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Oración de Mons. Javier Martínez, Arzobispo de Granada (España)

Los males de la Iglesia son los males de cada uno
Postrados ante el altar, la diócesis de Granada pide perdón por todos los pecados de la Iglesia


Por: Mons. Javier Martínez, Arzobispo de Granada | Fuente: www.agenciasic.com



Perdón por nuestros pecados, por nuestras faltas. Y suplicamos también unos de otros la intercesión común para que ese perdón nos sea concedido. La iglesia, por lo tanto, sabe que, desde su origen, desde el origen del mundo y desde el origen de cada uno de nosotros, el pecado nos acompaña, con lo que tiene de herida, con lo que tiene de mal para el hombre. Pero también sabemos que hay un perdón, que hay una misericordia infinita, que hay alguien a quien podemos dirigirnos siempre a quien pedir ese perdón.

A diferencia de una de las protagonistas de la película “Las horas” que decía ‘de qué sirve pedir perdón si no hay a quien pedírselo’, nosotros sabemos que hay una misericordia infinita que perdona. A esa misericordia infinita nos encomendamos cada vez que empezamos la Eucaristía. Pero hoy lo vamos a hacer de una manera especial. Dada la herida que hemos vivido en esta semana, yo voy a hacer como se hace al comienzo de la liturgia del Viernes Santo: postrarme ante el Señor antes de rezar el “Yo confieso”. Invito a los sacerdotes que están aquí si quieren acompañarme, y por edad pueden también hacerlo, a postrarnos ante el Altar. Y juntos, con todo el pueblo cristiano que habéis querido uniros a esta celebración, vosotros os ponéis de rodillas, y oramos en silencio unos minutos al Señor, pidiéndole perdón por todos los pecados de la Iglesia, por todos los escándalos que puedan o hayan podido producirse entre nosotros y en cualquier lugar del mundo. Por nuestros propios pecados.

Otro rasgo de la percepción cristiana del pecado es que no hay ningún mal, en ningún lugar, no se hace daño a nadie en ningún lugar sin que este daño sea nuestro, porque somos un único cuerpo: los males de la Iglesia son los males de cada uno. San Pablo decía: quién sufre que yo no sufra con él, quién tiene fiebre que yo no arda. Todos somos miembros los unos de los otros; no hay ningún mal del que nosotros podamos decir ‘no tiene que ver conmigo’. No: todos tienen que ver.

Por tanto, todos vamos a orar juntos. Por las veces que todos nosotros no hemos transparentado suficientemente el Rostro de Cristo, el amor de Cristo por cada hombre, por todas las veces que cualquiera de nosotros o cualquiera del cuerpo de Cristo, y especialmente entre los pastores, podamos haber hecho daño a alguien, de cualquier forma, de cualquier modo que sea.

Vamos a orar juntos en silencio pidiéndole al Señor perdón por todas esas faltas. Yo lo pido de una manera especial, como pastor, se lo pido en nombre de la Iglesia. Le pido al Señor que perdone, que ayude, que sostenga a todos aquellos que han sido escandalizados en cualquier momento por la conducta de la Iglesia, y especialmente por la conducta de los pastores. Yo voy a bajar, vosotros os ponéis de rodillas, los que queráis y los que podáis, y vamos a orar en silencio, unos minutos, para arrancarle al Señor la gracia, y también la conversión. También de forma que nosotros podamos mostrar al mundo la belleza del amor infinito de Cristo por cada persona humana, y especialmente por los más frágiles, por los más débiles, por los más necesitados.









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