, pero hay que tener en cuenta que las buenas intenciones si bien son buenas, en muchas ocasiones no aseguran que los consejos recibidos sean los mejores, ni los más adecuados para solucionar los variados aspectos de tu vida. Agradécelos, pero sin decir nada debes mantener tu capacidad crítica de filtrar lo que escuchas intentando proyectar las ideas recibidas en tu vida; imagínatelas y evalúa si realmente te conducirán hacia una mejor calidad de vida, a construir una vida personal mejor y más completa, hacia tu felicidad y la de quienes te rodean.

La inseguridad en ocasiones nos lleva a reducir nuestra autonomía, y ello nos hace vulnerables a múltiples situaciones de riesgos para nuestra vida y felicidad. Trata de ser objetivo y de no aceptar tanta idea dramática o pesimista que aparece en tu mente. Trata de rechazarlas pensando en aspectos positivos, tratando de dar vuelta todo pensamiento catastrófico y amargo que llegue, ocupando tu tiempo en múltiples actividades constructivas. ¡Lo puedes hacer!

Si te dicen que tu madre o tu padre hicieron tal o cual cosa... no respondas, piensa en los mejores momentos que recuerdas de su persona contigo. Trata de recordar su cara, su expresión en esos momentos, sus palabras y sus gestos. Trata de recordar cómo te sentías en esos momentos maravillosos, y recordarás a tu verdadero padre y a tu verdadera madre. Ése es el recuerdo que más vale y el que siempre debes llevar contigo.

¿Qué será de mí? Será lo que tú desees y decidas hacer de ti mismo(a). Un querido profesor me dijo una vez, “llegarás a ser lo que logres aprender”. Ahora es necesario que te esfuerces por aprender a ser feliz con lo que tienes, y por aprender a rechazar ese sentimiento de desear y añorar lo que no tienes. El mayor problema que enfrentarás es cómo aprender a reconocer todo lo maravilloso que hoy tienes. A pesar de todo y de todos, tienes mucho más de lo que jamás podrás imaginar. No te preocupes, para eso hay muchos que estamos contigo. Todos trataremos de mostrártelo y no descansaremos hasta que no te sientas agradecido y feliz de lo que la vida te ha dado, te da y te dará. Si lo descubres, quizás algún día descubrirás una de las maravillas de tu existencia: que eres extremadamente valioso y que puedes permitir que muchas otras personas cuenten contigo; que quienes viven ahora cerca de ti te necesitan, y que tú siempre puedes hacer algo por ellos cuando te lo propones. Quizás descubras el infinito valor de las pequeñas y cotidianas acciones que nadie parece darles importancia hoy en día, pero que reflejan con pequeños gestos y acciones concretas a tu preocupación por los demás, por quienes te rodean. A veces, un saludo cortés, o una pregunta interesándote por algo que le interesa a otro, o saber escuchar a quienes tienes a tu lado, o una sencilla ayuda de colaboración en esas múltiples tareas hogareñas... demuestran más que mil palabras.

La pregunta no es qué será de ti, sino: ¡que quieres ser hoy! Lo que seas hoy, lo que hagas hoy, es lo que puede determinar lo llegarás a ser mañana. Más que los sueños o los pensamientos, o las intenciones, son las acciones las que marcarán tu destino; y ellas dependen de ti más que de nadie más. Tu fuerza está dentro de ti, depende de ti utilizarla o no, como la forma en que realices tus acciones, porque Dios ha confiado y confiará siempre en ti. Él es quien mejor sabe quién eres y todo lo que tú puedes hacer con tu vida; pero la decisión es tuya y de nadie más.

Comenarios al autor: earmstrong@usec.cl







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